El origen del Covid

La teoría del laboratorio de Wuhan
La teoría de que el Covid nació en un laboratorio fue lanzada originalmente por Trump sin base aparente. Tras la incredulidad inicial, los grandes medios anglosajones le dieron cierto vuelo e incluso Science publicó algún artículo breve abriéndole las puertas. La resistencia de la mayor parte de los científicos y la asociación con el trumpismo la mantuvieron relativamente marginada. Pero luego, ya con Biden en la presidencia, resurgió tras las «revelaciones» de un grupo de aficionados publicadas por la revista Newsweek bajo el título: «Cómo unos detectives aficionados descubrieron la historia del laboratorio de Wuhan y avergonzaron a los medios».
Este resurgir bajo la presidencia Biden, supuestamente purificada de su origen trumpista, la hizo pasar de tema de mofa sobre Trump y su amor a la conspiranoia interesada, a convertirse en verdadero artículo de fe obligatorio. En el discurso oficial de Biden es la base para mantener «cuestiones abiertas» y denunciar la ocultación de información supuestamente clave por parte del gobierno de Pekín. La realidad: mantener la sombra de una conspiración china parece ser a estas alturas la principal bandera ideológica de las tensiones imperialistas en Asia incluso para la UE.
Tanto es así que en EEUU el Dr. Fauci, el epidemiólogo de consenso entre republicanos y demócratas que dirigió la colaboración científica estadounidense con China al principio de la pandemia, ha sido sometido a un rápido y contundente ostracismo y desaparecido del protagonismo público tras asegurar al New York Times que no había visto evidencias que justificaran la teoría del laboratorio ni creía que existieran. De poco le sirvió recular parcialmente después y pasar a decir que «hay que seguir investigando». Se exige el encuadramiento completo y más entusiasmo.
La realidad es que Fauci, ante la presión política, quiso poner una vela a dios y otra al diablo, y decir algo sobre el origen del Covid aceptable para la propaganda sin negar lo que la gran mayoría de los científicos ve de un vistazo: que la teoría del laboratorio es incoherente y el relato de NewsWeek no hay por donde cogerlo.
El relato conspirativo sobre el origen del Covid tiene todas las características de la propaganda de guerra. De hecho, parece la versión sofisticada de una de las campañas de desinformación más exitosas de la inteligencia militar rusa durante la Guerra Fría: el origen supuestamente artificial del SIDA.
Por ejemplo, en el argumentario publicado por Newsweek se hace creer que tener en el ordenador la secuencia de un virus que nunca fue aislado es lo mismo que trabajar con el virus infeccioso en el laboratorio. Pero tener una secuencia de bits en tu ordenador no va a causar una pandemia.
Se dice que los mineros murieron después de que se creyera que había una infección por coronavirus, pero se olvida decir que se descartó médicamente cualquier infección viral como causa de la muerte. La afirmación «mineros murieron después de que se creyera que había una infección por coronavirus» es correcta pero lleva a una interpretación falsa... intencionalmente.
El origen del Covid, la fauna salvaje y la situación del campesinado chino
Desde el arranque de la pandemia, la hipótesis dominante sobre el origen del Covid fue el origen animal y de hecho los artículos científicos y la investigación de la OMS la han corroborado. No se trataba de animales domésticos tampoco. Aunque los ecologistas habían tratado de llevar el agua a su molino argumental apuntando a las mega-granjas y a la explotación industrial de las selvas tropicales, el origen del Covid parece a todas luces estar en el comercio de especies salvajes por los campesinos.
Las mega-granjas y la rapiña del medio por el capital concentrado son reales y síntomas de sobra conocidos de la contradicción entre crecimiento económico y desarrollo humano propia del capitalismo decadente. Pero no son el origen del Covid.
El origen del Covid no fue una supuesta necesidad intrínseca de extraer y mercantilizar las selvas tropicales que tendría el capitalismo tardío del Norte global como dice el ecologismo y recoge Andreas Malm en El murciélago y el capital. Fue una consecuencia marginal, mediada por la lucha de clases, de la necesidad de acumulación del capital nacional chino.
Olvida el ecologismo que bajo la expansión de este tipo de negocio en China está la presión, políticamente orquestada, sobre un campesinado empobrecido. El capital chino fue consciente en todo momento desde su apuesta por convertirse en fábrica del mundo, de que para mantener salarios competitivos y atraer inversiones necesitaba mantener precios bajísimos en los alimentos de primera necesidad. El campesinado pagó en hambre buena parte de la industrialización. Y para mantener la paz social, es decir, para amortiguar la lucha de clases, el estado chino animó a los campesinos a llevar al mercado animales salvajes.
El ecologismo, el murciélago, el capital y Andreas Malm, 10/3/2021
Los detalles y antecedentes sobre cómo se dieron las condiciones para que esto ocurriera se van conociendo poco a poco. La investigación más completa sobre los mecanismos concretos que concurrieron en el origen del Covid, se publicó este pasado agosto en Nature.
La investigación relataba cómo la pandemia del virus de la peste porcina africana (ASFV), llevó al sacrificio de 150 millones de cerdos en China y produjo una reducción del suministro de carne de cerdo de 11,5 millones de toneladas en 2019. Aunque la producción de alternativas creció no lo hizo suficientemente, lo que unido a las restricciones en el transporte de cerdo y las relocalizaciones industriales «redujo la disponibilidad de carne de cerdo en las provincias del este y del sur, lo que resultó en un aumento de precios mucho más pronunciado en estas regiones».
El resultado fue al mismo tiempo la ruina de una masa de pequeños campesinos que ya eran muy pobres y una «oportunidad de mercado» que aprovecharon, alentados por los burócratas que no tenían otro alivio que ofrecer a una situación económicamente desesperante. Este es el verdadero origen del Covid.
