Elecciones italianas 2018
Según todos los sondeos el «Movimento 5 Stelle» será el partido más votadoen Italia. Sin embargo podemos asegurar ya que muy probablemente no se convertirá en partido de gobierno... todavía.
Sometida a un fraccionamiento brutal y con dificultades para encauzar a una pequeña burguesía cada vez más insatisfecha, la burguesía italiana no puede permitirse hacer apuestas demasiado arriesgadas... aunque, por otro lado, no hacerlas le coloque en una situación de fragilidad -interna y externa- ante la etapa que viene en Europa.
La Europa que viene
La burguesía europea está recomponiendo y reorganizando su aparato político para la nueva fase, forzada por el Brexit y el giro estratégico americano, en la que el eje franco alemán intenta dotar a su dominio económico en la Europa de formas mucho más sólidas. El momento no es el más fácil desde luego, especialmente en Alemania o Italia donde los flujos de refugiados e inmigrantes han sido y están siendo masivos, multiplicando las contradicciones y dificultades de los estados para garantizar una mínima cohesión social bajo las reglas impuestas por Alemania en la eurozona. A todo esto habría que añadir la dificultad creciente para contener a las, cada vez más amplias, capas descontentas de la pequeña burguesía. Córcega o Cataluña no son casos aislados, solo los más vistosos en la medida en que territorializan y hacen evidentes las fuerzas centrífugas que esa clase opera no solo en lo ideológico sino en la estructura territorial de los estados.
La burguesía europea está ensayando respuestas. Macron parece haber sido la primera con cierto éxito. Tampoco es ninguna panacea: su «carisma» sobre la pequeña burguesía agraria resulta dudoso y su respuesta al reto corso bien podría acendrar las partes aun más. En España la cuestión catalana sigue en un largo «día de la marmota» y los ensayos de afirmación de una unión nacional colocan a la burguesía ante la dificultad de movilizar al proletariado sin nombrarlo... vaya a ser que despierte. Y mientras, en Alemania el impasse eterno de las negociaciones de la «gran coalición», lleva a un «prematuro» hundimiento del SPD que a su vez fuerza acelerar la sucesión de Merkel.
Descomposición social y antifascismo
Italia reproduce las mismas tendencias. Los medios italianos, más anglificados que nadie, podrán ponerle nombre inglés, pero la «gig economy» es la misma precarización que vemos en todos lados, producto del mismo capitalismo ante las mismas contradicciones; los accidentes y colapsos en las infraestructuras tienen las mismas causas que en toda la periferia de la eurozona y el sistema financiero italiano, que acumula el 25% de la deuda incobrable de la eurozona, no parece sufrir nada fundamentalmente distinto de, digamos, la banca española.
Lo particular del caso italiano ha sido la forma autoritaria que, desde los primeros momentos de la crisis, ha tomado la revuelta de la pequeña burguesía y cómo el estado ha sabido lidiarla e integrarla en una estrategia de «union nacional» hasta ahora. Primero con la rabia fascistoide de los «forconi», traducción política de la pequeña burguesía agraria meridional, «urbanizada» al poco en el autoritarismo bufo y patriótico de «Cinque Stelle» y seguida luego por el corolario del neonazismo modernizado de «Casa Pound».
Todo este autoritarismo, por supuesto, ha acompañado y velado el desarrollo autoritario del estado italiano al enfrentarse a una descomposición social galopante. Cuyo último estallido, bien ampliado, significado y sostenido por los medios, los sucesos de Macerata, han dado guión al teatro político italiano en su intento por establecer dos ejes de «unión sagrada»: la conversión de la llegada de refugiados y emigrantes en una «emergencia nacional» y el «peligro del fascismo».
Así, los conatos de lucha de los trabajadores se vieron anegados primero por el discurso del «sacrificio» sindical -perfectamente coherente con el populismo arrasador del discurso «alternativo»- y luego por la sobredimensión propagandística que la prensa y la TV hacían de los ballets urbanos y las batallitas entre antifas y neonazis. Toda una escenificación que culminó ayer, a una semana de las elecciones, con grandes procesiones de un redivivo «frente popular» que hasta a los observadores más incondicionales les parecieron sacadas de «viejos esquemas».
¿Por qué no gobernará «5 stelle»?
Pero si de algo no carece la política burguesa italiana es tramas palaciegas, vedettes y espectáculo. Si toda la burguesía europea sufre de facturas internas (solo hay que ver las batallas del Brexit dentro del gobierno británico), la italiana se lleva la palma.
Hoy podemos ver al Renzi de hace dos años como un primer intento, prematuro y fallido, de crear algo parecido a lo que luego fue Macron. Fue el «favorito» alemán en Europa y la gran esperanza de los socialistas franceses y españoles para evitar un futuro distinto al que sufriría pronto Hamon. Pero la burguesía italiana no lo tenía todavía claro y desde luego el «efecto Renzi» no bastó para encandilar a una pequeña burguesía cada vez más levantisca. Seriamente tocado después de perder el referendum de reforma constitucional, no ha conseguido levantar cabeza, acosado por los escándalos de corrupción de su equipo, es decir, por la resistencia de sectores rivales en el aparato del estado que no han dejado de filtrar información. Su legado para estas elecciones ha quedado en haber pactado una ley electoral con Berlusconi hecha a medida para evitar un triunfo avasallador de «Cinque Stelle».
