Europa campo de batalla
EEUU juega cada vez más abiertamente sus cartas en Europa
Las presiones sobre Alemania para evitar la puesta en marcha del gasoducto NordStream 2 no son el único frente en que la diplomacia de EEUU intenta torcer el brazo de los capitales europeos. Hoy mismo se publicaba la respuesta del gobierno de Pekín a la noticia de que Chipre se unía a la iniciativa estadounidense para desacoplar a sus aliados de la tecnología china. Grecia, la influencia mayor en el pequeño estado insular, aun intenta hacer equilibrios, a fin de cuentas sus principales puertos y buena parte de su inversión estratégica en logística terrestre dependen de la alianza con Cosco y los fondos chinos. Pero la constante presión turca aconseja a la burguesía greco-chipriota a ceder ante EEUU al menos en el frente tecnológico de la guerra comercial.
Las presiones sobre los países europeos para excluir a Huawei no son nada nuevo. Lo que está sucediendo ahora es una decantación: España y Portugal, que como Grecia tienen sus principales puertos en manos chinas, desoyen a Washington, mientras más de uno de los llamados frugales sigue a raja tabla el argumentario norteamericano. Suecia, esta misma semana prohibió el uso de tecnología Huawei y ZTA en su red 5G.
Pero lo que más preocupa y molesta a las burguesías europeas es la intervención estadounidense a través de fuerzas políticas populistas y ultranacionalistas. La contundencia de la ruptura entre PP y Vox en España como escena final de la moción de censura contra Sánchez es solo una manifestación local y relativamente tranquila de un fenómeno mayor.
En Italia, las algaradas y las escenas de guerrilla urbana en Nápoles, coreadas por las violencias callejeras de la extrema derecha en Roma pueden marcar un punto de inflexión similar. Ayer, el último Agnelli -tataranieto del fundador de Fiat- apuntaba directamente a Salvini entonando un basta ya tras el que es de esperar que se encuadre buena parte de la burguesía italiana.
Turquía y la violencia islamista en Europa
No es ninguna novedad la estrategia turca, financiada en buena parte por Qatar, de alimentar el crecimiento de los Hermanos Musulmanes como pilar de su propia estrategia imperialista. En Europa los Hermanos han sabido apostar por adaptar ellos mismos el discurso multiculturalista y ghethizador del mundo anglosajón -que cala profundo en Alemania y Holanda- para crear su propio racialismo, alimentando el delirio indigenista universitario y la escasa capacidad de la izquierda identitarista (Melenchon, Podemos, etc.) que, marcada por las categorías y estructuras discursivas del feminismo, carece de herramientas para enfrentarlo siquiera testimonialmente.
Era desde luego la estrategia más acertada para reproducir en Europa un fenómeno que viene produciéndose en el mundo árabe desde hace casi una década: la transferencia de simpatías y recursos del jihadismo al viejo islamismo de los Hermanos Musulmanes. El resultado, generosamente financiado desde Qatar y Ankara, es ese separatismo que Macron, cínico como el solo, intenta señalar como causa de la descomposición de las barriadas cuando en realidad es el beneficiario de la pauperización y la discriminación impulsadas desde el propio estado. Los brotes de violencia de estas semanas, desde el asesinato de Samuel Paty a las amenazas de decapitación en Lyon están dejando ver los puentes biográficos y las complicidades profundas entre el salafismo superviviente de los años de guerra en Argelia y la burocracia barrial alentada alrededor de las mezquitas por los Hermanos Musulmanes.
Macron ha relanzando ahora su reconquista republicana y respondido al asesinato de Paty con la disolución y represión de los grupos en la periferia de los Hermanos.
La prensa y la televisión francesas -e internacionales- invisibilizan el papel central de la organización islamista en estrategia de confrontación del estado francés. Al hacerlo invisibilizan también los lazos de los Hermanos Musulmanes con el imperialismo turco y su papel desde Libia hasta China pasando por Grecia, donde intenta encuadrar a la minoría musulmana turcófona de Tracia con ayuda de Ankara. La razón es que temen que hacerlo legitimaría a Erdogan como actor en la política interna.
