España camino de una nueva matanza
En toda Europa la situación pandémica es más que preocupante. En Alemania la prensa asegura que la pregunta ya no es si habrá una segunda ola, sino cuántas olas habrá, cómo de dramáticas serán y cómo las personas pueden protegerse mejor, mientras augura una oleada de quiebras. En Francia el horizonte de un nuevo confinamiento en otoño ya se ha quedado corto y las huelgas en hospitales, exigiendo camas y medios se extienden por todo el país y se hacen indefinidas. Pero España se lleva la palma: 3.775 nuevos casos en las últimas 24 horas y 131 fallecidos en la última semana. Si la cifra no impresionara lo suficiente, los titulares hablan solos: el número de muertes se ha multiplicado por 11 en un mes y las residencias de mayores están en riesgo máximo esperando ya una segunda oleada. España es el país europeo con más contagios en agosto y el país del mundo con mayor incidencia en función de la población. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí y por qué no hacen nada para evitar llegar a otra matanza?
El tema de este artículo fue elegido para el día de hoy por los lectores de nuestro canal de noticias en Telegram (@communia).
De aquellas prioridades, estos muertos
Es cuestión de prioridades, obviamente. Y no es casualidad que el presidente y el gobierno intenten disfrutar de vacaciones sin el más mínimo pudor. Desde el principio de la pandemia la prioridad ha sido salvar las inversiones. Y eso es lo que les recuerda ahora la CEOE. La consigna de gestores empresariales y políticos es que en otoño no puede haber otro confinamiento... caiga quien caiga. La consejera vasca de economía lo dijo con bastante claridad: con un nuevo confinamiento seguramente moriría menos gente pero... la economía se moriría. Las inversiones tienen prioridad sobre las vidas para esta gente. Es evidente que el modelo anhelado por la burguesía europea es el de Trump o Bolsonaro, les da igual que la pandemia se desboque si la rentabilidad se recupera y los mercados especulativos suben.
Los brotes de hoy son la consecuencia de haber acabado los confinamientos antes de tiempo y sobre todo de haber intentado salvar las inversiones en hostelería y turismo a toda costa, cerrando los ojos y vendiendo una seguridad que no existía. Paradojas previsibles: al abrir sin control lo único que consiguieron fue acumular vetos de viaje y cuarentenas obligatorias. Resultado en menos de dos meses: 54 millones de clientes extranjeros menos en 2020 y una buena cantidad de enfermos y fallecidos más de los inevitables. Ahora el gobierno saca un nuevo plan y promete reinventar el sector cuando se haya vencido al covid. Pero... ¿no era que se abrían las fronteras a los turistas porque ya había pasado lo peor y vencido lo más duro de la pandemia? ¡¡Si hasta organizaron un homenaje/funeral de estado a los muertos para poner cierre a la epidemia como si no fuera a haber más!!
¿Vuelta al cole?
En España las clases comienzan en septiembre... cuando no se puede esperar otra cosa que un nuevo pico de la epidemia. Las gobiernos regionales, que ven la que se les viene encima, están pidiendo a las empresas que permitan el teletrabajo a los padres. Llevan razón en sus temores. Los estudios científicos aseguran que los niños son en la mayoría de los casos asintómáticos, pero que contagian a más personas que los adultos enfermos con síntomas. Lo previsible es que al juntar niños de distintas familias y entornos se cree la base para una transmisión comunitaria generalizada. Si a esto añadimos que las medidas de distanciamiento en las aulas recomendadas por el gobierno son un mero brindis al sol, la perspectiva es angustiante. Dejando de lado que la mayor parte de los puestos de trabajo españoles no son digitalizables, lo absurdo de la posición de los gobiernos regionales habla por sí mismo: si saben que abrir los colegios va a generar focos de propagación masivos y se van a ver obligados a cerrar colegios, ¿para qué lo intentan siquiera? ¿Cuántas vidas va a costar fingir normalidad unas semanas más?
