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Contra la ética de los cuidados

04/05/2021 | Crítica de la ideología

La ética de los cuidados ha pasado de la teoría feminista al lenguaje usado por el gobierno en la gestión de la pandemia y por los partidos en los argumentos electorales. Cuidados y vulnerables se han convertido en términos al uso, la maternidad de las candidatas en argumento electoral y la vulnerabilidad en sinónimo de la condición de trabajador precario. ¿Qué hay debajo de esta terminología que apunta hacia ideología de estado?

En este artículo

La ética de los cuidados se hace mainstream

La ética de los cuidados empezó por las definiciones: «médica, madre y candidata»

La campaña electoral en Madrid ha sido aun más infame de lo habitual. Las cartas con amenazas a algunos candidatos y ministros del gobierno nacional sirvieron para que el cansino y falsario discurso antifascista precocinado por Iglesias y el gobierno Sánchez sacara pecho ante la violencia difusa alentada por el tremendismo y las tentaciones negacionistas del PP madrileño, cada vez más influido por Vox, expresión a su vez de una pequeña burguesía cada vez más frustrada y en deriva.

La mayor novedad de la campaña electoral madrileña fue que una de las principales candidatas insistiera una y otra vez en que era médica y madre de tres críos. El partido de Errejón, vanguardia de la innovación ideológica más reaccionaria, ponía la ética de los cuidados en el mainstream.

Para ello resucitaba los viejos tópicos sobre la feminidad/maternidad amorosa y cuidadora, reforzándolos con un guiño permanente hacia una profesión médica a la que la propaganda pandémica y su conversión en expertos ha dado hipócrita coba.

Poco le importó a Más Madrid que Vox y PP presentaran mujeres. El discurso machacado durante los años de servicio civil obligatorio por la sección femenina de la Falange franquista sobre la existencia de una supuesta ética innata a las mujeres, centrada en el cuidado y el sentido común, volvió a expresarse en toda su estulticia sexista sin pudor ni matices.

A primera vista podría parecer que esta última contorsión del errejonismo hacia la ética de los cuidados no es más que una forma de poner en valor el sistema sanitario y el gasto social tomando una analogía rancia y desafortunada. Pero no. La ética de los cuidados es una construcción ideológica elaborada con una larga trayectoria en EEUU. Y lleva todo el camino de incorporarse a la ideología de estado en España y Europa.

Ética de los cuidados, mercantilización e institucionalización de las relaciones y comunitarias

«Lo personal es político», vieja idea del puritanismo revolucionario del XVII, que reaparece de la mano del feminismo de los 60, es el origen de la ética de los cuidados

El discurso de la ética de los cuidados nace en los setenta como parte de la deriva totalitaria del feminismo de la segunda ola estadounidense. Es un desarrollo más del principio puritano lo personal es político en un marco en el que las mujeres de la pequeña burguesía estadounidense, salidas de universidades tremendamente clasistas, ampliaban los espacios de poder a los que sus madres ya habían tenido acceso en las empresas y el estado.

Hasta entonces el motor principal del feminismo estadounidense había sido salvar la familia pequeñoburguesa y su estatus económico diferenciado frente a los trabajadores, mediante el acceso de las mujeres de clase pudiente a los puestos gestores y directivos. En el camino se habían convertido en parte de la ideología de movilización para la guerra y arrasado con las protecciones laborales de las mujeres obreras, arrancadas trabajosamente en el siglo XIX.

En los setenta la tensión entre el modelo de familia nuclear pequeñoburguesa estadounidense y la participación en cuotas de poder corporativo cada vez mayores, se rompe. La mano de obra asalariada doméstica -el servicio- crece en coste más rápido que lo que suben los salarios de los cuadros y representa una parte creciente del ingreso extra generado por los ingresos conjuntos de los conyuges. Mantener el doble papel de administradora doméstica y cuadro industrial, cada vez renta menos y la pareja de cuadros profesionales empieza a tener que dedicar tiempo a la casa y la crianza cotidiana. El servicio se queda en ayuda por horas.

