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Escasez de diésel Economía de guerra y caos en las refinerías

02/06/2022 | Actualidad

En EEUU se habla de una escasez de combustible -especialmente diésel- peor que la de la crisis de los años 70, mientras que países como Ceilán reciben por barco grandes cargamentos de diésel -en este caso desde India- para suplir una escasez que paraliza ya el aparato productivo. Los stocks de diésel se están agotando por todo el mundo, no solo como consecuencia de la falta de adaptabilidad de las cadenas ante cambios inesperados -como en el sector de los semiconductores-, sino como consecuencia directa de la ruptura del tejido productivo mundial que arrancó con la guerra comercial y se ha acelerado con la guerra abierta en Ucrania.

Primer acto: los fertilizantes

Planta de producción de amoniaco en Rusia

No hay en principio falta de capacidad productiva. La escasez de diésel es resultado de la crisis y del desgarro impuesto en todos los ámbitos en el tejido productivo mundial. Hay un montón de refinerías detenidas por el mundo y las refinerías de EEUU, China y Rusia están por debajo de su capacidad máxima debido a sanciones por un lado y a restricciones a la exportación por el otro. De hecho, la escasez de diésel es una ramificación de la crisis global del gas natural.

El primer acto ya empezó el año pasado y se ha ido agravando hasta situaciones límite en los países semicoloniales. Se trata de otra rama de la industria química que depende del gas natural: los fertilizantes. La producción de fertilizantes siempre estuvo ultraconcentrada en países de capitales concentrados y ha habido dificultades de aprovisionamiento con cierta regularidad, pero cerrar el grifo del gas ha empeorado gravemente la situación. En varios países, Perú por ejemplo, el peligro de hambruna se está multiplicando por la escasez de fertilizantes nitrogenados y su efecto sobre la producción agrícola.

Los efectos han ido creciendo en cadena. La escasez de carbón y gas en China tuvo efectos en India y Corea del Sur, desde el transporte hasta los fertilizantes, añadidos a los precios ya altos del gas natural desde finales del año pasado que encarecieron o dificultaron la producción de Hidrógeno a partir del gas natural. Ahora este gas está en boca de todos por el Pacto Verde, pero ya era central para la industria química desde hace un siglo: Sin hidrógeno no hay ni fertilizantes ni diésel.

Y no solo afectó a los fertilizantes en sí, ya había habido escasez en noviembre y diciembre pasado de los otros productos que dependen del hidrógeno, como la urea, que se usa justamente como aditivo del diésel y ocasionó problemas a la industria logística incluso antes de que el precio del diésel se disparara.

Segundo acto: caos en las refinerías

Unidad de hidrodesulfuración en una refinería que elimina el azufre del diésel usando hidrógeno.

La guerra comercial y el Pacto Verde pusieron contra las cuerdas la capacidad productiva de la industria química mundial. No fue un gran drama para el capital invertido, ya que los los beneficios crecieron como nunca. Un verdadero adelanto de lo que se pretendía.

Pero la guerra abierta en Ucrania ha roto las interconexiones y desactivado o puesto en riesgo a multitud de refinerías. Aunque en Europa todos los focos se centran en la refinería alemana de Schwedt por ser propiedad rusa y por suplir a todo Berlín y Brandenburgo, el nuevo bloqueo europeo al petróleo ruso dejará fuera de servicio a muchas refinerías en Europa.

Para empezar afectará directamente a otra refinería en Alemania propiedad de la francesa Total. Las sanciones están afectando a todo un rosario de refinerías rusas desde Bulgaria hasta Sicilia.

Y es que cambiar de proveedor no es tan sencillo, las propiedades del petróleo cambian según sus reservorios de origen y hay que reorganizar los procesos de una refinería al cambiar de proveedor, una inversión que los propietarios rusos no están inclinados a hacer teniendo en cuenta que están bajo amenaza de ser expropiados por los estados europeos.

Los trabajadores, como siempre, se ven atacados desde todos lados en el movimiento de formación de bloques. No es la primera vez que ocurre en sitios como Schwedt, donde buena parte de los trabajadores fueron despedidos al hundirse la URSS. Ahora se enfrentan a un nuevo desacoplamiento industrial forzoso:

«Necesitamos el petróleo ruso. Tenemos nuestras casas, nuestras familias. Si (el gobierno) quiere detenerlo, entonces la zona aquí estará muerta», dijo a la AFP Thorsten Scheer, de 60 años, en la refinería de la ciudad de Schwedt, en la frontera con Polonia. [...]

