Europa y el gas

Dónde estamos
El gobierno alemán ha mandado a teletrabajar a todo el que pueda a partir de octubre, ha recortado al máximo el consumo de las administraciones y finalmente ha endurecido su plan de ahorro de gas como un todo.
Scholz dice que los costes de los recargos sobre el gas serán de poco más de tres cientos euros al año por familia alemana. Los necesita para pagar el rescate de la principal importadora, quebrada por las sanciones impuestas a Rusia por su propio gobierno. Pero la verdad es que si se calculan impuestos y se añade la previsible subida de precios el impacto total en la factura pasará muy probablemente de los mil euros por familia.
Y sin embargo sabe a poco a los economistas de cabecera del gran capital alemán que tienen un único objetivo: ahorrar gas al máximo para mantener en marcha industrias como la química o la farmacéutica que resienten ya el golpe de los precios. Lo que viene se puede ver ya en sus declaraciones. En palabras de Veronika Grimm, una de las economistas más influentes del país:
El gobierno hace mal tratando de proteger a los ciudadanos de los aumentos de precios. (...) Si no trasladamos los precios a los consumidores ahora, muchos podrían estar bajo la ilusión de que terminarán saliendo airosos. Mientras se pueda esperar que el estado limite los precios, se ahorrará menos. Este no es un valle como la crisis de la corona en el que puedes ayudar a la gente.
Porque a pesar de todo, las cuentas no salen. De ahí la importancia que Berlín, que andaba preparando ya «austeridad para todos» en Bruselas, ha dado al plan europeo de «solidaridad» forzosa pensado para racionar el gas en función de las necesidades industriales alemanas.
The Economist veía a la UE en camino de saltar por los aires. Pero las resistencias fueron aparentemente, pocas. El gobierno húngaro metió el dedo en la llaga del gobierno de coalición en Berlín sugiriendo no cerrar las nucleares antes de exigir gas escaso a los demás. Y el gobierno español, que hizo alharaca de su resistencia en el primer momento, pasó sin transición a desfilar ordenadamente por Under der Linden. Esta vez no fueron necesarias largas noches de negociaciones ni intercambios estratégicos. ¿Por qué?
- Porque todo es «voluntario». En realidad ningún país queda obligado a nada a menos que se declare en emergencia energética. Es como si en un naufragio el único obligado a compartir salvavidas fuera el que cae al agua sin él. Lo que es más, incluso en ese caso no está claro cómo se decide la obligatoriedad: el gobierno polaco exigió tras la cumbre que se mantuviera el principio de unanimidad a la hora de imponer racionamientos obligatorios... es decir, dar la oportunidad de bloqueo a cada país miembro.
- Porque para que lo firmado sirva de algo a Alemania, todos los países deberían firmar, al menos con cada uno de sus vecinos, acuerdos bilaterales de solidaridad. Algo así como un gasoducto de contratos de apoyo mutuo que acabe obligando a compartir reservas a los países más distantes conforme la industria de «la luna creciente industrial» europea vayan vaciando las reservas de gas que tienen más a mano. Pero esos contratos no están. Y pocos los esperan.
¿Significa eso que no van a venir restricciones y racionamientos en los países más alejados de Rusia? No, en absoluto. Sólo que cada capital nacional ha guardado sus cartas para hacerlas valer al máximo frente a Alemania cuando las cosas se pongan más difíciles.
Hacia una recesión global
Variaciones trimestrales del PIB en EEUU
En Francia la prensa discute cómo repartir la austeridad energética, si a través de precios iguales para todos o a través de precios escalonados con menor impacto sobre las rentas bajas. Se aceptan apuestas.
En España, Pedro Sánchez salió ayer mismo a contar como si fuera algo estupendo los preparativos de futuros racionamientos. Se permitió tirar el señuelo ridículo del fin de la corbata al tiempo que anunciaba que en septiembre llevaría a Bruselas su enésima propuesta de reforma del mercado eléctrico.
Todo el mismo día en que los datos de la inflación española alcanzaban su máximo en 38 años. Impasible ante una realidad terca, ningún medio gubernamental cayó en que el aumento del consumo que también se publicó hoy era cuando menos engañoso: como la cesta básica es más cara, compramos más aunque seamos más pobres simplemente porque hay que gastar más en lo más básico y lo que queda del salario después es cada vez menos. Dicho en su lenguaje: la inflación al alza y los salarios congelados, oh sorpresa, aumentan la propensión marginal al consumo.
