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¿Estados Unidos de Europa?

12/12/2017 | UE

Martin Shulz, ex-presidente del Parlmento Europeo y líder del SPD propuso en su campaña un proceso constituyente para Europa. El salto a unos Estados Unidos de Europa en ocho años sonaba a brindis al sol para muchos, pero ha sido aceptado y tomado como política de estado finalmente por Merkel y su ministro de Exteriores. ¿Qué pretende Alemania para Europa?

Adiós al «amigo anglo-americano»

2017 merece ser recordado como el año en el que definitivamente fue enterrado el «Bloque Occidental». Estaba de hecho acabado desde el hundimiento de la URSS, las potencias continentales europeas desde entonces han puesto cada vez más palos en la rueda de EEUU. Las guerra del Golfo, Yugoslavia, el reguero sangriento de guerras civiles en Africa durante los noventa, la guerra de Irak, la de Siria... incluso el teórico frente común en Ucrania, han encontrado a EEUU, Francia y Alemania cada vez más abiertamente enfrentados. Pero se mantenían las formalidades, el lenguaje y sobre todo, las instituciones multilaterales dedicadas al mantenimiento y expansión común de los mercados de libre acceso para los inmensos capitales flotantes «ficticios» de la sobre-acumulación.

El panorama imperialista no era precisamente un lago de aguas estancas. Pero el Brexit primero y la nueva política «proteccionista» de EEUU aumentaron el oleaje abriendo la puerta a una guerra comercial y de divisas. Con Trump abogando abiertamente por el fin del multilateralismo, exigiendo a los países europeos que pagaran cuotas atrasadas de la OTAN y acercándose cada vez más a Rusia, Merkel, en mayo, declaró oficialmente finiquitado el «Bloque Occidental».

En el terreno de la guerra económica Alemania se ha demostrado capaz de imponer sus condiciones y mantener el dominio de la eurozona. Lo vimos en la crisis griega, cuando sacó adelante su programa a pesar del sabotaje americano y de las zancadillas del FMI de Lagarde. Grecia es hoy poco más autónoma que una colonia. Y lo importante, ya no gira sobre Londres sino sobre Berlín y París. Ese uso del aparato institucional europeo se ha puesto a prueba también en el pre-acuerdo del Brexit. Y, desde luego, también aquí queda claro quién va a salir perdiendo en mayor medida.

Sin embargo, Alemania tiene un problema grave para encabezar de nuevo un intento de bloque capaz de competir con EEUU: la magra potencia de su ejército, empezando por estar fuera del club nuclear... lo que le ata a Francia tanto como ata Francia a la energía nuclear. Por supuesto Alemania ha desarrollado formas alternativas de intervención y presencia en el terreno, «diplomacia blanda» a través de ONGs organizadas como política de estado, coordinadas localmente por la embajada y muy bien financiadas. Pero lo que sirve para ganar influencia en el tejido político sudamericano o en las batallas intestinas de la burguesía ucraniana, no es relevante cuando el conflicto imperialista se agudiza. Hace falta una fuerza militar con capacidad real de intervención. Por eso la solución del «problema militar» alemán solo puede pasar por:

  1. La institucionalización de una «defensa europea» donde el poder alemán sobre el aparato burocrático y su financiación, se traduzcan en influencia sobre el nuevo aparato militar conjunto.
  2. Una fusión de intereses con Francia mucho más íntima de la existente hasta ahora. Un alineamiento de intereses que la burguesía francesa, por otro lado, está dispuesta a abrazar si le pone en pie de igualdad con Alemania.

¿Y éso en la práctica significa?

Crear una «OTAN europea». El primer intento, la PESCO, fue una verdadera demostración de fuerza de la proyección del eje franco-alemán en el continente. Solo quedaron fuera Gran Bretaña, uno de sus aliados más estrechos en la UE, Dinamarca, y dos de sus excolonias, Irlanda y Malta. Incluso Portugal, habitualmente un agradecido peón británico, entró en el último minuto. Sin embargo la PESCO está muy lejos de poder ser una alternativa real a la OTAN. Pero es un primer paso y aunque todavía sea frágil, podría llegar a reventarla desde dentro desplazando a las potencias anglosajonas si las batallas internas en Norteamérica duran -y se agravan- lo suficiente.

