El fin del equilibrio nuclear
La doctrina del equilibrio y la disuasión nuclear se basaba en dos ideas muy simples: todas las potencias se comprometían a no usar bombas nucleares más que en respuesta a un ataque nuclear; y todo ataque nuclear sería respondido inmediatamente por otro de dimensiones masivas. La amenaza de la «destrucción mutua asegurada» bastaba, decían los estrategas y la teoría de juegos, para contener las tentaciones. Hoy esos términos han quedado obsoletos. El nuevo armamento nuclear promete la victoria al primero en disparar. La misma teoría recomendaría disparar cuanto antes. La realidad: primero EEUU volvió a desplegar misiles nucleares tácticos pensados como respuesta a una escalada en conflictos con armas convencionales. Y esta semana Rusia acaba de asegurar que usaría su potencia nuclear frente a una agresión convencional. El equilibrio del terror ha saltado por los aires.
Dos años de nueva carrera militar-espacial
La nueva carrera nuclear se hizo pública hace ahora poco más de dos años, cuando Putin presentó una nueva generación de «armas invencibles» y puso a desfilar los prototipos en el desfile del aniversario del fin de la 2GM. Esta semana se estaban preparando las pruebas de una de ellas, bautizada por la prensa como el «torpedo del fin del mundo».
Pero EEUU no iba a ir a la zaga por mucho tiempo. En enero de 2019 hacía las pruebas de sus propios misiles hipersónicos mientras desplegaba armas nucleares tácticas bajo la teoría de «escalar para desescalar». Rusia temía sobre todo un despliegue en suelo europeo que apuntara directamente a su suelo e inmediatamente elevó las apuestas.
El marco de acuerdos internacionales del final de la guerra fría salta por los aires. EEUU denuncia el tratado de no proliferación de misiles de medio alcance porque, restringido por él, acabaría perdiendo la superioridad nuclear en unos años ante una Rusia que lleva tiempo rearmándose sin confesarlo abiertamente y una China que se niega a entrar en ningún tratado de control armamentístico porque sin un rearme intensivo como el actual no puede negociar ni siquiera como potencia regional en un entorno inmediato cada vez más militarizado.[...] Del escudo antimisiles de EEUU hemos pasado en tiempo récord a la carrera militar espacial general y los misiles hipersónicos rusos y chinos. La aceleración es innegable.
«La guerra comercial toma las armas», 20/02/2019
Los misiles hipersónicos habían cambiado el escenario retrotrayéndonos a los momentos más tensos de la guerra fría. De nuevo la ONU comenzó a emitir advertencias sobre la carrera nuclear en marcha. EEUU se sumergía en una nueva «guerra de las galaxias» y el gasto militar global se desbocaba.
La aceleración del Covid
Entre diciembre pasado y hoy, los meses en los que se extendió la pandemia por medio mundo, lejos de refrenarse, la carrera nuclear se ha acelerado. A finales de diciembre Rusia anunció el despliegue de los misiles hipersónicos «Vanguardia». EEUU abandonó el tratado de «cielos abiertos» que permitía a las potencias vigilarse mutuamente, discutió volver a realizar pruebas nucleares ante «la amenaza china» y simuló un ataque nuclear contra Rusia por primera vez en décadas.
Todo en el marco de un pico de tensión entre EEUU y China en el que los halcones del PCCh y el EPL tienen cada vez más fuerza y hacen bandera del desarrollo de su arsenal nuclear como única manera de «parar los pies» a EEUU si sigue presionando en Hong Kong, Taiwan o el Mar de China.
La renuclearización de Europa
Que Putin asegure ahora que podría usar el arma nuclear en respuesta a una agresión convencional, no puede entenderse sin embargo sin incluir a Europa en el mapa de la carrera nuclear.
El pasado 7 de febrero Macron dio un discurso en la «École de Guerre» en el que alertaba de la «aceleración de los programas de rearme nuclear». Macron describía un escenario imperialista en el que «la línea entre competencia y confrontación, que solía permitirnos distinguir entre tiempos de paz y tiempos de crisis o guerra, está profundamente diluida». Europa entera volvía a ser un campo de batalla potencial.