No parece nada que deba ser celebrado pero... salvaba el PIB de los negativos por los pelos. Un gran éxito, decían. No lo es. Como tampoco es el 0,5% de crecimiento trimestral en Francia aunque el motor allí hayan sido las exportaciones. Y no lo es porque en ningún caso va a ser sostenible. El resultado trimestral de EEUU está ya en negativo y la nueva subida de tipos de interés no va sino a agravar el encogimiento de la inversión y las ofertas de trabajo.
Es ya más que evidente que las sanciones no sólo desgarraron el tejido económico de Europa con Rusia y Asia Central, volcando a Rusia sobre China e India, desestabilizando Asia y proyectando el hambre sobre media África. Ha dejado caduco el modelo de acumulación alemán y desequilibra profundamente el de EEUU y Gran Bretaña.
¿No lo vieron venir?
Cumbre de la OTAN en 2018
Volvamos por un momento a 2018. Es julio y se celebra una cumbre OTAN. Merkel y Trump están en la cúspide de sus carreras políticas. En la UE el Pacto Verde está todavía fijando su rumbo de acuerdo a los intereses industriales alemanes, con el gas como principal energía de transición. Rusia está acabando la construcción del NordStream 2... y Trump carga directamente contra Alemania: exige la participación de empresas estadounidenses en la explotación del gas ruso y en el propio NordStream 2... o su cierre.
El Nord Stream es la madre de todos los conflictos geopolíticos entre Rusia por un lado y Visegrado y EEUU por otro. Nord Stream, en realidad, es solo una tubería -propiedad de la petrolera rusa GazProm a través de una empresa suiza- que permite abastecer directamente de gas al mercado alemán.
El Nord Stream 2 es un segundo tubo sobre prácticamente el mismo trazado. Gazprom comparte ahí la inversión con un grupo de cinco petroleras europeas (Engie, OMV, Shell, Uniper y Wintershal).
Polonia, Chequia y los países bálticos vienen intentado evitar su puesta en marcha desde hace años porque entienden que aumenta el poder de negociación en Europa de Rusia. En marzo pasado, con la guerra comercial tomando cuerpo, Alemania autorizó finalmente el nuevo ramal y no había que ser un lince para darse cuenta de que Merkel y Putin estaban sentando las bases de un realineamiento de intereses Rusia-UE... con Polonia y sobre todo Ucrania, como «víctimas potenciales».
La angustia polaca -uno de los países con mayores reservas de carbón de Europa-, báltica y centro-europea, se debe a que los ciclos combinados están sustituyendo a marchas forzadas al carbón con los acuerdos de emisiones anti-cambio climático. [...]
EEUU abre la batalla del Nord Stream y del acceso a la producción energética rusa en un momento de incremento en el que la guerra comercial con China se vuelve cada vez más violenta y vira ya a guerra de divisas. En el frente europeo, Trump apunta cada vez con más frecuencia a Alemania, postula abiertamente su aislamiento y busca azuzar el agotamiento de la «Europa alemana». Está mostrando a la burguesía alemana que defender el estatus quo no le va a bastar en el nuevo contexto. Merkel pareció entenderlo en Quebec. También se dio cuenta de lo que eso significaba. Nosotros no podemos dejar de verlo: esta cumbre de la OTAN nos deja un paso más cerca de guerra.
Cumbre de la OTAN: EEUU abre la batalla por el gas ruso, 12/7/2018
Dentro de la UE, la batalla por el control del gas se convertirá en explosiva, haciendo saltar por los aires unos meses después al eje franco-alemán que Macron trataba de revivir.
El Nord-Stream 2 es hoy la piedra de toque de la relación entre Alemania y EEUU. Es el cimiento del sueño de un imperialismo alemán capaz de dominar Europa en solitario y la gran divisoria estratégica dentro de la UE. Hoy se vota una iniciativa de la Comisión que acabaría con el proyecto. Francia ha anunciado ya que votará a favor, hundiendo los planes ruso-alemanes y rompiendo, quizás de manera definitiva, el eje franco-alemán y con él la era «Maastricht» de dominio indiscutido del capital alemán sobre el continente.
