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Un año después el militarismo reina

20/02/2023 | Actualidad
Un año después el militarismo reina

Un año después del estallido de la guerra en Ucrania, las transformaciones creadas por la matanza en toda Europa y en el mundo son ya estructurales y no tienen marcha atrás (dentro del sistema).

El boom armamentista

Después de un año es evidente que la guerra de Ucrania es una guerra entre la OTAN y Rusia por agente interpuesto. El estado ucraniano pone los soldados mientras la OTAN pone el armamento y señala los objetivos al punto de llevar las instrucciones directamente hasta pequeñas unidades sobre el terreno.

A estas alturas EEUU y sus aliados europeos han transferido más de 112.000 millones de euros en armamento y municiones al ejército ucraniano, catorce veces y media el presupuesto militar español, o dos veces y media el presupuesto militar entero de Francia. Un movimiento de tal volumen que los arsenales de la OTAN empiezan a quedarse vacíos. Lo que es más importante: el ritmo de consumo es tan alto que la industria estadounidense, la gran beneficiaria de la matanza en el campo OTAN, asegura no tener capacidad a día de hoy para mantener el ritmo.

Masacrar a más de medio millón de jóvenes en un año ha exigido un gran esfuerzo industrial por ambas partes, pero ni unos ni otros piensan en otra cosa que en redoblarlo. La OTAN llama a sus miembros a aumentar sus presupuestos militares para sostener el ritmo cuando empiece la campaña de primavera. Francia ya ha comprometido, un aumento del 30% de sus presupuestos de defensa, Alemania alcanzará los 10.000 millones de euros en 2024.

Del incremento del gasto militar al militarismo

Ursula Von der Leyen presenta en la Conferencia de Seguridad de Munich su plan para convertir a la Comisión en un cartel de la industria armamentística europea

Ursula Von der Leyen presenta en la Conferencia de Seguridad de Munich su plan para convertir a la Comisión en un cartel de la industria armamentística europea

Por sí mismo un incremento del gasto militar de los estados no significa militarismo. Militarismo es la supeditación de la dirección y objetivos de la acumulación a la guerra o su preparación. Pero llegado a un cierto punto es imposible mantener el ritmo sin transformar la estructura productiva groseramente. Y ese es el punto al que hemos llegado un año después.

Es evidente en la potencia más débil, Rusia, donde buena parte del tejido industrial se está convirtiendo en industria de soporte y donde hasta la política energética está guiada por los intereses bélicos.

Pero en la UE no es diferente. No es sólo que la Comisión Europea aspire ahora a convertirse en el coordinador de un gigantesco cartel europeo de industrias militares. Cuando Macron llama a invertir masivamente en la industria armamentista todos entienden que es a costa de usos alternativos del capital. Desde luego los Verdes alemanes, convertidos en punta de lanza del militarismo, lo tienen claro, hay que aumentar la escala de la industria militar a toda costa poniendo toda la carne (humana) en el asador.

Pero la creación de un circuito de acumulación dedicado a la producción bélica y garantizado por los estados a costa de nuevos impuestos y de plantear el fin de la universalidad de los servicios públicos, no es la única expresión de esta transformación estructural y general del capitalismo europeo por y para la guerra.

Las nuevas tendencias del gran capital, como el boom inversor en tecnologías nucleares o el de la agricultura ultraintensiva responden a lo mismo. Y ni hablemos del desarrollo tecnológico de vanguardia. La IA, testada masivamente por primera vez en esta guerra, ve su desarrollo cada vez más supeditado al rumbo de la industria militar. Las tecnologías cuánticas, por su lado, evolucionan hacia la creación de un sistema global y ultrapreciso de control y vigilancia permanente.

La perspectiva: la socialización creciente de la guerra

La vuelta del servicio militar obligatorio y la próxima generación que irá a la guerra en la UE

El coste del militarismo para la sociedad es abrumador. Por eso la tendencia casi inmediata es su socialización impuesta por el estado.

La forma más evidente de esta socialización en curso es la vuelta del servicio militar. Los primeros avisos comenzaron pronto. Unos meses después Dinamarca se prepara para introducir el servicio militar femenino obligatorio y Alemania lo condiciona a la extensión de la guerra más allá de 2024, es decir, a que la guerra marche según la previsión estratégica de EEUU.

Pero no es la única manera de socialización de la guerra que nos viene. Desde la transformación de autopistas y carreteras -la UE está rescatando un plan de 2018 para adaptarlas a los tanques pesados alemanes- hasta la alimentación, el militarismo está ya dando forma a todo cuanto nos rodea.

Pero la socialización del esfuerzo de guerra significa sobre todo un incremento progresivo del control y de la explotación de los trabajadores... que pasa por disolver los asideros legales todavía existentes y neutralizar cualquier forma de respuesta colectiva. En este sentido, una vez más, los capitales nacionales más débiles marcan el horizonte. Que se lo digan a los trabajadores ucranianos, que sufren una nueva legislación laboral que acaba con los convenios colectivos del 70% de los trabajadores y militariza la mano de obra. O a los rusos que pueden ser perseguidos por sabotaje en caso de retrasos en las entregas de materiales demandados por el ejército.

El capital, tu salario y el militarismo

El capital español sale de la crisis de rentabilidad

El capital español sale de su crisis de rentabilidad succionando rentas del trabajo

A escala de cada capital nacional, el militarismo canaliza la reducción de rentas de los trabajadores hacia los dividendos de los grandes capitales. Por eso en unas economías que bordean la recesión y en las que los salarios no dejan de perder poder de compra desde que empezó la guerra, las empresas cotizadas en bolsa pueden disparar un 53% sus dividendos.

Por eso también, militarismo y Pacto Verde se alimentan mutuamente, en lo esencial usan mecanismos similares y se alimentan de las mismas rentas: las generadas por la devaluación de nuestro trabajo.

¿De dónde salieron y adónde fueron los sacrificios que anunciaban Sánchez, Scholz y Macron? Un año después la respuesta es fácil: salieron de nuestra capacidad de consumo y fueron a parar a las empresas más capitalizadas y en especial a la banca, las energéticas y la industria militar.

¿Cómo enfrentar el militarismo?

  • En el trabajo. Queda con compañeros de trabajo fuera de la empresa para discutir la situación, cómo os afecta colectivamente y cómo reaccionar. Invitad compañeros de confianza de contratas y empresas cercanas y ampliad el círculo cuando esté lo suficientemente clara una visión compartida.
  • En el barrio. Localiza necesidades y ayuda a que se encaren de forma colectiva. Desde clases de refuerzo para resistir a la brecha de clase en la escuela a organizar compras colectivas para reducir precios de consumos básicos. Identifica que sistemas de solidaridad podrían ser útiles en caso de despidos y cierres en empresas o establecimientos pequeños para poder trabajar en el futuro en su organización.
  • Contrasta y discute con nosotros las cuestiones que te generen inquietud y las alternativas prácticas y reivindicativas que se planteen. Estamos en la misma que tu.
  • No olvides nunca que en todos los países el enemigo está dentro del propio país, llamando a sacrificios y a supeditar las necesidades humanas universales al beneficio de las empresas y las inversiones.