La España Vaciada y la renovación del aparato político
La aparición de una plataforma electoral de la «España Vaciada» es vista con esperanza por todo un sector de la burguesía española con el gobierno Sánchez a la cabeza. Este nuevo «Partido Agrario», esperan, serviría para erosionar el poder parlamentario de nacionalistas regionales, independentistas y hasta de la extrema derecha. El PP en cambio es más que reticente a perder una parte de su base entre la pequeña burguesía rural.
La crisis del aparato político español, el Parlamento de 2019 y la estrategia Sánchez
Volvamos al Parlamento surgido de las elecciones de noviembre de 2019. Sánchez se prepara para un gobierno de coalición con Podemos. Basa su investidura en el apoyo de nacionalistas e independentistas vascos y catalanes. Trata de recuperar «gobernabilidad» para el viejo aparato político del 78, llevado a pique por la revuelta de la pequeña burguesía catalana, a base de un programa de cesiones a la pequeña burguesía regional.
Su apuesta es ponerse cuanto antes manos a la obra con la «hoja de ruta» del capital español, paralizada desde el 1 de octubre de 2017.
La famosa «hoja de ruta» tenía una dimensión político institucional: renovar el aparato político para conjurar el poder desestabilizador de la revuelta centrífuga. Pero su núcleo era encarar las urgencias de un capital nacional ya muy tocado en su acumulación por la guerra comercial global y la debilidad del imperialismo español en Europa y América del Sur. Básicamente: reducir el coste de la mano de obra y convertir las pensiones en un nuevo terreno de acumulación.
En lo que hace a la reforma del aparato político, Sánchez apuesta por «el diálogo», es decir, por evitar difíciles cambios estructurales hacia la centralización a cambio de un apoyo inestable pero suficiente. Traducido: ceder en presupuestos, indultos y en general, en cuanto pueda... aunque sin salirse de la letra de la Constitución.
Espera con eso poder centrar el gobierno en los proyectos de fondo que apuntan directamente a los objetivos del capital nacional: concentrar salarios en torno al SMI por nuevas vías, la reducción de costes de pensiones a corto, la «mochila austriaca» a medio y la implementación del Pacto Verde, con una vicepresidencia y ministerio propio, en el horizonte de legislatura.
Pero es una apuesta más que arriesgada. Los números del Parlamento expresan que la revuelta de la pequeña burguesía territorial está lejos de amainar. Y como símbolo último de la fragmentación en ascenso, el diputado de «Teruel Existe», el primer partido «provincialista» en entrar en el Parlamento y símbolo de la «España Vaciada».
¿Qué muestran los resultados de las elecciones de ayer? Una verdadera explosión de partidos independentistas, nacionalistas, regionalistas y hasta provincialistas que dejó un parlamento con 18 partidos, 13 de los cuales no se presentaban en todo el territorio. Si sumamos todos los partidos regionalistas con los representantes de Vox -su imagen especular por ser el «partido anti-autonomías»- inflado como ellos por la crisis catalana, salen 102 diputados.
El «partido de la pequeña burguesía en revuelta» sería el segundo en número de representantes. Lejos de acercarse a la «gobernabilidad» y de poder reformar la estructura territorial o al menos, la ley electoral, Sánchez ha abierto las puertas aun más para que el Parlamento se convierta en una traba en la «hoja de ruta».
El aparato político español vuelve al borde del colapso, 11/11/2019
Los turolenses, al igual que las principales fuerzas independentistas y nacionalistas regionales, dieron su apoyo en la investidura a Sánchez. Ganaron a cambio la promesa de nuevas infraestructuras y un plan estratégico para la «España Vaciada». La expresión parlamentaria de la revuelta territorial de la pequeña burguesía daba frutos y se alimentaba a sí misma.
La explosión de la pandemia catalizó esta confluencia en principio inestable y difícil, si no imposible, dando la razón a Sánchez. El gobierno no solo cedió la gestión de las medidas sanitarias a los gobiernos regionales -centrados en salvar a sus pequeños propietarios antes que en parar la matanza- sino que les entregó el 50% de los fondos de recuperación llegados de la UE.