De resultas, la policía hizo la vista gorda no solo a la venta de carne y ejemplares vivos de fauna salvaje en los mercados, sino al uso de la cadena de frío y del transporte refrigerado para unos animales que estaban fuera de los mecanismos de control y salud alimentaria. Los investigadores recuerdan que el informe de la OMS «registró cadáveres de animales silvestres, en particular tejones, abandonados en congeladores en el mercado de Huanan, así como su venta como productos congelados a finales de diciembre de 2019». Todas las condiciones para la aparición y extensión de una epidemia estaban dadas.
Los inútiles parches de la burocracia, la ideología y la realidad de la caza
Consciente desde el principio de cuál era el origen del Covid -y de su responsabilidad en ello- la burocracia china prohibió en febrero la venta y sacrificio de animales salvajes. Ese mismo mes añadió más de 500 especies a la lista de animales protegidos en un intento de disuadir al campesinado mediante la represión. Es el resorte represor habitual del estado en general y de la burocracia china en particular.
La realidad sin embargo es que la prohibición es poco más que un parche si no se enfrentan las causas. Pero una vez más la ideología dominante viene a empeorar las cosas.
Un estudio publicado esta semana en Nature Ecology & Evolution, una revista científica nacida de Nature, estudia la «demografía» del consumo de carne salvaje en Hong Kong, Japón, Birmania, Tailandia y Vietnam. Los investigadores realizaron 5.000 entrevistas a personas de distintas clases sociales durante el mes de marzo de 2020, en los primeros momentos de explosión de la pandemia. No es casualidad la fecha, en aquel momento ya estaba bastante claro el origen del Covid.
Lo que encontraron es que en las clases más altas, más informadas también entonces sobre el Covid, el consumo de caza solo se veía afectado entre un 11 y un 24% por el descubrimiento del origen del Covid. Y de ahí para abajo. Los autores afirmaban que con una demanda tan sólida, la prohibición seguramente solo trasladara al mercado negro los consumos más peligrosos.
La prensa china, comentando el estudio, decía cínicamente que aunque los investigadores aseguraban que reducir el consumo de animales salvajes podía evitar nuevas pandemias, «intentar influir en los consumidores es complejo y [cómo hacerlo] se conoce insuficientemente»... lo que resulta verdaderamente indignante. Al enfocar las causas en la existencia de una demanda, es decir, en el consumo de los individuos -una perspectiva derivada de la religión de la mercancía- el carácter determinante de la organización social desaparece. Los individuos y su libertad toman la responsabilidad... y los condicionantes sociales se hacen invisibles.
Es verdad que en Asia hay una demanda establecida y sólida para el consumo de carne de caza. Como en Europa. Solo cambian algunas de las especies en el menú. Y sin embargo, la comercialización de carne de perdiz, codorniz, corzo, ciervo, gamo, jabalí e incluso oso salvaje no es considerada un peligro en Europa porque la carne se centraliza en empresas y mataderos industriales y la gran mayoría de las capturas están insertas en el mecanismo de control sanitario. Además, cuando alguna especie de uso alimentario ha sido colocada bajo protección y prohibida su caza, como el urogallo, no ha surgido un mercado negro.
¿Qué haría diferente a la caza en Asia? La única diferencia material es que la caza allí y ahora no es, como desde hace décadas en Europa, una actividad deportiva regulada e industrializada que genera carne como subproducto a comercializar por una industria cárnica muy capitalizada y regulada. En Asia, como fue en los países mediterráneos hasta casi los 80 y en los países del Este europeo durante varias décadas más, la caza es una actividad de supervivencia para jornaleros y campesinos pobres.
Si se genera un mercado negro casi necesariamente es porque la situación del campo, hecha ya imposible por el capitalismo en los países de capitales concentrados, en los países semicoloniales de capitales más débiles produce condiciones dramáticas y hambrunas crónicas entre los campesinos. Lo vemos una y otra vez desde India a Centroamérica. Podemos buscar el origen del Covid en laboratorios secretos o en los marcianos, pero la realidad es mucho menos glamurosa: el origen del Covid está en la miseria del campesinado.
Esta miseria y sus periódicos picos es una constante en el capitalismo de estado chino establecido en 1948 pero también en el desarrollo de capitales nacionales exportadores en buena parte de Asia porque sin bajos precios de la alimentación y excedentes de fuerza de trabajo dejando el campo no puede emprenderse la industrialización. Si la prensa británica se lleva las manos a la cabeza porque el crecimiento chino mantenga en la miseria extrema a millones de campesinos es porque olvida la historia del capitalismo en general, comenzando por la mismísima Gran Bretaña.
Las futuras epidemias zoonóticas
La principal lección que nos deja el origen del Covid es que las epidemias zoonóticas no nacen ni de una conspiración ni de una incomprensible e indomeñable demanda de carne de caza.
Es completamente coherente con lo que nos dice la experiencia de las epidemias zoonóticas que han aparecido en el último siglo. El origen de estas enfermedades está una y otra vez en las condiciones del ganado -alimento, hacinamiento y proximidad a entorno salvaje- y en la ausencia de control sobre la carne de caza destinada a consumo. Dicho de otro modo: en las condiciones que el capitalismo impone a la producción ganadera y, como en el origen del Covid, a la supervivencia del campesinado.
Biden insiste en que hay que conocer el origen del Covid para evitar nuevas pandemias. Tiene tanta razón como insincero es en el objetivo que dice pretender. El origen del Covid, como el de todas estas pandemias zoonóticas, no es sino otra cara del capitalismo y la imposición de sus necesidades sobre las necesidades humanas universales en la producción alimentaria.