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¿Está iniciando Turquía una guerra mundial?

25/01/2018 | Turquía

Comenzamos 2018 con EEUU anunciando la creación de una «zona de seguridad» en la frontera sirio-turca sobre la base del YPG-PKK kurdo... lo que precipitó un previsible despliegue militar turco. En 1984 el PKK abrió una cruel guerra contra el estado turco que, plagada de matanzas y crímenes contra la Humanidad por ambos bandos, ha costado la vida a entre 25.000 y 30.000 personas, buena parte de ellos, especialmente durante los primeros diez años, campesinos kurdos de zonas rurales y políticos kurdos de zonas urbanas que no aceptaban la hegemonía del nuevo poder de Ocalan y la instauración de su culto a la personalidad. A lo largo de su historia, el PKK se apoyó en diferentes etapas en vecinos y rivales de Turquía manteniendo simultáneamente campos y bases militares en la Siria del padre del actual AlAssad y en el Irán de los ayatollahs. El PKK, que se financió durante años encauzando el tráfico de heroína hacia Europa, llegó a ser aliado al mismo tiempo de China y de Gadaffi, del IRA y de «Sendero Luminoso». Resumiendo: al PKK todo le valía con tal de establecer un territorio en Turquía y a todos valía el PKK con tal de desestabilizar al gigante otomano. Por eso, desde la mirada del estado turco, la jugada americana de hoy se percibe de una forma similar a la que tendría el estado español si, tras una guerra civil en Francia, EEUU decidiera «asegurar la frontera» del Pirineo Atlántico con una fuerza de 3.000 etarras.

El juego Ruso

Hace menos de una semana, todavía había quien confiaba en que Rusia evitaría una ofensiva militar turca. Pero Rusia estaba ya en otros cálculos. Por un lado, su alianza con AlAssad comenzaba a debilitarse con la paz, inclinándose éste cada vez más hacia el agresivo y conflictivo poder militar de Irán y sus aliados del Hezbollah libanés desplegados en el terreno. Por otro, expulsar de Siria a EEUU empezaba a considerarse en Moscú un objetivo viable si se reforzaban las capacidades militares del aliado otomano.

Erdogan, una vez obtenido el apoyo ruso, podía darse por objetivo no solo un golpe decisivo al viejo enemigo, sino incluso un alivio a la presión de los refugiados sirios para su economía. El plan ahora es crear en el hasta ahora cantón kurdo, un micro-estado tampón con refugiados sirios.

Con ese objetivo, aunque AlAssad protestara y apoyara pasivamente a los kurdos, dándoles libre paso por sus regiones, el avance turco no buscó el enfrentamiento directo sino que ganó rápidamente las zonas fronterizas sin enfilar decididamente hacia Afrin, sino, al parecer, hacia Manbij

El problema es que si el ejército turco obtuviera el control de Manbij, supondría de facto la expulsión de EEUU como protagonista sobre el terreno en Siria, precipitando posiblemente una escalada militar que todos parecen dar ya por hecha.

¿Hacia dónde se puede extender la guerra?

La mirada imperial de Erdogan va mucho más allá de unos cuantos kilómetros al Sur de su frontera. Durante los últimos meses ha desarrollado una intensa actividad diplomática que ha culminado con una alianza con Sudán y una base militar en el Mar Rojo. Se adelantaba así a las posibles tentaciones saudíes de ayudar a los kurdos o de posicionarse demasiado abierta o activamente con EEUU, una vez Qatar mostrara su apoyo a la ofensiva. De paso, «volver» al Mar Rojo a más de un siglo del hundimiento del imperio otomano, tiene un valor simbólico para el neo-nacionalismo conservador turco tan importante como la anexión de Crimea pudo tenerlo para la base social de Putin.

El problema es que, conforme se desarrolla la guerra en la frontera con Siria, crece la tensión entre un Egipto dependiente de EEUU y un Sudán envalentonado por su alianza con Turquía. El Mar Rojo más que Irak es la vía de extensión internacional de este nuevo episodio de la guerra siria. Pero sería demasiado inocente pensar que un conflicto a escasos kilómetros del Mediterráneo no va a afectar también a Europa. Ayer mismo Tsipras alertaba en Davos sobre el peligro de un «vecino agresivo» como Turquía del que depende en buena medida la llegada masiva de refugiados sirios, moderando las primeras reacciones alemanas.

¿Hay algo progesista aquí?

Los sicarios habituales, pagados o enamorados por la propaganda rusa, están un poco perdidos. Llevan demasiado tiempo cantando loas al régimen criminal de AlAssad como para poder ahora cambiar el eje tan rápidamente como Putin. Los «libertarios» que llevan años ya vendiendo los campamentos militares del «Sendero turco» en un ejemplo de socialismo antiautoritario, feminismo, confederalismo y no se sabe cuántas cosas, se ven teniendo que explicar cómo el monstruo de ayer es el padre protector de hoy.

Vamos a ver este tipo de cosas con harta frecuencia en los próximos años. Todos los estados -y aspirantes a la estatalidad- son imperialistas en la era actual, todos se comportan como hienas. Y en ausencia del poder abrumador de un jefe de bloque como fueron la URSS y EEUU durante la Guerra Fría, las alianzas van a ser volátiles y cambiantes, sucediéndose las «traiciones» y los cambios.

Pero no cabe engañarse, no hay un lado «menos malo» que el otro. Todos tienen ahora su apuesta en la limpieza étnica, todos siguen y seguirán causando desastres horrendos. Ninguno va a traer paz, prosperidad ni nada parecido. Al revés, todos y en primera línea Europa, empezando por Francia, van a azuzar la guerra según sus propios intereses, instrumentalizando los crímenes de unos y otros para encubrir los propios y avanzar en sus propias agendas imperiales. No cabe esperar otra cosa.

Esta guerra no es un fenómeno local, un rifi-rafe fronterizo ni una batalla lejana. Es una expresión más de una tendencia general que expresa la incapacidad del capitalismo para ofrecer una alternativa distinta al colapso, la miseria, la guerra y la rapiña. Por eso debería preocuparnos. Por eso debería alentarnos y servirnos para recordar qué importante es enfrentar aquí y ahora, los ataques del capital y el estado, tanto en lo material como en lo ideológico, tanto los que se traducen en precarización como los que nos venden nacionalismo y ardor guerrero.