Rumbo al desastre, los sindicatos de enseñanza alargaron la ambigüedad cuanto pudieron cuando no descartaron de plano cualquier movilización. Solo cuando las consultas a sus propios afiliados empezaron a mostrar que los maestros y profesores eran masivamente contrarios a la reapertura plantearon la posibilidad de convocar huelgas... eso sí, limitadas de momento a Madrid y bajo un discurso hipócrita de reapertura segura similar al de sus congéneres estadounidenses.
Para salvar las cuentas y salvar el capital es un obstáculo salvar vidas
La consigna, mil veces repetida, de que los fondos europeos iban a servir para evitar otra larga etapa de recortes y austeridad, era pura y simple mentira. No ha pasado ni un mes y ya están todos preocupadísimos por una deuda pública récord del 110% del PIB, que sin embargo ha crecido mucho menos de lo que hubiera sido previsible dado el contexto. Que el gasto público ha sido insuficiente incluso según los parámetros de los propios economistas del sistema resulta claro cuando los precios se arrastran penosamente y no consiguen llegar siquiera a la media europea de inflación.
Pero la preocupación, en realidad, es ya otra: que la presión social ante una nueva matanza lleve a confinamientos generalizados. Hoy mismo uno de los economistas más relevantes del mundo financiero apuntaba al incremento brutal del endeudamiento de las empresas y la inutilidad de financiar a las empresas que ya llegaban a la nueva crisis endeudadas -las famosas empresas zombis- para amenazar con el peligro de una crisis financiera si se volvía a los confinamientos.
Salvar el capital no es salvar la capacidad productiva, sino destruirla
Ahora todos, comenzando por el Banco de España, están en azuzar al gobierno para que de un trato preferencial a las SOCIMIs. Las SOCIMIs son los grandes fondos cotizados en bolsa dedicados a la especulación inmobiliaria. El Banco de España quiere acelerar la concentración del mercado de la vivienda de alquiler por ellos de modo que estos puedan dictar los precios. Una vez más no hay pudor: el discurso de que hay que salvar inversiones para salvar puestos de trabajo, salta por los aires. Pocos ejemplos más claros de cómo, para salvar al capital, lo que proponen en realidad son destinos especulativos y nuevos monopolios que van a mantener las inversiones con vida a costa de succionar más de nuestros salarios... sin crear puestos de trabajo.
Salvar el capital no es salvar la capacidad productiva, sino destruirla. Los ejemplos nos rodean: la banca, acosada por la caída de la rentabilidad se encamina a una nueva ola de cierre de sucursales y despidos. Las grandes empresas españolas, como el 90% de las mayores empresas del mundo, planea todavía más despidos de los que ya lleva para mejorar la rentabilidad. Los nuevos gurúes del sector automoción son los campeones de reducir planta y capacidad productiva para, con una escala más pequeña, aumentar la tasa de ganancia. Todo el secreto: menos trabajadores, trabajando más y cobrando menos. Es decir, más explotación y menos producción.
La crisis del capital en toda su crudeza, como la estamos viendo, es una fiesta de destrucción de fuerzas productivas. Y la principal de las fuerzas productivas es el trabajo. No solo son los miles de trabajadores más que caerán víctimas de una pandemia que no se frenó por no dañar la rentabilidad. Son las pensiones, que no pasa un día sin nuevas propuestas de reforma que no sirven mas que a preparar un ataque frontal. Es el timo de la renta mínima que supuestamente garantizaba el gobierno del no quedará nadie atrás pero que deja sin ingresos al 99% de los que lo necesitan, literalmente el 99%. Es la vivienda, cada vez más infravivienda al llenarse hasta el último cuarto para recoger a familiares y amigos en paro. Por cierto que según la UE, si hay algún cuarto, por pequeño que sea, dedicado a algo que no sea dormitorio, la vivienda se considera infraocupada...
Camino de una nueva matanza
Con los contagios en escalada y cada vez más camas ocupadas y pacientes en UCI, la situación se acerca ya a la de principios de marzo. La apertura de los colegios en septiembre amenaza con desencadenar una nueva etapa de transmisión comunitaria en masa. Y lo único que la burguesía y el estado españoles han dejado claro es una línea roja: no más confinamientos, que perdemos dividendos y tributos. Solo un fuerte movimiento de huelgas puede forzar a unos y a otros a poner las vidas, nuestras vidas, por delante de sus ganancias.