Elecciones en Rusia 2021
Elecciones en Rusia con un paro en ascenso y el Covid pletórico -al punto de rodear a Putin. Resultados predecibles y contestados que, aunque deformados por el fraude y la naturaleza misma de los procesos electorales en general, muestran la erosión del aparato político de la burguesía rusa. Lo que no cuenta la prensa europea y anglosajona abiertamente es que el sistema vive en guerra permanente y brutal contra los trabajadores y que las bases económicas del capitalismo ruso ven mejorar sus expectativas gracias a un inesperado aliado: EEUU.
Las bases económicas del capitalismo ruso
Rusia tiene, a todos los efectos, la economía de un país semicolonial exportador de hidrocarburos. El 40% del presupuesto del estado proviene de la venta de gas y petróleo.
El colapso de la URSS stalinista significó el fin de las protecciones frente a la competencia exterior y la pérdida masiva de mercados de exportación, el putinismo una recomposición de la burguesía rusa heredera del stalinismo alrededor y en el estado. Una reconversión masiva hacia un nuevo modelo de capitalismo de estado que ha rehecho de arriba a abajo las bases del capitalismo ruso.
Tras 18 años de gobierno «putinista», los datos nos dicen que Rusia es el país del mundo en el que la desigualdad ha crecido más y nos retratan de unos costes sociales inmensos trasladados sistemáticamente a los trabajadores vestidos de «sacrificio por la patria» con tal de aumentar una productividad que sigue siendo ocho veces menor que la europea.
Desde 2005 se han cerrado más de 35.000 fábricas grandes o medianas. A esto habría que sumar 38.000 granjas cooperativas cerradas durante los últimos veinte años. Una nueva clase de pequeños propietarios agrarios -base social del poder putinista- produce ya el 50% de la ganadería y 90% de la producción agrícola. La consecuencia ha sido un nuevo excedente de mano de obra y nuevas migraciones internas. Rusia ha perdido más de 3.000 pueblos y 20.000 aldeas durante los últimos 20 años.
Los costes para los trabajadores son inmensos. Casi 20 millones de trabajadores viven con salarios por debajo del umbral de subsistencia. Los servicios públicos se han desmantelado en buena medida. En los últimos quince años se cerraron 4.300 bibliotecas, 22.000 jardines de infancia y 14.000 escuelas. De los 10.700 grandes hospitales en funcionamiento en 2000 quedaban tan solo 4.400 en 2015 y de las 21.500 centros hospitalarios de proximidad solo quedaban 16.500 en 2015.
Qué esperar de Rusia tras las elecciones, 31/3/2018
Cinco años después, las cifras oficiales de pobreza no han bajado a pesar del maquillaje sistemático y el poder económico sigue extremadamente concentrado.
El sostén estatal a la industria, típico de una economía semicolonial, basado en los ingresos de hidrocarburos, se concentra en unos pocos monopolios e industrias vinculadas a la exportación con altas productividades en términos de ganancia. Las PYMEs, con productividades bajísimas y sin acceso a los mercados de capital, apenas representan un 20% del PIB.
Esto explica la impotencia de la pequeña burguesía para hacerse presente en el aparato político putinista durante las elecciones en Rusia más allá del testimonialismo de un Navalny, los guiños retóricos putinistas y los alardes nacionalistas de los restos stalinistas.
El impacto de la agravación de la crisis en 2020 en el capitalismo ruso
La agravación de la crisis desde 2020 no podía sino impactar de lleno en el capitalismo semicolonial ruso. Y como en todos estos países del «modelo exportador» el barómetro inmediato fue el tipo de cambio. La divisa nacional cruzó en 2020 la frontera de los 90 rublos por euro reflejando la caída de exportaciones, que se estima alrededor de un 20%.
En una economía poco diversificada, esta caída llevó a la de toda la producción industrial, más de un 7% en agosto en un año, el último dato. Sin duda, el descenso se atenuó en comparación con junio y julio. Pero la tendencia es clara e ilustra la violencia de la recesión: la economía se contrajo un 8,5% en el segundo trimestre y los pesos pesados de la industria pública están acumulando malos resultados.
Rosneft, el gigante petrolero, vio caer sus ganancias netas en casi un 80% y sus ingresos cayeron a la mitad en el segundo trimestre. En cuanto al gigante Gazprom, su beneficio neto se dividió por 25 y sus ventas se desplomaron en casi un tercio en los primeros seis meses del año.
El Kremlin relativiza la crisis de la economía rusa, Le Monde 12/10/2020
El «modelo social» hacia el que tiende la burguesía del Kremlin ha quedado en evidencia por las luchas de julio de 2020 a abril de 2021 de los trabajadores del Donbass ocupado, en las huelgas y asambleas masivas de esos mismos meses en las explotaciones de Yakutia de Gazprom, en las movilizaciones de buena parte de los trabajadores de la construcción de Moscú para cobrar salarios adeudados después de que les despidieran en masa para no pagarles los confinamientos, o en los accidentes masivos que revelan las condiciones de trabajo reales.
