¿El principio del fin de la guerra comercial?
Después de casi dos años de guerra comercial y escaladas arancelarias, EEUU y China firman un «acuerdo comercial «en fase uno». ¿Acaba la guerra comercial? ¿Es al menos el principio de su fin?
Lo primero que llama la atención del acuerdo es... todo lo que no aparece en él. Los temas parecen estar escogidos a medida de las necesidades internas del bloque de poder en EEUU.
El acuerdo comercial contiene una serie de mejoras para la industria estadounidense, incluyendo la apertura de mercados para servicios financieros, farmacéuticos, carne de vacuno y de aves de corral. China se ha comprometido a aumentar sus compras de alimentos, energía, bienes manufacturados y servicios en 200.000 millones de dólares en el curso de dos años, aunque muchos analistas dicen que esa cifra parece poco realista dado lo que Estados Unidos produce actualmente.
Es decir, la mayoría de los aranceles impuestos durante estos dos años siguen vigentes, EEUU solo renuncia a los que iban a entrar en vigor ahora. Y China, por su lado echa un sustancioso capote a los sectores en dificultad del capital norteamericano -agricultura, industria de producción local- y abre la puerta a que Wall Street ponga una nueva pica en Shanghai.
Las referencias a la propiedad intelectual, más una declaración de intenciones que un acuerdo real, muestran un fondo que está lejos de sanearse. Poner ahí el foco obedece a la lógica perversa de contar como ganancias las pérdidas del contrario aunque no generen ninguna ventaja material. La reivindicación estadounidense es en realidad una queja general contra el desarrollo del capital chino, no una aspiración comercial. Que el gobierno del PCCh ponga gesto contrito y faje la humillación simbólica solo significa que está en una retirada táctica tras haber sufrido un duro golpe en su industria y su crecimiento. Y nada lo confirma más que las declaraciones a través de la prensa semi-oficial asegurando que el acuerdo «no es el final todavía» de la guerra comercial, solo «un primer asalto».
Eso si, a Trump y a los sectores de la burguesía que le respaldan, esta victoria parcial abre el camino de la reelección en noviembre, asegurando voto en las zonas industriales en degradación y sobre todo entre un campesinado que ha sido expropiado masivamente: 1 de cada 7 fue deshauciado o tuvo que vender para pagar a los bancos.
Pero aunque China está en retirada táctica y Trump en organizar la base material de su campaña de re-elección, ni uno ni otro están por cambiar el rumbo estratégico... que lleva a una colisión permanente. Es más, la velocidad y virulencia de la guerra comercial durante estos dos años ha evidenciado que no tenían la tarea hecha que les permitiría dar la batalla a plena fuerza.
La prueba de que este acuerdo es solo tregua, una reducción de marcha cuyo objetivo final es dar más y no menos potencia al conflicto, es que, lejos de relajar la construcción de esas condiciones, ambas potencias las están acelerando, eliminando dependencias mútuas para poder volver a encontrarse en el conflicto: EEUU disciplinando a sus aliados para no utilizar Huawei en la infraestructura 5G, China eliminando por ley la utilización de hardware y software extranjero en sus empresas y administraciones. EEUU «limpiando» sus fondos de una excesiva exposición al capital chino, China desarrollando a toda velocidad una industria de semiconductores.
La guerra comercial no solo no ha acabado. Todo apunta a que va a recrudecerse a partir de 2021.