Pero los empleados acusaron [al ministro de economía alemán] de servir a los intereses de Estados Unidos al tratar de abrir una brecha entre Alemania y Rusia.

«Sí, la guerra es una basura. Eso está perfectamente claro para nosotros», dijo un trabajador a la multitud.

Hacia la escasez de gasolina

 Esquema de una refinería, véanse todos los hidrotratadores y craqueadores que dependen de hidrógeno

Si el hidrógeno es un intermediario imprescindible en la industria de los fertilizantes, también lo es en el mismo grado en la petroquímica.

El hidrógeno se usa para controlar el tamaño y ramificación de las cadenas de hidrocarburos para hacer gasolinas de alto octanaje (aunque existen métodos alternativos) y, más crucialmente, para eliminar el azufre del diesel convirtiéndolo al famoso gas de los huevos podridos (H2S). Este último paso es realmente vital y depende del suministro de gas natural a las refinerías... suministro que se ha venido abajo.

Para incrementar la producción de diesel, las refinerías están reduciendo el uso de hidrógeno en los hidrotratadores que no están dedicados al diesel, lo que augura una crisis de la gasolina en un futuro próximo.

La nueva normalidad de la escasez y sus consecuencias para los trabajadores

Si el diésel empieza a escasear en los países más capitalizados, todos los combustibles faltan ya en países semicoloniales como Nigeria, cuyas 4 refinerías llevan ya meses paradas. La única refinería de Ceilán se encuentra detenida desde marzo, y solo ahora podrá reabrirse parcialmente gracias a que el país recibió un envío de petróleo ruso en plena crisis política y de combustibles.

Incluso en periodos de «normalidad», la producción mundial de combustible nunca llegó a buena parte del mundo... ciertamente no por escasez real de materia prima. Nunca se escatimó a la hora de derivar producción hacia la industria del plástico en lugar de asegurar que la comida llegara a precios de transporte asequibles para millones de africanos.

De hecho, las refinerías en los países de capitales nacionales más potentes como EEUU no han tardado en sacar beneficios de la nueva situación, aumentando la diferencia entre el coste de un barril de crudo y los precios de los productos acabados en 10 dólares este primer trimestre.

La crisis actual del diésel y los fertilizantes no es ni inesperada ni sorprendente. Es al mismo tiempo coyuntural y estructural. Y una cosa podemos tener clara: la escasez se va a multiplicar cuanto más se rompa el tejido productivo mundial. Los resultados están lejos de manifestarse totalmente.

1 Los países de capitales nacionales más fuertes pasan a una «nueva normalidad» bajo condiciones que los países semicoloniales viven permanentemente durante los «buenos tiempos». Es el resultado del derroche militarista y la destrucción de capacidades productivas que supone desgarrar el mercado mundial. Lo que estamos viendo en chips, alimentación básica y combustibles, se dará irremediablemente en todos los campos. Y la respuesta previsible será un endurecimiento de las condiciones de economía de guerra, y una aceleración de la belicosidad imperialista como se insinúa ya con el trigo.

2 Y si esos serán los efectos sobre los estados ligados a los grandes capitales nacionales, en los estados de capitales más débiles los resultados llegarán a ser grotescos.

Lavrov puede soltar todas las bravuconadas que quiera y gritar a los cuatro vientos que «Rusia tiene suficientes clientes, dejemos al Oeste pagar más caro». Pero no es «el Oeste», es decir el capital y la burguesía de los países OTAN, quien al final sufre los resultados más graves de la escasez, sino los trabajadores de los países semicoloniales.

La respuesta de las burguesías de los países periféricos no será ni menos imperialista hacia fuera ni menos totalitaria y violenta hacia dentro. De hecho, como ya vemos de Ceilán a Túnez, la brutalidad estatal para contener y reprimir a los trabajadores no va a escatimarse.

Es decir, la aceleración de las contradicciones capitalistas, de forma cada vez más simultánea en todo el mundo, va a elevar las contradicciones imperialistas entre todos los estados y entre el propio sistema en cada lugar y los trabajadores a los que explota. La «nueva normalidad» consolidada por la guerra de Ucrania se articula cada vez más en dos polos: guerra generalizada y guerra de clases. De la primera sólo cabe esperar una espiral barbarie; de la segunda, la única opción histórica real de un futuro para la Humanidad.