La propia Europa está directamente expuesta a las consecuencias de esta deconstrucción. Veamos la situación actual: desde principios de la década de 2000, toda la arquitectura de seguridad de Europa, que fue difícil de construir después de 1945 durante la Guerra Fría, se ha ido agrietando gradualmente y luego se ha ido deconstruyendo deliberadamente ladrillo a ladrillo. Tras el estancamiento de las negociaciones sobre armamento convencional, el final en 2019 del Tratado sobre Fuerzas Nucleares Intermedias es el símbolo de esta desintegración.
Los europeos deben ahora darse cuenta colectivamente de que, en ausencia de un marco jurídico, podrían verse rápidamente expuestos a la reanudación de una carrera de armamentos convencionales o incluso nucleares en su suelo. No pueden limitarse al papel de espectadores. No sería aceptable que se convirtieran de nuevo en el escenario de la confrontación con las potencias nucleares no europeas. En cualquier caso, no lo acepto.
Proponía la conversión del arsenal nuclear francés en un «escudo nuclear europeo», abriendo la puerta a una co-gestión con Alemania y otros países. La alianza franco-alemana, Europa, tenía que dar un paso adelante y entrar por su propio pie en la nueva carrera nuclear. Quince días después, en la Conferencia para la Seguridad de Munich, Macron promovió un proyecto militar que involucraría a España, Francia y Alemania en la construcción de una nueva generación de aviones de combate con capacidad para lanzar bombas atómicas dentro del escudo nuclear francés. La oferta apuntaba abiertamente a Alemania, cuyos «Tornado» están ya obsoletos y se ve obligada a renovarlos en virtud de su papel nuclear en la OTAN. Alemania no tiene bombas nucleares pero almacena cabezas nucleares OTAN bajo vigilancia de EEUU y pone los bombarderos que habrían de transportarlas y lanzarlas en caso de conflicto. Poco después, sin embargo, la ministra de Defensa alemana, la defenestrada ex-sucesora de Merkel, AKK, prometía que el recambio de los «Tornado» se haría con aviones comprados a EEUU. Un jarro de agua fría sobre Francia... en principio.
Porque el nuevo acercamiento entre Alemania y Francia en mayo replantea radicalmente la cuestión militar europea. Ayer mismo, el portavoz parlamentario del SPD proponía formalmente la salida de Alemania del sistema nuclear de la OTAN. Es el paso previo y necesario para negociar un posible ejército nuclear europeo con Francia. También una ruptura drástica con EEUU. La burguesía alemana es cauta ante este tipo de propuestas, y en general parece impulsar que, al menos, se retrase su discusión hasta noviembre. No pierden la esperanza de que un triunfo electoral de Biden en las presidenciales estadounidenses les permitiría negociar con más alternativas y por tanto fuerza, con el vecino francés, la «dimensión militar del proyecto europeo».
De nuevo la amenaza nuclear
En menos de dos años el cambio tecnológico y el ascenso de las tensiones imperialistas han acabado con el «equilibrio del terror» y la doctrina estratégica que suavizaba el peligro de uso real de las armas nucleares. A día de hoy las mayores potencias nucleares hacen suya la doctrina de «escalar para desescalar», es decir, afirman que usarían bombas atómicas para retomar el liderazgo si una guerra localizada se les va de las manos o pone en peligro intereses estratégicos. Los misiles hipersónicos prometen la posibilidad -si se usan suficientes- de ataques nucleares tan rápidos que harían imposible la respuesta del contrario.
En regiones tan poco «estables» como el Golfo hay ya una verdadera carrera nuclear regional en marcha. Ayudados por EEUU dos autarquías petroleras en crisis como Arabia Saudí y Emiratos podrían ser los próximos ejércitos nucleares. Irán le sigue de cerca y está ya enriqueciendo más uranio que nunca, lo mismo hace Corea del Norte. El riesgo de guerra nuclear entre India y Pakistán es más alto que nunca... y cada paso de un estado hace más necesario otros por los demás, sean competidores o supuestos aliados.
La proliferación nuclear es una amenaza real para toda la Humanidad. Refleja crudamente que la gravedad de la crisis del sistema es mucho mayor que la que nos cuentan los medios y que la urgencia de afirmar una alternativa global va mucho más allá de un «momento económico recesivo».