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El «milagro» etíope

29/08/2018 | África

La prensa europea y norteamericana están empeñadas en vendernos un «milagro» en Etiopía. El Banco Mundial no solo lo compra sino que lo banca con una decisión sorprendente. Y la verdad, los titulares sorprenden y parecen contradecir con una repentina e inesperada paz la tendencia general hacia la guerra de la que hasta Merkel habla abiertamente. Pero... ¿es cierto? Y si lo es... ¿cuál es la fórmula para sacar a un país de la descomposición y ponerlo en marcha de nuevo?

El cuerno de Africa en el mapa imperialista

Como vimos con Turquía, el despliegue de la guerra comercial pone al mundo en una senda en la que la desesperación de las potencias medianas en crisis multiplica la tensión entre potencias mayores en espacios de conflicto cada vez más amplios. Lo que para Turquía comenzó como una ofensiva por sus intereses imperialistas inmediatos, tardó poco en convertirse en una alianza con Sudán para ganar una base militar en el Mar Rojo. Erdogan pretendía con ella disuadir a Arabia Saudí de aumentar la presión en Siria poniendo un cuchillo en la espalda del príncipe Salman.

Pero mientras ambas partes alimentaban una pugna creciente entre Sudán y Egipto (aliado saudí) que inmediatamente desplazó tropas a Eritrea. Arabia Saudí ya mantenía una pugna de influencia con Qatar por Somalia. Detrás de todo, su propia guerra imperialista con Irán, a su vez aliado de cataríes y turcos. Es decir, en tiempo récord, las tensiones imperialistas dentro del Golfo habían llegado hasta el Mediterráneo (Siria, Líbano) para acabar multiplicándose desde Egipto a todo el cuerno de Africa con saudíes y egipcios por un lado, y qataríes, sudaneses y turcos por otro.

No es un mero ballet sin consecuencias. Cada movimiento implica muerte, hambre y miseria. Mientras todo esto pasaba, con su inevitable corolario de bloqueos, sabotajes y abastecimientos cortados, Somalilandia, el estado fantasma separado de Somalia y apoyado desde hace años por el imperialismo etíope, inviable económicamente sin los territorios que ahora ocupa Puntlandia, otro estado somalí fantasma, vio convertirse una sequía en hambruna.

El colapso etíope

Etiopía, que había abandonado ya su ocupación de una parte de Somalia porque el esfuerzo militar había acelerado su descomposición interna más allá de lo sostenible, estaba al borde de la implosión. No es un caso africano más. Con más de 100 millones de habitantes, la mayoría cristianos ortodoxos y una historia como estado independiente que arranca en la baja edad media y que incluye una docena de años en el bloque soviético, ha sido y sigue siendo el corazón del Africa oriental.

Pero la descomposición capitalista no reconoce galones históricos. El año pasado las tendencias centrífugas de los pequeños caciques y burgueses locales estaban convirtiéndose en guerra civil. El Partido-estado etíope, una verdadera confederación de burguesías y latifundistas regionales que vino a sustituir/renovar al partido-estado ‎ stalinista‎ en el poder de 1978 a 1991, se vio obligado a sacrificar a Hailemarian Desalegn, su líder y primer ministro, proclamar el estado de emergencia y esperar que la represión generalizada volviera a surtir efecto.

Nadie apostaba por otra cosa que una descomposición total y el fin del estado etíope, el más antiguo de Africa, cuando el partido-estado eligió a Abiy Ahmed presidente en medio de un estallido de violencia inusitado en las regiones fronterizas con Somalia. Aun con muchas resistencias y miedos en el bloque de poder, Abij Ahmed declaró desde el primer momento que su intención era abrir una nueva etapa con Egipto y Eritrea, privatizar buena parte de las empresas viables a inversores extranjeros y tomar un modelo económico exportador a la china. A día de hoy las exportaciones etíopes se concentran en Arabia Saudí y Emiratos (15,1%) y China (14%) pero, en total, suman solo 3.130 millones de dólares. Financiar un cambio productivo como el que pregonó era mucho más que lo que el rédito de la paz con Eritrea y la desmilitarización de fronteras puede permitir.

Y sin una perspectiva de crecimiento económico rápido, la amnistía y las promesas de multipartidismo iban a servir de poco para consolidar la restauración pacífica del poder central en la principal provincia del país. Y sin eso, la represión en el Este ni siquiera podría permitirse tomar el lenguaje del derecho y la ley.

Bajo la paz, el imperialismo preparando la guerra

Pero a Abij Ahmed le salen las cuentas. Y le salen sencillamente porque Arabia Saudí está dispuesta a abrir sus mercados y dejar participar al capital etíope en grandes proyectos regionales si la burguesía etíope abre sus fronteras, importa capital en masa y... se convierte en parte de su retaguardia sirviendo de freno efectivo a la influencia de los imperialismos catarí, turco... y sobre todo iraní. Los saudíes, de la mano siempre de sus aliados emiratíes, quieren disciplinar lo que queda de Somalia y «alinear sus patitos» -Egipto, Djibouti, Eritrea y Etiopía- con su propia «ruta de la seda» de inversiones y grandes infraestructuras en competencia con las cataríes... pero también con bases militares y coordinación estratégica de fuerzas armadas a lo largo de toda la costa del Mar Rojo y el interior. La fanfarria de la paz con Eritrea y las nuevas relaciones con Egipto que cierran la vieja disputa sobre la presa del Nilo son algo más que un mensaje de Abij Ahmed. Es el primer pago, a cuenta, por parte de la burguesía de estado etíope a su nuevo patrón imperialista.

Dicho de otra manera no hay otro milagro en Etiopía que el interés del imperialismo saudí por acelerar los preparativos para la guerra1. No hay «milagros» en el capitalismo actual. La burguesía etíope no ha encontrado un camino de salida de la descomposición distinto del del resto del capital mundial, ha abrazado un nuevo patrón imperialista más poderoso y disfruta de su «generosidad» mientras marcha a sus órdenes hacia la batalla.


Notas

1. La velocidad e intensidad de la intervención económica saudí en el Cuerno de África puede variar si los planes financieros del príncipe Salman colapsan. Con el FMI avisando de los peligros del exceso en el gasto público y el Rey Salman -padre del príncipe- abortando la salida a bolsa de la petrolera nacional, la sostenibilidad del esfuerzo saudí, que sostiene una guerra atroz en Yemen mientras expande sus intereses en una región cada vez mayor, puede verse en cuestión. No sería por tanto improbable tampoco que Arabia Saudí propiciara una nueva subida del precio del petróleo.