Más que un mero gasoducto, Nord Stream 2 es un cordón umbilical entre Rusia y Alemania... que los norteamericanos ven como un peligro directo contra el que no pueden sino presionar sin pudor.
La propia burguesía alemana se divide, teme depender demasiado de Rusia y perder influencia sobre Polonia y Ucrania a los que que gasoducto literalmente «puentea». No es una consideración menor, los países del grupo de Visegrado, que incluyen a Polonia y Eslovaquia dos «víctimas» directas del Nord Stream, son de lejos los mayores compradores de exportaciones alemanas: 256.000 millones de euros frente a 170.000 de China, 167.000 de Francia y 165.000 de EEUU.
Pero la posición mayoritaria, abanderada por Merkel y la CDU es que el gasoducto cimenta los sueños imperialistas alemanes: aumentar aun más su dominio sobre Europa, aislando y ahogando a los países del Este al tiempo que ganaba una independencia energética total del eje energético mediterráneo que le llega a través de Italia y Francia. (...)
La necesidad acuciante de exportar al mercado alemán y reducir aun más su superavit comercial, es decir, las necesidades estrictamente imperialistas de norteamericanos, polacos y franceses están mostrando a Alemania que su posición extractiva sobre Europa, asentada en el mecanismo del euro, no puede darse por sentada tan fácilmente.
Con el ocaso de Merkel termina también la época en la que Alemania podía ser un «imperio avaro» y enfrentarse abiertamente a sus principales destinos de exportación. El sometimiento de las burguesías europeas a través del euro empieza a no ser suficiente para mantener el poder alemán.
El día en que se rompió el eje franco-alemán, 13/02/2021
Finalmente Francia y Alemania llegaron a un acuerdo de última hora... que dio paso al periodo de mayor tensión entre Berlín y París desde el nacimiento de la UE. Tensión y bloqueos mútuos que se prolongaron hasta que el Covid les obligó a elegir entre acomodar sus urgencias imperialistas de nuevo y dejar que la UE saltara por los aires.
La llegada a la presidencia de EEUU de Biden continuó y radicalizó la política europea de Trump. Desde el principio de su mandato las sanciones a Alemania como presión contra el NordStream2 y la presión sobre Rusia desde Ucrania, amenazando al Kremlin con eliminar su profundidad estratégica fueron los dos ejes claros de acción de los estadounidenses.
Sí, el gas y las consecuencias de una ruptura del abastecimiento ruso sobre Alemania nunca dejó de estar presente en este juego para todos y cada uno de sus protagonistas. Lo estuvo para Biden quien prometió que Alemania no llegaría a poner en marcha el NordStream 2... delante de un silencioso Scholz. Lo estuvo siempre también para Francia que nunca dejó de recordar que bajo el activismo norteamericano latía un viejo ansia por controlar el mercado energético europeo frente al que había que estar siempre en guardia.
Lo estuvo para todos los competidores de la industria alemana dentro y fuera de la UE. Gran Bretaña y Holanda por ejemplo. Y desde luego lo estuvo en Bruselas, Varsovia, Budapest y las capitales bálticas. Cada uno con intereses y sus cuitas particulares con Alemania, con Rusia o con ambos, y en el caso de EEUU con una estrategia global. Todos eran conscientes del destino hacia el que encaminaban al mundo.
Y Alemania la primera. En abril de 2018, Merkel advertía a los parlamentarios de la CDU que Europa se acercaba a todo motor a una nueva Guerra de los 30 años, señalando el peligro de quedar fuera de la historia europea durante un siglo. «Los próximos años mostrarán si hemos aprendido de la Historia», dijo para cerrar su discurso. Dos meses después, tras el encontronazo con Trump en la cumbre del G7 sentenció:
El orden mundial ha colapsado, o Alemania lidera de modo efectivo a Europa o caerá.
Ni Francia ni Alemania esperaban alivio alguno de la presidencia Biden, pero las contradicciones de sus intereses les impidieron cohesionar y tomar el mando de los imperialismos europeos a tiempo. Menos de un mes después de la jura del cargo Biden estaba apretando el acelerador militarista frente a Rusia como modo de afirmarse frente a ambos.
Biden parece decidido a retomar y acelerar el juego anti-ruso como forma de someter a la UE, tanto desde dentro, como desde fuera.
Primer paso: desplegar bombarderos en Noruega en un movimiento que Rusia solo puede considerar como una amenaza directa.