¿Solución? Liberar a la unidad económica familiar pequeñoburguesa del coste en horas de la atención a los niños y el hogar para favorecer su competitividad. Acabar con la base comunitaria de la familia y reconocerla a todos los efectos como unidad productiva... con asalariados. Es decir, mercantilizar aun más. Reconocer las tareas del entorno doméstico, los cuidados, convirtiéndolas siempre en actividades remuneradas, en trabajo asalariado... que habrían de encargarse a trabajadores asalariados o, en su defecto, cobrar los cónyuges en función de su aporte.

No se trata de promover o acelerar un cambio cultural -que ya estaba en marcha- sobre las reponsabilidades de los varones en la crianza y el mantenimiento doméstico, sino de afirmar el carácter mercantil de las relaciones familiares y de pareja. Es la misma época y entorno en el que las nuevas tendencias del feminismo pasan del prohibicionismo tradicional a la reivindicación de la prostitución como trabajo sexual. Una nueva moral feminista basada en la mercantilización extrema está emergiendo.

Pero quedaba aun una cuestión: ¿quién había de pagar esos salarios de los cuidados?

Pretender que lo hiciera el estado sin más, parecía cuando menos utópico, aunque toda una rama de economistas feministas lo defenderá durante décadas. La solución requerirá un argumento un poco más elaborado que llegará desde la Psicología feminista y que permitirá equiparar los cuidados domésticos a los bienes públicos que suministra el propio estado: salud, educación, difusión de valores... El cuidado deja de conceptualizarse como una expresión de lo comunitario para convertirse en una responsabidad personal y pasa a ser... política, institucional... es decir ha de ser garantizada por el estado. Está naciendo el discurso de la ética de los cuidados.

El cambio cultural es al principio marginal, pero visible. Las derivadas sociales de la nueva izquierda estadounidense de los sesenta, abandonan en los ochenta y noventa la lógica asistencial en los barrios. Animados por la ética de los cuidados, comienzan a organizar bancos de tiempo en el que los vecinos intercambian cuidados usando bonos de horas. Se trata de expandir la idea de que las relaciones comunitarias tradicionalmente desmercantilizadas, son ahora bienes intercambiables.

Cuidadores y vulnerables

Bajo la ética de los cuidados, la misma «patria protectora» (el capital nacional) que nos precariza.

Pero la ética de los cuidados al pasar de consigna a política pública genera sus propias categorías. Que no son ni mucho menos inocentes. El paso de estado garante de ciertas condiciones mínimas de explotación -salud, formación, infraestructuras, libertades- al estado cuidador significa concebir la política estatal desde la división de la sociedad en dos nuevos grupos: cuidadores y vulnerables.

La pandemia ha servido al estreno de estas categorías por todo lo alto en España. No es solo marketing y sesgo lingüístico. No son solo resabios peronistas de esos que tanto gustan a Errejón, Iglesias y Sánchez ni la épica cuidadora de un escudo social que resultó ser de cartón. Convertir a los trabajadores, precarizados en masa por los ERTEs y el desempleo, en vulnerables expulsa como parte consciente y activa de la sociedad a la mitad de la población... reconvirtiendo al tiempo a sus enterradores en protectores-cuidadores.

Redefiniéndonos como vulnerables, como una parte del cuerpo social paralizada por la enfermedad de la crisis y la pandemia, la ética de los cuidados orienta toda reivindicación que hagamos a la necesidad de ser cuidados por otros, por médicos de lo social y madres de los vulnerables.

Mónica García, médica, madre y candidata, dedicó su minuto de oro a sus críos, hablándonos a través de lo que deseaba para ellos. Será casualidad, pero el hecho es que es anestesista. Y tras el anestesista, cuando el paciente pierde la consciencia, aparece el cirujano.