El largo prólogo de un octubre atroz
Con la epidemia en ascenso pero también en sordina, agosto se está convirtiendo en el prólogo de una oleada de ataques global y drástica contra las condiciones de vida, trabajo y retiro de los trabajadores en todo el mundo que se fija para septiembre. Para octubre, es más que probable que la pandemia y la guerra estén también en primer plano.
La pandemia sigue su curso ascendente, desde India que acumula 2 millones de casos hasta Brasil que llegará en estos días a los 100.000 muertos reconocidos pasando por EEUU donde las cifras resultan sencillamente abrumadoras. En Europa España y Francia se encaminan hacia una segunda ola que empieza a considerarse probable también en Alemania.
Pero más que las tasas de contagio, lo que tienen en común todos los gobiernos es la decisión, jaleada por las empresas, de no volver a confinar en masa pase lo que pase. Da igual que la práctica servil de ir a trabajar enfermo como condición para renovar contratos esté en el origen de buena parte de los brotes. Se le echa la culpa a las reuniones familiares y las fiestas juveniles y basta. Como si el virus se generase espontáneamente al juntar amigos y parientes. Da igual que los confinamientos masivos de jornaleros sean en sí mismos incubadoras de brotes, cuando se normaliza el trabajar hasta reventar todo lo demás se convierte en sutilezas.
Lo importante, como hemos visto con el culebrón real español y en la ñoña cobertura de la explosión en Beirut en los medios de todo el mundo es apuntar la atención pública lo más lejos posible de la matanza en curso. Lo cual no quiere decir que bajo el supuesto interés humano de la banalidad periodística, el juego imperialista baje su crueldad ni por un segundo. Y de hecho poco tardó Macron en montar uno de sus shows gaullistas en Beirut, presentándose como el socorro esperado y el príncipe paternal a la escucha a los desvalidos... apropiándose de la estéril e interminable revuelta pequeñoburguesa local y preparando un golpe de mano francés en el bamboleante equilibrio de poder libanés. Y es que tras las no-noticias que nos presentan como si las fueran, el Mediterráneo oriental sigue estando en ebullición. Esta semana Grecia y Egipto firmaron finalmente un acuerdo de delimitación de aguas abiertamente definido como la base de una estrategia común contra Turquía. E Italia refuerza sus lazos con el gobierno pro-turco de los Hermanos Musulmanes en Trípoli. No cabe duda de que el otoño será caliente.
Y no solo en el Mediterráneo o en Asia, donde las tensiones imperialistas a cada vez más bandas hacen la guerra imaginable, incluso a corto plazo para ambos bandos. Sino en cada país. Las respuestas de todas las burguesías a la crisis del capital son similares. En España Sánchez pone el foco en septiembre y apunta con claridad a las pensiones mientras se da por hecha una caída aun más dramática de las rentas de trabajo y se aprueban subvenciones directas como el estatuto del consumidor electrointensivo a las grandes inversiones industriales a ser pagadas con los nuevos impuestos.
En Brasil, en pleno récord de desempleo, la producción industrial se está animando a base de bajar salarios y el ministro de Economía, Guedes, promete una subida de impuestos cuanto antes. ¿Qué impuestos? Los indirectos, por supuesto, los que atacan más que proporcionalmente la capacidad de consumo básico de los trabajadores.
En Argentina, tras cerrar un recorte de deuda de casi el 45% con los fondos especulativos más importantes y encaminar un nuevo acuerdo con el FMI, el gobierno se apresura a organizar un nuevo tarifazo energético y una batería de medidas anti-inflacionarias cuyo principal objetivo, como no puede ser de otra manera, serán los salarios.
En todo el mundo, desde los jornaleros sin papeles en España hasta los migrantes internos en China, los sectores más débiles de la clase trabajadora han sido los primeros en sentir la oleada de ataques que vienen. En Rusia, tras las huelgas y manifestaciones de los trabajadores migrantes del mes pasado, el gobierno se prepara para expulsar un millón de trabajadores migrantes.
Pero la crisis es tal que el capital no piensa ahorrar golpes entre los grupos más condensados de trabajadores. En Asia el sector textil está en una verdadera ofensiva represiva contra todo conato de organización de los trabajadores. Ataque aprovechado por la propaganda global de los sindicatos, claro. Pero esta misma semana tuvimos un ejemplo en Nissan Barcelona sobre su utilidad... como enterradores de luchas. Tras tres meses de huelga, el éxito sindical ha sido aceptar despidos y posponer el cierre -con el despido de todos los demás- para diciembre del año que viene. No hay respuesta a los ataques que pueda ser efectiva sin poner coto a los sindicatos y sus orientaciones.
Pero, como seguimos día a día en @huelga la dominante y lo realmente importante hoy en todo el mundo es la respuesta de la clase, a nivel mundial a todos estos ataques. Desde los médicos en Corea del Sur hasta Irán, donde la ola de huelgas sigue creciendo por todo el país. Ya hay más de 16 plantas petroleras y petroquímicas en huelga. A destacar aquí que, a pesar de la fragmentación, tanto geográfica como, sobre todo, de subcontratas, los trabajadores de las petroleras están luchando simultáneamente y sobre una plataforma basicamente común por primera vez en tres décadas años.
Agosto se está planteando como un prólogo tanto en el hemisferio Norte, como en el Sur. Prólogo a una segunda ola pandémica, prólogo a nuevos conflictos armados, prólogo a la mayor oleada de ataques directos y simultáneos contra nuestras condiciones de vida, retiro y trabajo... prólogo en fin, a una etapa en que la capacidad de las luchas y huelgas para ir más allá del corralito sindical será determinante para evitar el colapso social que nos reservan.