El ocaso de Rajoy y la «Operación Rivera»
Hace ya mucho que «Informe Semanal» se convirtió en el boletín de consignas del gobierno español. El último programa sin embargo no dejó de resultar sorprendente: los presupuestos generales del estado, la liberación de Puigdemont en Alemania, el escándalo Cifuentes y la convención del PP en Sevilla, se trataban como un único tema. Es decir, se pretendía representar al PP como el protagonista y única solución posible del estancamiento político de la burguesía española. Cuando se emitió el reportaje sin embargo, el significado se había convertido ya en el opuesto.
Se sabía que la famosa convención había sido un desastre. El agotamiento entre sus propios cuadros al verse llamados a defender a dirigentes ante el enésimo caso de corrupción, el desánimo ante el recorrido de la vía judicial en al cuestión catalana y el tono poco convincente del propio presidente, acabaron con las esperanzas de los propios delegados. Los periodistas transmitieron sin quejas la idea de que el PP ya da por perdidas las próximas elecciones en Madrid y que en Andalucía da por hecho que se convertirá en tercera fuerza.
Lo que es peor, se hizo público que Rajoy había desoído los llamamientos alemanes a dar la batalla frente a la presión mediática británica en apoyo del independentismo catalán, a pesar de que su inacción ya le había costado golpes simbólicos pero importantes, como la posición de la clase política portuguesa casi en pleno, un país que vende a España el 50% de sus exportaciones.
El gobierno español, negándose a hacer propio un «llarenazo» que le había cogido con el pie cambiado y empeñado en reducir el «asunto Puigdemont» a una cuestión «de los jueces», no consultó a Merkel antes de que se procediera a la detención de Puigdemont, haciendo elegir al nuevo gobierno alemán entre un problema de opinión pública interno y crear un peligroso precedente para su propio modelo de Unión Europea.
No es tan difícil entender el enfado alemán, pero la respuesta del gobierno y sus aliados a la excarcelación de Puigdemont fue tan contenida frente a las cámaras como airada «off the record».
A día de hoy Rajoy y el PP concentran y resumen el estancamiento político de la burguesía española. Pretendía presentarse en su convención como el «solucionador»: el callejón sin salida de la aprobación de los presupuestos generales del estado, la liberación de Puigdemont, el divorcio con Alemania y el escándalo Cifuentes cambiaron en horas las tornas y para buena parte de la burguesía española el presidente pasó de solución a centro del problema. El efecto es casi inmediato, en cuestión de horas, las encuestas modifican «cocina» y plantean el «doble sorpasso», con «Ciudadanos» de fuerza mayoritaria y Podemos como eje de reconstrucción de una izquierda no menos desgastada que el PP por la cuestión catalana.
Las editoriales de periódicos y confidenciales empiezan a apoyar abiertamente a Albert Rivera como «designated survivor» y lo que era un lento ballet, un sólido pero lento reposicionamiento de los grupos principales de la burguesía de estado española, pasa a ser un toque de rebato. La posibilidad de convertir a «C's» en partido de gobierno se convierte en urgencia. El nuevo consenso de la burguesía española se hace explícito y se glosa en términos de «fatum», de «destino inexorable» por sus voceros. Pedro J. Ramírez escribía ayer mismo:
La crecida naranja es tan consistente que, cada semana que pasa, aumenta la sensación de que su llegada al poder es inexorable. Algo comparable a lo que se percibía en 1981 respecto al PSOE de González y en 1995 respecto al PP de Aznar. Incluso podría alegarse que el calendario electoral lleva camino de ser irrelevante de cara al desenlace final.
La burguesía española parece entender que la forma de salir de su estancamiento político no pasa ya por Rajoy. De hecho éste y su partido se han convertido en parte del problema. Es más, han descubierto que ni siquiera pueden esperar a que la reacción del núcleo judicial del estado, el «llarenazo», permita un fin pronto a una crisis catalana que les debilita en un juego imperialista cada vez más violento y azuzado por la guerra comercial. No es solo una cuestión diplomática o de imagen: ven en riesgo creciente el control de las grandes empresas del IBEX.
Comparado con eso, un gobierno Rivera, «lenguaraz e inexperto» como dice Rajoy, parece un riesgo menor. Por eso lo que viene ahora es una auténtica «operación Rivera», seguramente seguida tarde o temprano de una reorganización del ala izquierda del aparato político que les permita pensar, cara a futuro, en «alternancias» que reafirmen «el orden».
Actualización, nueve de abril. Declaración oficial alemana asegurando que las palabras de la ministra de Justicia recogidas por la prensa son un «malentendido» y remachando que para el gobierno alemán, la solución del problema catalán ha de darse «dentro de la Constitución española».
Actualización, nueve de abril. El PP se da cuenta de que el viento ha cambiado y no puede «ir a por C's» sin precipitar un fin de legislatura y, posiblemente, su propio colapso