Ante el vacío de su propio Macron fallido, la vuelta a primera fila de Silvio Berlusconi -cocinada en Sicilia, origen del movimiento de los «forconi»- causó alarma en todos los países alineados con Alemania... y en la propia burguesía italiana. Que el frente de Berlusconi y no la izquierda, fuera el rival de «5 Stelle» solo podía poner nervioso al capital italiano.
Berlusconi siempre ha resultado incómodo en Berlín, París y Bruselas. Nunca le consideraron ni fiable ni recomendable. Y la burguesía italiana no solo comparte el miedo de la española a quedar fuera de la nueva oleada franco-alemana de fusiones sino que de hecho ya ha perdido el papel de «tercero en liza» en el corazón europeo. Que la recomposición del aparato político italiano se dirima entre el «grillismo» y el «post-berlusconismo», es un drama para ella.
La historia italiana de las últimos veinte años enseñó a la clase dominante que «il cavaliere» no es reciclable. Por eso los medios italianos se han emocionado tanto con las aspiraciones nacionales de Matteo Salvini, el nuevo líder de «Lega Nord» que, según los sondeos, podría superar en votos a Berlusconi dentro del bloque de derechas.
Pero Salvini, por sí solo, es una apuesta demasiado precaria. No deja de ser un nacionalista del Norte italiano, aupado sobre por la pequeña burguesía en rebeldía del Sur que, de momento, se identifica con su xenofobia racista. No parece una solución demasiado presentable. Así que parece que hay voluntad entre la burguesía italiana de reformar el «Movimiento 5 Estrellas» desde el poder. Esta campaña ha sido la puesta de largo de Luigi de Maio, un sucesor para Grillo cuya estética evoca a un Berlusconi natural y rejuvenecido. Maio ha diluido la histórica posición anti-euro del partido, su germanofobia y sus mensajes de rechazo a Bruselas, ha cambiado las referencias elogiosas a Putin por la deferencia de hacer su primer viaje internacional en el cargo a Estados Unidos... Maio es el primer paso encaminado a convertir en «partido de gobierno» a un saco de gatos de la pequeña burguesía más airada que se había hecho demasiado grande. Su instinto le lleva a seguir el modelo de «Ciudadanos», la realidad le da mucha menos maleabilidad a las fuerzas que tiene debajo.
El resultado es que la burguesía europea sigue desconfiando. El mensaje del comisario europeo Moscovici fue clarísimo, son «un riesgo político para Europa». Y la Europa alemana no está para más riesgos. La burguesía italiana por su parte está lejos de darle el placet a los grillistas por buenos que sean sus resultados. Como decía un politólogo italiano en El País, «para gobernar un país se necesitan a 1000 personas» -entre la burguesía y la alta administración del estado, se entiende, «y ellos no las tienen».
¿Y nosotros?
Vivimos un momento histórico global muy particular: la crisis perenne del capitalismo no da tregua a las condiciones de vida de las grandes mayorías trabajadoras, la burguesía global se está sumergiendo en una guerra comercial que cada vez alimenta más la tensión bélica... y sin embargo el movimiento de nuestra clase solo despunta sin acabar de encontrar formas y horizonte. Y por el momento, en Italia no es diferente al resto del mundo.
Esta larga campaña electoral está siendo un verdadero «tour de force» de la propaganda más machacona, del chantaje emocional sobre la opinión y del remozo de viejas trampas como el antifascismo. Si queremos ser positivos, es una buena noticia ver tanto esfuerzo de parte de la burguesía de estado italiana, porque significa que hay una resistencia proporcional entre los trabajadores a comprar la «unión nacional», las ilusiones electorales y las promesas de un capitalismo «humano» o cuando menos próspero. Pero no podemos darnos por satisfechos, la pasividad no pondrá fin al desarrollo de la barbarie y nuestra clase solo se pondrá en marcha si gana claridad y confianza en su propia lucha y su significado.
Actualización noche del 4 al 5 de marzo
Los resultados provisionales son los peores posibles para Francia, Alemania... y la propia burguesía italiana: La coalición de Berlusconi no suma lo suficiente a pesar de ganar por los pelos al «Movimento 5 Stelle». Lo que es peor, la «operación Tajani» perjeñada durante la última semana bajo el padrinazgo de Bruselas, Berlín y París, queda descartada. Berlusconi apoyaría a Tajani como primer ministro si «Forza Italia», su partido, obtenía mejores resultados que Salvini y la «Lega» dentro de la coalición. Pero no. Parece a estas alturas de la noche que Salvini gana. Y para colmo el PD de Renzi... se desfonda.
¿Qué viene ahora? Posiblemente otro estancamiento político como el español o el alemán. Es el peor momento para la burguesía italiana y el eje franco-alemán, un momento en el que las negociaciones del Brexit con Gran Bretaña han aumentado la tensión entre las potencias europeas y en el que la guerra comercial con EEUU no deja de avanzar.
La burguesía está teniendo serios problemas en toda Europa para mantener su liderazgo social tras una década de crisis y parece haber perdido su ascendente sobre la pequeña burguesía. Pero esta, por su lado, se demuestra impotente para levantar y sostener sus propias alternativas. Sus fuerzas y capacidad le llegan hasta lo que estamos viendo en Cataluña o en Italia: forzar una parálisis política. La única alternativa real en realidad solo podría llegar desde los trabajadores, pero aunque despunte una cierta combatividad y una maduración de la conciencia... la clase trabajadora sigue siendo la gran ausente del juego político europeo.