Escasez de mano de obra FAQ y más
Primero fueron los camioneros y los trabajadores de despiece en Gran Bretaña y no mucho después el personal sanitario. Luego, las alarmas sobre el coste de la «rotación extrema» y la ausencia de trabajadores suficientes en hostelería y servicios llegaron desde EEUU. País por país de la UE dio titulares similares. Ahora las noticias sobre «escasez de mano de obra» llegan hasta desde Corea del Sur. Las cabezas pensantes del capitalismo y la maquinaria de la opinión, desde Krugman a Fintan O'Toole, responden con un cambio de discurso sobre el trabajo.
Escasez de mano de obra: FAQ
¿En qué consiste la «escasez de mano de obra»?
Lo que llaman «escasez de mano de obra» no es sino la ausencia de trabajadores suficientes para sacar adelante la producción de ciertos sectores a los salarios que están dispuestos a pagar.
En países como EEUU, donde el despido es prácticamente gratuito y no tiene trabas legales, millones de trabajadores abandonan sus puestos mal pagados y se mueven en masa esperando encontrar un puesto en las empresas que ofrecen un poco más. El resultado es una «rotación extrema» de la fuerza de trabajo.
En Gran Bretaña o Corea del Sur ya hemos visto que lo que la escasez de mano de obra produce es el reclamo de las empresas afectadas a los gobiernos para que procedan a dar visados para importación de trabajadores con contratos por debajo de mercado desde otros países con salarios más bajos.
¿Por qué no suben los salarios lo suficiente para acabar con la escasez de mano de obra en los sectores más afectados?
Básicamente la escasez de mano de obra no se está resolviendo a través de subidas salariales por dos causas.
La primera es que en un sistema controlado por grandes monopolios y precios de referencia impuestos por el estado, no existe nada parecido al modelo teórico del «mercado competitivo» con el que los economistas pretenden explicar la fijación de precios y salarios como si fuera de abajo a arriba.
Por el contrario, los precios se fijan desde «arriba», es decir desde los sectores de mayor concentración de capital, hacia «abajo», los sectores de menor capitalización y rentabilidad. Es lo que hemos visto en Gran Bretaña con los camioneros. Pero también lo que vemos en Corea con los agricultores: los grandes distribuidores tienen sus contratos cerrados a largo plazo con sus proveedores, si estos elevan el coste de sus insumos su rentabilidad desaparece.
La segunda causa es que cuando en los sectores que pueden repercutir costes más fácilmente en el consumidor final se producen subidas salariales, como en las grandes superficies o los centros logísticos, la inflación se come las subidas salariales y reduce el salario real por hora... agravando la situación de los trabajadores, porque muchos de esos salarios están por debajo del coste real de supervivencia.
¿Qué tiene que ver el teletrabajo y el cambio cultural con la escasez de mano de obra?
El deseo de teletrabajar y reducir horas reales de trabajo, suele aducirse como causa en la prensa. Pero entre los sectores en los que se produce la famosa «escasez de mano de obra» en cada país, no están los oficios y capas -programadores, administrativos, picadores de datos, trabajadores de call centers, etc.- que podrían protagonizar algo así.
Difícilmente va a ser el deseo de teletrabajar el que lleve a un trabajador de despiece o de construcción, un enfermero, un rider, un trabajador de almacén o un camarero a rechazar una oferta laboral o no presentarse en el puesto.
¿La causa de que los trabajadores no acepten salarios de miseria es de las ayudas pandémicas?
No. Los datos de la Oficina de Relaciones Laborales del gobierno de EEUU son bastante claros al respecto.
En aquellos estados de EEUU en los que las ayudas se retiraron de golpe y anticipadamente, la rotación de trabajadores en las plantillas no se conmovió en absoluto y fueron pocos los que aceptaron salarios reales menores. La supuesta escasez de mano de obra solo se redujo mínimamente, el gap entre la tasa de empleo de unos estados y otros fue solo de 4 puntos.
El problema son los salarios, cuando con lo que te ofrecen no te da para vivir la alternativa entre el paro sin ayudas y el trabajo no deja de ser elegir entre dos formas de pobreza.
¿La escasez de mano de obra es una «revuelta» de los trabajadores?
No, aunque economistas como Paul Krugman y una buena cantidad de medios se empeñen en presentarlo así, bajo la escasez de mano de obra no hay nada parecido a una acción colectiva ni una «Gran Dimisión» («Great Resignation» en inglés, muchas veces mal traducido como «gran resignación» por medios en español).
