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Estado de emergencia en Chile

19/10/2019 | Chile

Piñera declara el estado de emergencia en Santiago, zanjando con un llamado al ejército la escalada de algaradas que siguió a la subida de precios del transporte en la capital y la división de los políticos sobre cómo enfrentarla.

El alza del precio del Transantiago, el sistema de transporte urbano de la metrópolis chilena, produjo una inmediata resistencia de los estudiantes el pasado día 7. Durante la última semana miles de ellos comenzaron a colarse en grandes grupos en el metro. Las acciones de la policía y los carabineros para desalojarlos, iniciaron entonces un crescendo de violencia. Al empujar el descontento fuera del subterráneo, la represión no hizo sino extenderlos por toda la ciudad siguiendo las paradas de autobús. Ayer por la tarde ya habían ardido 19 estaciones y 10 buses. La algarada era ya general y los sindicatos del transporte apuntaban directamente las responsabilidades del gobierno nacional.

https://twitter.com/s2metro/status/1185254706576347136

¿Cómo unos disturbios por el precio del transporte en una sola ciudad pueden haberse convertido en crisis del estado?

La crisis política estaba servida. La burguesía y el estado chilenos son, sin duda, los más centralizados de América. Desde los primeros momentos de la lucha por la independencia, la burguesía nacional ha defendido con uñas y dientes una centralización política extrema. Solo así pudo expandirse desde su territorio original hasta dominar una estrecha franja de casi 6000 kilómetros de Norte a Sur. A sangre y fuego, mantuvo la cohesión de sus propias filas y garantizó que el capital se concentrara alrededor del estado en Santiago sin tentaciones centrífugas. Lo que originalmente fue una forma de «atar» el pujante Valparaíso, se convirtió en una nación de territorio improbable. Por eso nunca permitieron que el gobierno nacional cediera la decisión sobre ninguna infraestructura de transporte a administraciones locales. Para cambiar una parada de autobuses en Valdivia, 850km al Sur, hace falta una decisión del ministerio en la capital.

Y así, cuando la red de transporte de Santiago, que ocupa buena parte de la labor de uno de los principales ministerios del gobierno, se convirtió en inmanejable por la protesta dispersa y se anunció el cierre durante el fin de semana, la crisis estaba servida y la responsabilidad caía directamente en la Moneda. El incendio del edificio de la eléctrica Enel, la antigua Endesa, buque insignia de la íntima unión entre la burguesía local y los capitales globales, fue el detonante final. En un ambiente nocturno apocalíptico, con la Alameda en algarada, Piñera declaraba el estado de emergencia en Santiago y Chacabuco.

¿Qué hay debajo?

El salario mínimo en Chile que, como en todo el mundo, es cada vez más común, es de 301.000 pesos, es decir, unos 380€. El billete de dos viajes al día, de lunes a viernes, lo mínimo para ir y volver a trabajar, es de 33.200 pesos, unos 42€. En economías familiares que están al límite, es obvio que la subida es un ataque directo a sus posibilidades de supervivencia. Además, aunque la tarifa haya subido menos que el salario medio, Chile, uno de los países con más desigualdad, está en una dinámica de «salarios en U» desde antes que Europa. Es decir, los trabajadores de cualificación media y los jóvenes tienden a concentrarse en torno al salario mínimo y las subidas del salario medio a localizarse en los percentiles más altos, los de la pequeña burguesía corporativa.

Es decir, el precio del transporte capitalino no solo afecta a un porcentaje importante del salario, es que afecta directamente y más al sector mayoritario y más precarizado de los trabajadores. Por eso, han sido los sindicatos portuarios los primeros en intentar canalizar la protesta difusa, aun antes que las organizaciones estudiantiles.

Porque, no lo olvidemos, las algaradas y la violencia explosiva pero difusa que ha acabado en el estado de excepción ha estado protagonizada por los estudiantes. Estos no se han visto especialmente tocados por la medida porque tienen una tarifa reducida por la que los mismos trayectos significarían 9.200 pesos, solo 11,60€. ¿Por qué la explosión entonces? ¿Puro deporte estudiantil? En realidad, con una enseñanza superior privatizada y cara, la deuda estudiantil se ha convertido en el elefante en la habitación del sueño neoliberal chileno de ascenso social a través de los estudios. Un elefante de 7.657 millones de dólares al que se invisibiliza -imposibilitando hacer pública la morosidad individual por ejemplo- pero al que no se enfrenta.

Para acabar el cuadro, tenemos una burguesía cada vez más tocada por la guerra comercial, que se acerca a China económica y estratégicamente mientras azuza al Brasil de Bolsonaro a constituir un bloque regional imperialista delegado de EEUU... y a la que con todo, incluido el «empujón chino», no le salen las cuentas. Así las cosas, las «reformas» de Piñera, desde las pensiones a la jornada laboral, buscan ante todo estabilizar sin grandes costes un horizonte que se antoja económicamente difícil para el capital y socialmente explosivo. El antecedente de la crisis mapuche y la declaración del estado de excepción hoy sin embargo, nos avanzan que conforme aumente el malestar social, más violenta y disciplinaria será la respuesta de la clase dirigente. Más... en su tradición de dominio.

¿Qué hacer?

De nada sirve situarse en el terreno algarada-represión, tradicionalmente confortable para una burguesía feliz de enfrentar la lucha de clases como un problema técnico militar. En la fase actual estamos viendo una verdadera proliferación de revueltas. Algunas directamente tomadas por la pequeña burguesía y los cacicazgos locales, como Ecuador o Cataluña; otras como Irak u, hoy mismo, Líbano, apuntan preocupaciones de clase emergentes bajo el batiburrillo informe de un «tomar las calles» interclasista, sin organización, consigna ni asamblea. Toca, como hace un año en Irán y Túnez, sacar lecciones, animar con todas las fuerzas la organización de asambleas y pasar de las algaradas estudiantiles a las «huelgas de verdad» organizadas en asambleas abiertas de trabajadores que arranquen exigiendo desde ya la gratuidad del transporte público y la educación.