Segundo paso: ante una eventual respuesta rusa ofrecer a Polonia y otros países un despliegue de cohetería al estilo de la guerra fría.
Está en la agenda del equipo Biden, que se queja de que los europeos no lo quieran ver: Biden quiere actualizar el compromiso nuclear de EEUU, es decir acelerar la nueva carrera del terror global. La renovación de tratado START fue solo un marco parcial de contención.
Biden pisa el acelerador, 13/02/2021
Cuatro meses después, el tour europeo de Biden dejó claro que el gas ruso seguía en el centro de sus objetivos y que las resistencias franco-alemanas a una ruptura brutal con China y Rusia solo iban a llevar a una radicalización de su estrategia con cada vez menos consideraciones hacia los «socios europeos». En agosto, la salida de la Kabul lo hizo evidente.
El fiasco afgano preocupa en Europa no porque vaya a suponer el «fin de la era americana», sino porque ha vuelto demostrar que los EEUU de Biden no tienen más consideración por la UE que la que tenía Trump. De hecho, esta misma semana Biden rompía el acuerdo al que había llegado con Merkel en junio e imponía nuevas sanciones a empresas vinculadas al NordStream2, el nuevo gasoducto que unirá en unas semanas Rusia y Alemania.
Con el ambiente enrarecido por las tensiones de la evacuación y los responsables de la UE acusando al ejército de EEUU de obstaculizar la salida de los europeos y sus colaboradores, medios y think tanks europeos empezaron encargar análisis a un lado y otro del Atlántico preguntándose si realmente pueden dar por cerrada una época de unilateralidad estadounidense y retomar soberanía en el diseño de sus propias políticas imperialistas o lo que había pasado, simplemente, era que el giro hacia China del capital estadounidense les había dejado aún más fuera de juego. (...)
Lo que abre Kabul definitivamente no es «el fin de la era americana», sino una etapa en la que la guerra mundial se reconoce ya directamente como el horizonte y en la que veremos un nuevo rosario de guerras regionales muy internacionalizadas, un agravamiento de las tendencias hacia la guerra comercial y el proteccionismo -en buena parte desarrolladas a través del «Pacto Verde»- vendrán acompañadas de una renovación ideológica cada vez más abiertamente unida a la perspectiva del encuadramiento de los trabajadores para el esfuerzo de guerra.
¿Es Kabul el «fin de la era americana»?, 25/08/2021
Resumiendo: todos lo vieron venir. EEUU presionó cada vez más, pasando del chantaje económico trumpista a la presión militar y la radicalización bélica bidenista. Y Francia y Alemania se demostraron incapaces de articular sus intereses imperialistas para frenar el carro que avanzaba para arollarles desde Washington. Fueron incapaces de ir más allá de constreñir, con un coste económico creciente, a los estados miembros de la UE alrededor de Bruselas elevando cada vez, con una centralización a medias, las contradicciones de su propia zona de influencia imperialista directa.
Por eso su respuesta a la presión estadounidense ante una crisis en Ucrania previamente alimentada desde Washington, se organizó en torno a las sanciones. Era la forma de seguir a EEUU para evitar una pérdida total de la apariencia de liderazgo intra-europeo y al mismo tiempo evitar enfrentarse directamente con Rusia. Pero jugársela a los únicos mecanismos de bloque que habían sabido construir en la UE, las mutualizaciones, ahora en forma de sanciones y guerra económica, era tentan el desastre.
La UE ha aprobado finalmente el paquete de sanciones que amenazaba con ser «demoledor». No lo es tanto. Las potencias europeas han descubierto que ya no basta el control de los mecanismos financieros y el acceso a los mercados para gobernar el continente. La clase dirigente de la Rusia de hoy, con el respaldo de China, no tiene el grado de dependencia de la UE que tenía la de Grecia en 2015.
UE: De las sanciones «entre amigos» al militarismo descarnado, 25/02/2022
Así que, al comprobar su escaso impacto en Moscú, no sólo no se detuvieron para evaluar los costes autoinfligidos por las sanciones, sino que celebraron el «éxito» de haberlas consensuado por unanimidad y las redoblaron -van ya por el séptimo paquete-, complementándolas cada vez más con ayuda militar directa.