Se trata simplemente de un intento de resistir a la bajada de salarios y el último incremento de la precarización aferrándose a las -escasas- posibilidades de colocación en sectores o empresas con salarios un poco mayores o condiciones menos extremas de trabajo. No es una «revuelta» sino un intento de fuga dentro de las mismas reglas de mercado que llevan décadas machacando las condiciones laborales.
El cambio del discurso sobre el trabajo
Por todos lados, los economistas de referencia y las cabezas pensantes de la burguesía están proponiendo «soluciones» del mismo tipo a la escasez de mano de obra: intentar conformar a los trabajadores sin subir realmente sus salarios.
Esta misma mañana un experto en relaciones laborales proponía en la prensa quebequesa «horarios flexibles, brindar mejores condiciones de trabajo y respetar a sus empleados como seres humanos» como solución porque así «el empleador no gasta dinero, pero es una solución beneficiosa para ambas partes».
Sigue la estela del premio Nobel de Economía Paul Krugman, que en una columna en el New York Times aseguraba lo que el fondo de la escasez de mano de obra expresa es que «los trabajadores estadounidenses están insistiendo en un mejor trato, y a la nación le conviene que lo consigan».
Pero el que sin duda ha trazado la hoja de ruta más clara y probable para las burguesías de los países centrales es el intelectual irlandés afincado en Londres Fintan O'Toole.
O'Toole reconoce que «los rumores sobre la muerte del proletariado están resultando muy exagerados» y recordaba que ya antes de la pandemia, en la Unión Europea, entre 2013 y 2019, la proporción de empresas que indicaron que la disponibilidad de mano de obra era un factor que limitaba su capacidad para producir bienes o servicios aumentó casi cinco veces en la construcción, se cuadruplicó en la industria y más del doble en el sector de servicios.
Como causas señala las dificultades para compensar el envejecimiento de la población con la incorporación de mano de obra femenina a los sectores peor pagados (lo que él llama «la promesa de la igualdad de género») y el efecto de la pobreza y la «trituradora» sobre la masa ingente y creciente de trabajadores más precarizados. Reconoce además que
La gran historia económica subyacente de nuestro tiempo es la reducción de la parte de recursos que se destina a los salarios. En Gran Bretaña la proporción del PIB destinada a los salarios que estuvo, durante casi todos los 60 y 70, entre el 58 y el 61% alcanzó un máximo de 64,5 en 1975 [momento álgido de la oleada de luchas de la década en toda Europa], pero en la revolución de Margaret Thatcher, cayó a los 50 y nunca se recuperó.
Si a alguien le parece conmovedor en su sinceridad, recordemos que el señor O'Toole es un católico conservador al viejo estilo anterior a los 90. Le molestan los «excesos» de confianza del capital. Los gritos de triunfo «definitivo» sobre los trabajadores le parecen peligrosos por irresponsables.
La suposición engreída era que el sistema podría seguir haciéndoles esto a estas personas porque no tienen más remedio que aguantarlo, y todos serán reemplazados por robots de todos modos; o, en el caso del mundo de fantasía del Brexit en Gran Bretaña, se les podría decir que se fueran al lugar de donde vinieron.
Pero a fin de cuentas, O'Toole como Krugman y los demás es bien consciente de que no hay ninguna «revuelta» y se felicita por ello. Otra cosa sería una acción colectiva de los trabajadores. El objetivo ahora para las clases dominantes sería tomar una «mayor conciencia de lo tonto que es dar por sentada la disponibilidad interminable de trabajadores baratos» y satisfacer algunas demandas básicas antes de que sea demasiado tarde.
¿Qué proponen en mitad de lo que parece una espiral inflacionaria que se come las subidas de salarios antes del día de cobro? Lo de siempre, «una parte justa de los frutos del crecimiento económico» y «esa cosa indispensable que se les ha negado tan descuidadamente: el respeto».
Se trata, como siempre, de no reconocer las necesidades humanas y ahogarnos en un mar de discursos sobre el respeto y la «justicia social» como último narcótico.
Pero no podemos dejar de destacar algo: ha bastado que la escasez de mano de obra se sostuviera durante unos meses para que la burguesía global de señales serias de recular no solo en su primera reacción, negar radicalmente la centralidad del trabajo, sino en su discurso de larga data de devaluación radical del trabajo.