Fusiones y concentración de capitales. Unir a las clases burguesas francesas y alemanas en un interés conjunto es el eje de la política económica europea que viene. Se trata de un movimiento abierto por supuesto, pero algunas burguesías como la española están cada vez más tensas por las consecuencias de quedar fuera. Y lo harán inevitablemente. De hecho el mayor problema de esta línea de acción, el verdadero legado de Merkel, es que Italia, un peso muerto financiero, puede indigestarse fácilmente y no quieren dejarla fuera, al menos completamente.

¿Una garantía para la paz y el desarrollo social en el mundo?

A los portavoces alemanes se les llena la boca con declaraciones sobre cómo unos «Estados Unidos de Europa» serían los últimos guardianes de la paz y los derechos humanos en el mundo. Es su banderín de enganche en la interna. Pero en la práctica saben que el panorama es cada vez más difícil: la política de EEUU es cada vez más agresiva, la burguesía británica está condenada a luchar con uñas y dientes por un lugar en el mapa imperialista, las fronteras de la Unión cada vez más peligrosas y cada vez con más efectos directos en Europa... y lo serían sin Francia, Alemania y todos los demás, incluso la maltrecha Grecia echando gasolina al fuego.

Si hablamos del Este, el primer problema es que Ucrania es ya, a estas alturas, poco menos que un estado fallido. Tanto es así que Alemania se conformaría ya con una «federalización», es decir una cantonalización al estilo bosnio como forma de llegar a una entente con Putin y frenar el peligroso colapso económico ucraniano. Pero si Ucrania es un problema, aun es peor que Alemania se haya demostrado impotente para disciplinar al grupo de Visegrado: las modestas Polonia, Eslovaquia, Hungría y Chequia que hacen de tampón con Rusia. Y en el panorama actual Visegrado no es el único grupo de países que va a jugar a las alianzas sub-regionales.

Las fronteras Norte y Este están bajo la presión de una Rusia fortalecida por su papel en la guerra siria y sin embargo tremendamente frágil. La burguesía alemana no sabe muy bien si el régimen de Putin avanza o huye hacia delante... lo que hace que su eventual colapso sea para ella aun más preocupante que su expansionismo.

Al Sur las aventuras imperiales de Hollande han convertido a Mali en una yaga gangrenosa que reclama cada vez más recursos y compromiso en un terreno de operaciones más amplio. Por lo que ha tenido que ser «europeizado»: 2018 comenzará con una «cumbre europea con el Sahel» cuyo objetivo declarado es que los estados de la región pongan más carne de cañón a cambio de más fondos.

Para rematar, el triste resultado de la cumbre euro-africana muestra que son Costa de Marfil o Libia y no la «esperanza de la juventud» lo que cabe esperar de la «implicación» de las burguesías europeas, al parecer arrepentidísimas por la colonización de hace un siglo pero orgullosas por el intervencionismo militar de la última década que solo ha servido para multiplicar el caos, la descomposición y la miseria.

Y sobre la «dimensión social» de la Unión Europea ¿qué se puede decir a estas alturas que no hayan mostrado Grecia, Portugal, Irlanda o España?

¿Estados Unidos de Europa?

Sea cual sea la dirección en la que miremos, los «Estados Unidos de Europa» significarían lo mismo: mayor concentración de capitales, mayores tensiones imperialistas, mayores tensiones locales entre el corazón de la burguesía europea y sus pares periféricos. En un momento histórico en que el estado nacional sufre cada vez más fuerzas centrífugas porque no puede aportar bienestar ni siquiera a la pequeña burguesía provinciana que sustentó el neoliberalismo, esta nueva etapa de centralización aumentaría a su vez la tendencia al autoritarismo estatal y no podría sino significar más opresión y aun más explotación de los trabajadores por un capitalismo agotado. Por eso hoy, como hace cien años, los «Estados Unidos de Europa» que se disponen a vendernos como panacea social y pacifista son sencillamente imposibles y su realidad, de vencer la burguesía alemana todas las dificultades, solo pueden multiplicar la pobreza, el caos, los conflictos y la descomposición social.

Desde el punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo, es decir, de la exportación de capitales y del reparto del mundo por las potencias coloniales «avanzadas» y «civilizadas», los Estados Unidos de Europa, o son imposibles o son reaccionarios en el capitalismo.

Lenin. La consigna de los Estados Unidos de Europa, 1915