Para mantener una mínima posición frente a EEUU sin enfrentarse directamente a la estrategia estadounidense, pasaron de darse un tiro en el pie a pegarse siete y entrar en una espiral militarista subordinada a Washington tras haber sido incapaces de coordinarse para afirmar una alternativa imperialista común que mantuviera a EEUU a una mínima distancia.
No fue una espiral inconsciente. La propaganda machacona sobre «el chantaje ruso» y la histeria de las consignas de Bruselas -como el inolvidable «Rusia es culpable» de Von der Leyen, con sus ecos históricos inevitables- demostraba que sabían muy bien hacia dónde estaban yendo y qué podían esperar que pasara.
Pero así es el juego imperialista: para Berlín y París se trataba de mantener a toda costa la gallina de los huevos de oro del mercado UE sin separarse abiertamente de EEUU. Para Rusia, de elevar de plano las contradicciones entre las dos principales potencias UE y la estrategia de Washington. Para Biden y su equipo, de rasgar el tejido de dependencias euroasiatico de forma definitiva y devolver Europa a la dependencia.
¿Qué espera en el futuro inmediato?
Comprar carne y otros consumos básicos va a ser cada vez menos accesible para los jubilados
La fractura en el mercado global que se está produciendo y la nueva división internacional del trabajo que emergerá en consecuencia impondrán por sí solas una dinámica convergente con los intereses estadounidenses. No es cuestión ya de años, sino de meses.
Esta misma semana Renault anunciaba que comenzaba su salida de China. Y las familias propietarias de VolksWagen destituían a Herbert Diess. Diess representaba la principal voz a favor del mantenimiento de las inversiones alemanas en China dentro del capital alemán. Pero la gran industria de automoción alemana empieza a darse cuenta de que o la UE fija barreras y protege su «mercado natural» o el mercado del coche eléctrico puede ser copado por empresas chinas desde el primer momento en todo el continente.
Esa conversión de Europa de nuevo en una gran isla en el extremo oriente del archipiélago estadounidense, una vez rota su integración con Rusia y China, va a acelerar la estrategia de absorción de los Balcanes Occidentales en la UE, lo que muy probablemente reanime focos de tensión imperialista con Rusia en regiones como Bosnia y viejas batallas por el poder entre la clase dirigente de Serbia o Bulgaria.
Pero lo más importante de la nueva «expansión balcánica» no es sólo su integración en un nuevo mapa de conflictos en el que África y algunos enclaves de América del Sur como Malvinas, que volvió a primera línea global de la mano de Biden al mismo tiempo que Ucrania, se sumarán a la lista de nuevos puntos potencialmente calientes en Asia y Oceanía.
La expansión balcánica vendrá a reforzar y homogeneizar aún más a la baja una nueva situación de los trabajadores en el continente. Evidentemente la erosión en las condiciones vitales mínimas causadas por la inflación y la extensión de los contratos «zero hours» en los que el contratado no necesariamente trabaja ni cobra, como los nuevos contratos «fijos discontinuos» en España, no va a revertirse, sino extenderse y agravarse. El resultado previsible es el mismo que el producido por el original británico: un aumento sostenido de la pobreza laboral.
Especialmente en el Este y Alemania, donde la incapacidad de los ingresos de muchos trabajadores y pensionistas para pagar la calefacción este invierno va a marcar un nuevo impulso a la precarización general de las condiciones de vida y trabajo.
Por eso cada vez será más común que los jubilados en toda Europa, como ya ocurre en Gran Bretaña, tengan que buscar trabajos más o menos en negro, más o menos a tiempo parcial para complementar unos ingresos con los que ya no podrán ser siquiera el último recurso familiar... y posiblemente ni siquiera comer carne un par de veces a la semana vista la evolución de los precios, que no va sino a agravarse con las nuevas medidas del Pacto Verde.
A la vuelta de agosto Europa entrará de lleno en una nueva época resultado directo del desarrollo global de la guerra como parte del juego cada vez más directo entre los primeros espadas imperialistas y de la ruptura a hachazos del tejido de dependencias e intercambio comerciales entre la UE por un lado y Rusia y China por otro.
No va a ser fácil para los trabajadores. Sobre todo si no son capaces de plantar cara colectivamente por sí mismos al nivel y de las formas que la situación histórica exige. Es para eso para lo que debemos organizarnos. Y cada vez es más urgente.