La versión Sánchez de la «hoja de ruta» demostraba dar frutos para la pequeña burguesía localista en todas sus expresiones. «Hemos conseguido más en dos años que en 20», declaraba satisfecho este fin de semana el portavoz de una de las plataformas de la «España Vaciada»
A cambio, el gobierno PSOE-Podemos-IU ha podido contar con las fuerzas de la revuelta pequeñoburguesa para atacar salarios, pensiones y condiciones de trabajo y mantener una narcótica pasividad en el ataque brutal que el Pacto Verde ponía en marcha.
La España Vaciada o el partido agrario
A principios de este mes, con nuevas elecciones ya a la vista dentro de un año, empezaron a prodigarse encuestas que aproximaba qué pasaría en el Parlamento si las distintas plataformas de la «España Vaciada» presentaran una candidatura común ampliando la representación de «Teruel también existe».
Un par de semanas después, cuando el gobierno y los partidos han hecho bien sus cuentas, la campaña de promoción se ha vuelto evidente. Este fin de semana, con la excusa de una reunión de plataformas de la España Vaciada, se han prodigado los reportajes en la televisión pública, El País llamaba admirativamente al movimiento un «15M rural» y hasta les dedicaba un editorial lamentando el «fracaso colectivo» que suponía que los viejos partidos del 78 no hubieran sabido dar respuesta a la España Vaciada hasta ahora.
La idea encandila en el PSOE porque no toca su base electoral. En cambio, el PP de Casado y su entorno periodístico, tan poco dado a sutilezas y perspectivas amplias, se ha puesto en contra virulentamente. Los lugartenientes del líder conservador llaman a la plataforma de la España Vaciada «marca blanca» del PSOE y sin ir más lejos, el ABC lo secundaba presentándolos como una creación de Sánchez.
¿La realidad? Un grupo parlamentario de la «España Vaciada» sería, por mucho que El País saque de paseo a los mineros prejubilados hace 20 años en Almadén, un partido del «caciquismo 2.0»: la pequeña burguesía agraria en todo su esplendor, asegurando redes clientelares y manteniendo el valor de la tierra a toda costa a base de promociones para teletrabajadores y empresas estatales deslocalizadas.
Evidentemente molesta a corto al PP, pues le priva de una base electoral con la que tradicionalmente contaba y le hace aún más difícil obtener mayorías por sí mismo. Pero si se acepta que la fragmentación parlamentaria y los gobiernoz de coalición son la «nueva normalidad», en realidad, a medio plazo le conviene también y por lo mismo que al PSOE y en general al aparato del estado.
¿Puede venir la renovación y estabilización del aparato político de la burguesía española de la España Vaciada?
Y es que el entusiasmo por la aparición de esta nueva fuerza entre los medios no es inocente. Desde el punto de vista del estado, la emergencia de una fuerza de la «España Vaciada» significa llevar la revuelta pequeñoburguesa al cómodo terreno de las dotaciones presupuestarias, dejando al margen las exuberancias ideológicas y la vocación de ruptura del estado de nacionalistas e independentistas.
Pero para que eso se materialice de manera realmente operativa para los intereses del estado, el partido de la España Vaciada necesita algo más que rascar votos en las provincias del interior aprovechando el sistema electoral. Necesita poder erosionar la representación rural del nacionalismo catalán, tal vez incluso la del gallego y la de Vox al mismo tiempo.
Dicho de otra forma, necesita demostrarse más capaz que ninguna fuerza nacionalista -regional o españolista- para captar rentas y distribuirlas entre intereses que a día de hoy están ligados mayoritariamente a la pequeña propiedad agraria.
Pero el sector primario es el gran perdedor de la acumulación... y por eso, la pequeña propiedad está en el punto de mira del Pacto Verde. Dicho claramente: sin concentración de propiedades el capital no tiene cómo colocarse de forma rentable en la España Vaciada.
Si la burguesía española quiere utilizar a las expresiones políticas de la pequeña burguesía agraria bajo el discurso de la España Vaciada, o «suelta presa» en el campo -dificultando la competitividad del sector agroindustrial exportador- o se mete de cabeza en una nueva contradicción. Así que es más que posible que los que hoy acarician el lomo de los caciques provinciales animándoles a la aventura, mañana se lo partan si realmente se comportan como lo que aspiran a ser, el partido de la pequeña propiedad agraria.
Los trabajadores, eso sí, tampoco debemos sentir ninguna pena. Si algo caracteriza a los intereses agrarios es la exigencia de poder pagar salarios por debajo del mínimo legal a jornaleros y temporeros. A partir de ahí ya sabemos lo que podemos esperar de ellos.