El Mobile, la co-capitalidad y las fuerzas centrífugas en Podemos
La importancia que los medios y el gobierno están dando a la cancelación del «Mobile», las promesas de co-capitalidad, la ruptura de Podemos en Andalucía... La crisis política en España está tomando la forma de un continuo tironeo entre el estado y los territoritorios. ¿Por qué?
La territorialización de la revuelta pequeñoburguesa
Finalmente se canceló el Mobile World Congress a pesar de los intentos agónicos de la empresa organizadora y sobre todo del gobierno, que en su empeño no dudó en aceptar el riesgo que supone ponerse a la contra de Francia, EEUU y la misma UE dando cancha a Huawei.
Todo en un momento en el que el ayuntamiento de Barcelona pedía la co-capitalidad del estado y Sánchez veía ya en la jugada una oportunidad de desviar y contenter el movimiento secesionista.
El problema es que tan pronto se abrió la posibilidad de «capitalidad compartida», se abría la veda para que cada presidente autonómico pidiera albergar un ministerio. El primero, el de Aragón, que pidió «Transición Ecológica» para Zaragoza. No hay lugar para la sorpresa. Basta ver el parlamento salido de las últimas elecciones.
¿Qué muestran los resultados de las elecciones de ayer? Una verdadera explosión de partidos independentistas, nacionalistas, regionalistas y hasta provincialistas que dejó un parlamento con 18 partidos, 13 de los cuales no se presentaban en todo el territorio. Si sumamos todos los partidos regionalistas con los representantes de Vox -su imagen especular por ser el «partido anti-autonomías»- inflado como ellos por la crisis catalana, salen 102 diputados. El «partido de la pequeña burguesía en revuelta» sería el segundo en número de representantes.
Las tendencias centrífugas de la pequeña burguesía española cruzan todas sus expresiones. Incluso Podemos, que a pesar del nacionalismo de su discurso, había aceptado desde su ascenso un papel de cohesionador de grupos regionalistas similares en las famosas «confluencias» -gallegas, valencianas y catalanas- sigue sufriéndolas en su interior. La rama andaluza de Podemos, liderada por Teresa Rodríguez, venía planteando convertir la marca electoral «Adelante Andalucía» en una confluencia más. Iglesias, Montero y la dirección nacional no estaban por ceder. La tensión entre ambos y con sus socios stalinistas locales siguió creciendo. Y finalmente, hoy, Rodríguez y su equipo, a pesar de haber ganado las internas con un 75% de los votos frente a la candidata alternativa de Iglesias, han hecho público que abandonarán en bloque la organización y crearán «un sujeto político propio con carácter andalucista» ante la negativa de Iglesias a que Andalucía siga un modelo similar al gallego o el catalán. El divorcio se ha escenificado a través de un vídeo conjunto con Iglesias que transpira tensión.
No hay duda. La pequeña burguesía española sigue fraccionándose en expresiones políticas nacionalistas, regionalistas y hasta provincialistas. ¿Por qué?
Las causas bajo las fuerzas centrífugas
Hay desde luego una percha política. La Constitución de 1978 estableció los gobiernos regionales como el campo de desarrollo y estatalización de una pequeña burguesía que abandonaba la tienda y el campo y mandaba por primera vez en masa a sus hijos a la universidad.
La pequeña burguesía regional, ahora universitaria encontrará por fin «su lugar en el mundo» gracias al «estado de las autonomías». Aunque ahora esté puesto en cuestión por sus «excesos», la cesión del 70% del presupuesto estatal directo, a la pequeña burguesía bajo la consigna de la «descentralización» no ponía ya en cuestión la fusión de las antiguas burguesías regionales periféricas en la burguesía nacional y daba un campo de desarrollo amplísimo a una clase históricamente ligada al caciquismo y el poder local. España multiplicó por 16 sus gobiernos, sus universidades, sus cuerpos funcionariales sus cuerpos de policía, etc. Una cancha inmensa para la masa de hijos de tenderos, capataces, meritócratas, agricultores y pequeños industriales que salían de las ya saturadas universidades tardofranquistas armados con un «progresismo» estatalista que pronto trocaría en neoliberalismo y políticas identitarias.
¿Qué fue la Transición y qué significó la Constitución del 78?
Cuarenta años después, una gran parte de la pequeña burguesía regional se ha convertido en cuadros medios autonómicos, académicos de universidades regionales o viven de servicios comprados en exclusiva por su gobierno regional. Su horizonte y su techo está en ellos. Y para ellos «más autogobierno» significa más rentas que gestionar y a las que acceder.
Pero además, configurando el cuadro general, están las consecuencias de la acumulación de capital. Como vimos analizando el por qué de la crisis agraria, en el capitalismo la competencia entre capitales produce que el trozo que le corresponde a cada industria o grupo de capitales del reparto de ganancias tienda a equivaler a la cantidad que representa del capital nacional total.
Cuando aplicamos esta idea a los territorios, resulta evidente el porqué de la despoblación de las regiones agrarias en favor de las ciudades. Y por qué, dentro de las ciudades, el incremento del PIB se ha concentrado en aquellas que han mantenido industrias con capacidad de incorporar nuevas tecnologías y «servicios de alto valor agregado» como las finanzas o la informática. El resto estaban condenados a una «descapitalización relativa» y por tanto a recibir un pedazo de tarta cada vez menor. Y del mismo modo que en los sectores menos capitalizados bajaban sus salarios al tiempo que perdían trabajadores, las regiones menos capitalizadas veían como aumentaba la distancia entre sus salarios medios y la media nacional y cómo las nuevas generaciones de trabajadores migraban en cada vez más proporción hacia Madrid y Barcelona.
Las consecuencias
Las «salidas» políticas de la pequeña burguesía son el resultado de su pinzamiento entre la dinámica de la acumulación y la limitación de sus horizontes. La experiencia de los fondos mineros asturianos ha mostrado que no hay manera de «atraer» grandes fábricas ni inversiones milagrosas por muchas transferencias de dinero público que se hagan. Miles de «parques tecnológicos» moribundos por toda España lo atestiguan. La pequeña burguesía regional española sabe que lo único que ha «funcionado» para ella hasta ahora es... llevar la sede de grandes empresas monopolistas a su territorio. Da igual que contraten a muchas o pocas personas. Se trata de que paguen los impuestos correspondientes a su actividad en toda España allí... y luego tener independencia fiscal (como Euskadi o Navarra) o más competencias -como Cataluña- para derivar esa renta hacia... nuevos puestos burocráticos, ayudas al empresariado local, organizaciones «sociales», etc. Y a falta de grandes empresas, multinacionales o monopolios... ministerios y órganos reguladores, que ya atraerán a los «campeones» del IBEX que pastorean.
Por eso una parte tan importante de la revuelta pequeñoburguesa se orienta hacia el regionalismo y el provincialismo. Su dependencia de la administración local les lleva a confrontar la concentración y centralización del capital en su expresión como desigualdad territorial... por lo que no pueden sino territorializar su respuesta política. Una vez más, la revuelta pequeñoburguesa, «ciudadana», regionalista, comienza por negar el terreno lo que necesitan los trabajadores para afirmarse.