Porque la verdad es que Erdogan cada vez más abiertamente intenta presentarse como el portavoz de los musulmanes europeos. Lo ha hecho esta semana en Alemania acusando a una redada policial en una mezquita de Berlín de estar motivada por la islamofobia y el racismo, el mismo argumento que los grupos controlados e influidos por los Hermanos Musulmanes han repetido hasta la saciedad.
Tampoco ha quedado callado frente a la belicosidad del estado francés contra sus apadrinados. Llamó islamófobo y enfermo mental a Macron por reivindicar a los dibujantes de Charlie Hebdo en el homenaje a Paty. Las quejas francesas y la retirada del embajador francés en Ankara solo sirvieron para subrayar que todo ataque contra los Hermanos en Francia se traduciría en tensión político-militar internacional.
Por si no quedaba claro, Hamas, la rama palestina de los Hermanos Musulmanes, organizó una manifestación frente a la embajada francesa en Israel y la red completa de la Hermandad organizó en tiempo récord un boicot a los productos franceses. Este boicot en realidad solo tendrá impacto real donde se apoya en el estado (Turquía y Qatar, aunque también Irán por sus propios motivos propagandísticos), pero ha bastado para mandar una señal a los gobiernos de Jordania, Egipto y Kuwait, encuadrados con Arabia Saudí y EEUU, donde los Hermanos son parte del underground y organizan la resistencia islamista a sus respectivos gobiernos. Señal de los Hermanos frente a esos gobiernos de que tienen cierta capacidad tractora a pesar de la clandestinidad, pero también señal de Turquía a una Arabia Saudí cada vez más beligerante contra Ankara que espera cobrarse todavía el daño recibido con el affaire Khashoggi.
Lo que es claro es que la relación entre Turquía y los Hermanos es cada vez más abierta y se extiende a entornos salafistas, a los que el erdoganismo arma incluso dentro de la propia Turquía. La perspectiva a dia de hoy es una injerencia cada vez mayor dentro de Europa, agitando el árbol salafista y recogiendo las nueces con toda la pléyade de grupos racialistas, mezquitas y centros sociales controlados por los Hermanos Musulmanes. Erdogan necesita compesar la pérdida de peso en Libia y electrizar en una causa global a una burguesía turca que se plantea de nuevo si realmente la estrategia imperialista del gobierno le sale a cuenta.
Europa como campo de batalla imperialista
Europa no es solo ya un campo de batalla en la pugna imperialista por colocar capitales entre China y EEUU. De manera alarmante, otras potencias llevan sus conflictos con los capitales europeos a su propio territorio. Desde Rusia que tiene una larga trayectoria financiando desestabilización e incluso entrenando milicias, hasta EEUU que juega abiertamente a insuflar vida a una extrema derecha hecha a su imagen y semejanza, desde Vox en España a los ultras italianos pasando por las manifestaciones negacionistas en todo el continente. Y por supuesto, Turquía.
El incremento de las tensiones imperialistas llega así, bajo la forma de inestabilidad, a la UE. Solo son las primeras señales. Los rivales y competidores de los capitales europeos están tomando posiciones, azuzando los conflictos entre los distintos capitales nacionales al tiempo que juegan a cabalgar las revueltas de sectores concretos de la pequeña burguesía, desde los tenderos e imanes de las barriadas francesas a los hosteleros y ultras de Napoles y Roma. Agravan el caos creado por la clase dirigente de cada país esperando pescar oportunidades en el río revuelto. Frente a los trabajadores todos los estados, todas las burguesías, todos esos movimientos de tenderos y pequeñoburgueses airados, están en realidad en el mismo bando, el bando que agrava la pandemia alimentando la matanza. Representan distintas expresiones de la misma barbarie histórica, la misma trituradora, la misma masacre diaria. Son solo distintas formas del mismo caos, el caos de un sistema que solo puede sobrevivir a costa de la sociedad humana que parasita.