La «escasez» de mano de obra, los sindicatos y la moral de los trabajadores
En Gran Bretaña la escasez de conductores a los salarios que ofrecen las empresas desabastece ya al 30% de las gasolineras británicas y el gobierno comienza a movilizar conductores militares. Es un caso llamativo por lo que revela del caos que el propio sistema crea, pero no es ni mucho menos único: toda la prensa estadounidense y europea se queja de una supuesta escasez de mano de obra. Pero la experiencia británica y el comportamiento de los sindicatos en todo ésto dice mucho e importante sobre los trabajadores, su moral y las alternativas a las que nos enfrentamos.
La «escasez» de mano de obra
Ya hemos visto por qué, a pesar de toda la ideología sobre «los mercados», la ausencia de trabajadores suficientes para cubrir los puestos de camioneros no eleva la oferta salarial de las grandes empresas de transportes en Gran Bretaña.
En el capitalismo de estado bajo el que vivimos los precios de los recursos y de la mano de obra (salarios) se fijan de arriba (los sectores y monopolios más intensivos en capital) a abajo (las PYMEs)... y las grandes empresas de capital más concentrado no están por aceptar de buen grado una subida de costes de sus proveedores que repercutiría a lo largo de toda la cadena y, dadas las condiciones actuales, recortando su margen de ganancia final.
Más en un momento en el que toda la estrategia del capital, desde las reducciones de jornada hasta el Pacto Verde, se resume en forzar una transferencia de rentas del trabajo al capital para sanear la acumulación.
Pero con los los salarios actuales, en un momento en el que las grandes empresas están contratando de nuevo, los sectores que ya estaban más precarizados (agricultura, transporte de mercancías, hostelería) se convierten en «segundo plato». Por salarios cada vez más cercanos al mínimo vital, los trabajadores prefieren esperar y probar suerte donde las condiciones laborales son menos precarias o simplemente abandonan el trabajo o el proceso de contratación sin más explicaciones cuando tienen una oferta mejor.
Los trabajadores en «el mercado»
En el retrato de la situación que hacen los medios, los trabajadores aparecemos como átomos individuales movidos por unas «fuerzas del mercado» ajenas y sobre las que no tenemos influencia alguna.
De acuerdo a como nos retratan, cuando las empresas no tienen capacidad para explotarnos a todos nos convertimos en seres serviciales y sumisos capaces de trabajar por cualquier cosa y aceptar cualquier maltrato; y cuando las empresas no encuentran suficientes candidatos al salario que están dispuestas a pagar nos «vengamos» desplantando a las «pobres» agencias de empleo.
Porque como individuos aislados en el mercado de trabajo ni siquiera nos reconocen la capacidad de decir que no a una oferta o condicionar la aceptación a mejores condiciones. Todo lo más haríamos «ghosting», desapareceríamos, como los camioneros británicos, sin decir palabra ni dejar prueba de vida.
Llevan razón. Como «individuos», que es como insisten en vernos y representarnos para convencernos de que eso es lo que somos, no somos más que objetos inertes y desesperados maleados moralmente por unas divinas «fuerzas del mercado» bajo las que se esconden cuando conviene «los dueños de todo ésto».
Instrucciones para ser humano
Desde lo individual no podemos ser otra cosa que carne en la trituradora o monstruos que la replican y agravan con tal de sobrevivir a un sistema anti-humano y deshumanizante. Pero lo colectivo aparece como irracional, como utópico, cuando todo el horizonte que se acepta es el de la eternidad del capitalismo.
Por eso la capacidad de organización y la capacidad de afirmar un futuro en el que prevalezcan la satisfacción de las necesidades humanas van íntimamente ligados y se alimentan la una a la otra.
Ser humano, «en nuestra época más perentoriamente que nunca, es comportarse revolucionariamente». Y eso hoy, significa dar simultáneamente una batalla organizativa y moral -porque eso y no otra cosa es afirmar el futuro.
Simultáneamente porque ambas son en realidad facetas de la misma cosa: la constitución de los trabajadores en clase, el paso de una nube de individuos atomizados, solos y desesperados, sin otro horizonte que sobrevivir día a día esquivando destruirse completamente, a una clase que afirma en su lucha las necesidades humanas universales y al hacerlo evidencia la posibilidad y la necesidad de un mundo organizado en torno a su satisfacción.
Los camioneros británicos, los sindicatos y la desmoralización
Ayer comenzaron a aparecer noticias sobre el movimiento hacia la huelga en Hoyer, la empresa de camiones cisterna que transporta los combustibles hasta las gasolineras de BP. Inmediatamente la prensa comenzó a representarlos como avariciosos chantajistas siguiendo el guión de la propia empresa. Por supuesto, el Telegraph no podía faltar al aquelarre retratando a los trabajadores como saboteadores antisociales dispuestos a sembrar el pánico desabasteciendo a aún más gasolineras.
Para rematar, la votación no es de todos los trabajadores de la empresa... sino solo de los miembros del sindicato. Y lo que es aún más importante, según la costumbre sindical, la votación no será en asamblea ni a mano alzada. Es decir, intenta mantener a toda costa la atomización evitando que la decisión tome un sentido colectivo, que sea la decisión de los trabajadores como un todo, para presentarse como una mera coordinación de voluntades individuales.
No es difícil entender el por qué de estas cuatro cosas: es la forma de evitar que los dirigentes sindicales estén sometidos a los trabajadores. No es su negocio ayudar al desarrollo de las luchas. Su negocio es mediar la venta de fuerza de trabajo aspirando a convertir la organización de la que son cuadros profesionales en un monopolista más dentro del gran juego de capitales que determina precios y salarios.
Cobrar por organizar fuerza de trabajo en la producción es lo mismo que hace un directivo de cualquier compañía. El directivo asalariado es la forma característica de la burguesía corporativa en el capitalismo de estado bajo el que vivimos. ¿Qué cabe esperar de la burguesía corporativa... sindical?
De ese modo, los sindicatos en realidad abortan la organización de los trabajadores corporativizándolos para encauzar las ganas y la necesidad de luchar hacia un terreno que en realidad simplemente organiza el mercado de trabajo, no la lucha por las necesidades universales de los trabajadores. Como en el mercado, en el sindicato todo el conjunto de posibilidades se resume al resultado de oferta y demanda en un juego trucado.
Por eso toda la experiencia sindical del último siglo no puede resultar sino desmoralizante: porque los sindicatos no son ya herramientas de organización de los trabajadores como clase. Y sin organización de clase no cabe otra cosa que atomización -por coordinada que esté- y desmoralización.
Cómo romper el círculo vicioso de la desmoralización y la atomización
La atomización genera desmoralización y sin afirmación moral, es decir la afirmación de un futuro posible aquí y ahora más allá del sometimiento a las «fuerzas del mercado», la organización de los trabajadores se torna utópica porque la lucha se pone un techo de antemano: el mismo mercado y la ganancia de las empresas frente a las que nos tenemos que organizar para exigir la satisfacción de nuestras necesidades.
¿Cómo romper el círculo vicioso? Batallando por organizar sin «ocultar fines y propósitos», sin diluir en el mensaje la afirmación de un futuro sin el que no somos ni podremos ser más que pulverizados y atomizados una y otra vez.