El verano comienza en España como un verdadero «salir del armario», sin complejos, de la burguesía española. Sánchez se presenta de cara a la cumbre europea de mañana, según la prensa alemana como «merkenario» (juego de palabras en alemán entre «amigo de Merkel» y «mercenario»). Fronteras a dentro, nos venden un supuestamente «progresista» consenso sobre su ley de eutanasia y la promesa de un sistema ampliado de permisos de paternidad, mientras nos quedamos horrorizados por la exaltación mediática de «la nueva manada».
¿Es la eutanasia progresista?
En la tradición estatalista y religiosa, la vida pertenece al estado. En la liberal, al individuo. Entre ambos polos nos plantean una dicotomía en abstracto: ¿puede una persona decidir acabar legalmente con su propia vida ante una enfermedad crónica incurable?El problema es que la enfermedad crónica es un hecho social. El «individuo» no la sufre en solitario, sino con su familia. Abrir la puerta a la muerte «voluntaria» es tan hipócrita como presentarnos la prostitución o el embarazo subrogado, como una decisión personal o un acto altruista. En el contexto de la destrucción y precarización de los sistemas públicos de salud, eutanasia significa darle la opción a muchos mayores de «dejar de ser una carga para sus familias». Hoy eso está ya pasando bajo la forma de suicidio y es más que una plaga, un crimen inducido. Ahora el estado se prepara para «regularlo» y mediarlo. Lo que se entrevé tras la puerta de la demagogia parlamentaria puede llegar a tener las dimensiones de un crimen de masas. Obviamente, las familias acomodadas de la burguesía y la pequeña burguesía no sufrirán con desgarro el deseo del abuelo de «no ser una carga», contratarán cuidados precarizados y pagados miserablemente a domicilio.
¿Igualdad en los permisos de paternidad?

En España solo el 21% de las familias pueden llevar a los niños menores de 3 años a guarderías. Los abuelos, una vez más, son la solución para la mayoría.
Violencia sexual y descomposición capitalista
¿Cómo puede convertirse la violación grupal en «moda» y motivo de afirmación pandillera? La fórmula no es tan difícil.Pártase de una sociedad basada desde el primer día en desarrollar la mercantilización de absolutamente todo y especialmente de la vida humana y su faceta colectiva más importante: el trabajo. Añádase un discurso que con tal de conjurar el peligro latente de los trabajadores se ha tirado 20 años bombardeándonos, especialmente desde la izquierda, con la falsa centralidad de consumo en el sistema económico.
El resultado pretendidamente inapelable es «el fin de la historia»... y si la historia no acaba ni acabará por decisión unilateral de la burguesía, desde luego si puede ahogar la moral fundada sobre futuro, la primera que fue capaz de afirmar políticamente el camino para acabar con las opresiones y la violencia sexual.

La mezcla de signos de infantilización/ inferioridad y vindicación de la violencia verbal y la humillación, característicos de la propaganda contrarrevolucionaria de los años treinta ha vuelto, modernizada, a la prensa -especialmete la que se dice «de izquierdas»- y las redes sociales.
Y si faltara algo, añadámosle el cambio cultural a favor de la segregación de sexos impulsada al alimón por la extrema derecha religiosa y el feminismo, por las series americanas y el miedo permanente a la sexualidad de una sociedad atrincherada económicamente en la familia. Resultado: las «pandillas» de hace dos décadas se convierten en unos pocos casos en «manadas» alimentando a su vez los discursos a favor de la segregación.