No es solo que el paro haya escalado masivamente en las ciudades. El impago de salarios es rutinario, las empresas cuentan con las fuerzas represivas como un recurso de gestión de personal más y las condiciones de trabajo en las infinitas subcontratas en las que se divide cualquier obra o producción producen récords bicontinentales de mortalidad laboral.
Si el capitalismo vive en todo el mundo cada vez más en contradicción con el desarrollo humano y con las necesidades humanas universales más básicas, en Rusia vive en guerra abierta y permanente. Algo que, evidentemente, no mostrarían las elecciones en Rusia así su recuento fuera el más pulcro del mundo.
La respuesta de la burguesía rusa a la crisis de exportaciones
Pero a diferencia de Argentina, Uruguay o Brasil, la burguesía rusa tiene herramientas para influir en los precios internacionales de las materias primas que exporta. La principal de ellas: una larga, contradictoria y meticulosamente cuidada alianza con Arabia Saudí establecida en 2018 que permitió a ambos países diseñar una estrategia conjunta que intentar imponer en la OPEP+.
El escollo que supuso la resistencia de Emiratos a la forma en que su principal aliado había diseñado el reparto de cuotas fue finalmente resuelto por los saudíes a su propia costa. Un triunfo que la diplomacia rusa no hubiera podido alcanzar por sí misma en ningún caso.
Como resultado, la subida de los precios del gas y el petróleo, que entre otras cosas se traslada a la factura eléctrica de todos los países europeos, han permitido una cierta recuperación del capital ruso -pero no de los salarios. Esta ha sido la mejor baza del régimen para las elecciones en Rusia de ayer. El rublo se revalorizó y el euro estaba ya esta mañana a 85,9 rublos.
A vueltas con el Nord Stream 2
La influencia en los precios de los hidrocarburos en pleno despliegue del Pacto Verde en la UE y con China reorientándose para hacer lo propio, redoblaban el valor estratégico del gasoducto Nord Stream 2, que dobla la capacidad de las exportaciones de gas ruso a Alemania.
Ya con Trump EEUU se enfrentó abiertamente al proyecto en marcha, ganando a Francia y Polonia para su causa. La actitud francesa llevó a la ruptura durante más de dos años del famoso eje francoalemán que solo a partir de 2020 parece haberse recuperado.
Con Biden, a pesar del acuerdo alcanzado con Merkel en Washington este pasado julio, el gobierno estadounidense no tardó ni dos semanas en romperlo y organizar nuevas sanciones contra Alemania. El gobierno de Berlín respondió aumentando las «garantías» de que Ucrania no se vería excluida de los ingresos como intermediaria en la llegada del gas ruso a Europa que había disfrutado hasta ahora en monopolio y que el Nord Stream 2 solo transportaría los incrementos de demanda alemana.
El gasoducto finalmente acabó su construcción a principios de este mes y Rusia intenta acelerar su puesta en marcha para beneficiarse de los incrementos de consumo doméstico característicos del invierno centroeuropeo. El régimen es consciente además de que cuanto antes el nuevo canal de exportación esté establecido, antes podrá intentar convertirlo en una puerta de entrada a todo el mercado europeo.
Un aliado inesperado
Pero la presentación del AUKUS -y la consiguiente cancelación del acuerdo naval francés con Australia- han reforzado a Rusia por más vías que la repentina centralidad de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) que articula su alianza con China.
Francia había sido hasta ahora la principal resistencia al Nord Stream 2 en la UE. Había apoyado vehementemente además a los países bálticos y Polonia que temían que una mayor dependencia energética de Rusia erosionara su influencia política en la OTAN y en Bruselas.
Pero las cosas están cambiando en cuestión de días. Hoy podíamos leer en la prensa republicana francesa, en principio macronista y nada sospechosa de rusofilia, las primeras reconsideraciones. El Nord Stream 2 sería un primer signo de «emancipación» de la UE de la tutela estadounidense cuyos opositores creerían que «las fronteras de Estados Unidos se extienden hasta los Urales».
Es un inesperado triunfo para el Kremlin después de su «éxito» electoral. A partir de ahora se le abren nuevas oportunidades en Europa, sacando su propia tajada del Pacto Verde y recuperando influencia en el Caspio y los Balcanes.
Pero no serán la presión y la concurrencia de otros imperialismos como los de la UE, los que acaben con la explotación salvaje en Rusia. Tampoco sus aliados internos como Nalvalny. En todo caso, esas querellas sentarán las bases de nuevas guerras. Lo único que puede enfrentar hoy y derrotar mañana al régimen ruso, como a cualquier otro, es un desarrollo de las luchas de los trabajadores.