El G7 antesala de la Cumbre OTAN... y sus contradicciones
La cumbre del G7 ha sido la antesala de lo que veremos a partir de mañana en la OTAN: roces, tensiones y cuchilladas entre los grandes imperialismos europeos, Turquía y EEUU, en la negociación entre ellos de una nueva división imperialista del mundo en bloques económico-militares que sólo pueden optar a imponer mediante la generalización de la guerra.
Las contradicciones aceleradas por la guerra: inflación, petróleo y desgarro del tejido productivo global
A estas alturas, compra tras compra de material por EEUU, todas las potencias tienen claro que la guerra se va a eternizar. La jefa de la inteligencia estadounidense habla de «un conflicto continuo durante años». Y Francia y especialmente Alemania saben lo que eso significa: la ruptura del tejido productivo global, una nueva división internacional del trabajo y a consecuencia de todo ello, la insostenibilidad del modelo de acumulación. Y de primer plato: una inflación galopante y amenazadora, la peor pesadilla de la burguesía alemana.
Las ventas de muchas empresas alemanas en China están cayendo. Las máquinas alemanas se compran menos en todo el mundo. Todo se vuelve más caro. Cuanto más se desglobaliza el mundo, más vulnerable es el modelo alemán de éxito, que depende de mercados abiertos.
Reunión del G7 en Elmau, Spiegel
El resentimiento es obvio y poco a poco va saliendo a la luz, pero el margen de maniobra es estrecho. Aunque Francia y Alemania vean a Biden debilitado y empiecen a jugar ya con el escenario de una vuelta de Trump no tienen capacidad para parar la avalancha que ellos mismos aceleraron subiéndose al carro de la guerra en Ucrania.
Es más, tampoco sus burguesías son monolíticas al respecto. Una parte de la burguesía alemana querría acelerar un tratado de libre comercio con EEUU e integrar definitivamente ambas economías como forma de encontrar un lugar al Sol en el mundo dividido en bloques que viene. Una parte de la burguesía francesa ve el desarrollo militarista y la entrada de la OTAN en África como una forma de recuperar su influencia frente a Rusia y China.
Y por otro lado están las urgencias de la inflación. La subida de tipos y el fin de las ayudas masivas a las empresas ha comenzado ya a producir cadenas de quiebras en países como España cuyas políticas económicas se reducen ya a una sucesión sin fin de impotentes planes de emergencia.
Biden, consciente de las tensiones y necesitado de «mostrar liderazgo» para mantenerlas al menor nivel posible mientras Europa se hunde, ofreció como vía para frenar la inflación importar petróleo ruso a unos precios tasados y consensuados.
Macrón vio la apuesta y la dobló, proponiéndole fijar unos precios tope no ya al petróleo ruso, sino a todos los países productores, incluidos los propios EEUU. Una opción inaceptable, evidentemente, para Biden pero que dejó en evidencia los límites del poder imperialista de Washington, incapaz hoy por hoy de arrastrar a nada parecido a los países productores de petróleo. El mismo bloqueo a las compras de oro ruso, presentado como el gran éxito anti-ruso de la cumbre, sonaba a brindis al Sol: el mayor comprador es Suiza y parece no darse por aludida.
Una Ruta de la Seda euro-estadounidense
Pero no sólo es Suiza. Los países productores de petróleo están haciendo oídos sordos a las presiones de EEUU para que reduzcan los precios. Y en general, los países semicoloniales de América, África y Asia no se han unido a bloqueos y sanciones contra Rusia.
Es decir, EEUU ha conseguido un éxito histórico al proyectar AUKUS hacia Europa y arrastrar hacia la beligerancia directa contra Rusia y China a la UE... pero sigue estando lejos de armar un bloque similar al que lideró durante la Guerra Fría.
La reciente «Cumbre de las Américas» dejó bien claro el problema de fondo: EEUU se acerca a los países semicoloniales exigiendo alineamiento, pero sin nada material que ofrecer a sus capitales nacionales. Incluso Bolsonaro ve claramente que China es mejor negocio y corre a la cumbre de los BRICS, que ya dejan hueco a nuevos países como Argentina e incluso se plantean crear un sistema de pagos internacionales propio.
La respuesta: una «Contra Ruta de la Seda» que, como la original china, otorgue créditos para realizar obras públicas y obtenga licitaciones gigantescas en países semicoloniales tomando como garantías fuentes de suministros industriales básicos.
Imperialismo de libro, pero también, como recordó Biden, el primer intento de diseñar las estructuras materiales necesarias para la nueva división internacional del trabajo que EEUU está imponiendo a martillazos para aislar a China: nuevas redes ferroviarias, puertos y carreteras para estructurar el tráfico de mercancías en el nuevo bloque que espera articular.
Pero si el enfoque original, presentado por la UE a finales de 2021, enarbolaba grandes números pero aportaba pocos fondos contantes y sonantes para la ambición que desplegaba, su ampliación a EEUU no parece que vaya a cambiar sustancialmente el escenario.
La Asociación para la Infraestructura Global debe «dar al mundo un mejor trato en la inversión en infraestructura» , subrayó el canciller alemán, Olaf Scholz. Solo Estados Unidos promete «movilizar» unos «200 mil millones de dólares» en cinco años.
Pero «movilizar» no significa que los propios Estados aporten estas cuantiosas sumas. Washington llega a un total de 200.000 millones de dólares combinando préstamos, financiación pública -en parte ya existente- y financiación privada incentivada por el ejecutivo estadounidense. Con estos grandes números aún inciertos y estas buenas intenciones, ¿pueden los occidentales revertir la tendencia frente a China? Estados Unidos quiere creerlo.
En el G7, Washington lanza un vasto programa de inversión que supuestamente frustrará a China, Le Monde
Y mañana la OTAN
La cumbre del G7 ha sido la antesala de lo que veremos a partir de mañana en la OTAN: roces, tensiones y cuchilladas entre los grandes imperialismos europeos, Turquía y EEUU, en la negociación entre ellos de una nueva división imperialista del mundo en bloques económico-militares que sólo pueden optar a imponer mediante la generalización de la guerra.