El fin de la independencia de los bancos centrales
Esta semana los responsables de las principales divisas y bancos centrales del mundo se reúnen en el simposio anual que la Fed organiza en Jackson Hole. No suelen ser vibrantes. Pero esta vez es distinto: crece un consenso a favor de dar por finiquitado el discurso y las normas que garantizan la «sagrada independencia» de los bancos centrales.
Los bancos centrales prestarían no solo a bancos...
Blackrock, el mayor gestor de activos del mundo, ha presentado un papel al simposio en el que propugna que los bancos centrales financien directamente, creando dinero, inversiones tanto del estado como de grupos privados. Proponen la creación de un órgano de expertos para controlar el destino de los fondos. ¿Los autores? Nada más y nada menos que Stanley Fischer, ex vicepresidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Philipp Hildebrand, ex presidente del Banco Central Suizo y Jean Boivin, ex vicepresidente del Banco de Canadá. La propuesta ha recibido las críticas del «sector duro», con Goldman Sachs a la cabeza, anunciando que lejos de ayudar a la recuperación del pulso de los capitales nacionales, impulsaría a los gobiernos a intentar capturar los fondos con propuestas ligadas al ciclo político. Vamos, que en vísperas de elecciones pedirían más dinero y no siempre con sentido para lo que importa: mantener la acumulación a un ritmo un poquito menos agónico y relativamente predecible.
Pero ¿tienen muchas otras opciones? Comparemos Europa -que ya tiene tipos negativos- con EEUU, donde a pesar de desgañitarse Trump, son bajos pero aun están en números negros. En EEUU la curva de tipos de la deuda pública se ha invertido, es decir, los especuladores creen que es más seguro invertir en deuda pública a diez años que invertir en otra que el estado tendrá que pagar dentro de dos. Este fenómeno suele anteceder a una recesión, así que Trump quiere tomar medidas. A él le gustaría que la Fed bajara el precio del dinero para reanimar la inversión a base de abaratar créditos. Pero la Fed no cede. Así que anuncia, una vez más, lo único que está en su mano: reducir impuestos.
...que en el fondo es lo que ya hace el BCE
¿Qué pasa en Europa? Incluso los países ibéricos tienen un riesgo relativamente bajo y el dinero tiene un precio negativo en el BCE. Es decir, en realidad, los prestamistas te pagan por endeudarte. ¿Resultado? España bate record histórico de deuda pública. En Alemania, después de dos trimestres consecutivos de caída del PIB, con todos los think-tanks y la industria pidiendo medidas urgentes para reanimar resultados, el gobierno inyecta 50.000 millones de euros en gasto público que financiará, claro está, con deuda. En realidad el BCE, con tipos negativos, está subvencionando la deuda estatal y al hacerlo ya está desdibujando la frontera, por lo demás arbitraria, entre política fiscal y monetaria. En Europa, lo único que se interpone entre los gobiernos y la capacidad de pagar inversiones públicas con dinero prácticamente gratuito es el límite de deuda. Un límite también arbitrario, si no absurdo.
¿Qué hará Europa?
La cuestión es que con las políticas anticrisis «rotas» y los bancos centrales sin capacidad para hacer masajes cardiacos al ciclo de acumulación a base de bajar el tipo de cambio, a las burguesías del mundo y en especial a las europeas, no les parece un gran problema dar cierta rienda al gasto de los gobiernos. Es más, necesitan que se pongan inversiones en marcha que aunque no sean productivas en sí, permitan colocar capitales a su alrededor. Viene una nueva generación de infraestructuras o equivalentes. Y la prioridad es financiarlas. En una suerte de keynesianismo terminal, pueden hacerlo, como proponen desde Blackrock, financiando directamente desde el BCE grandes inversiones públicas. También cambiando el límite de deuda para que sea una función y no una constante. O simplemente, sacando de su cálculo cierto tipo de inversiones. A partir de ahí es una cuestión de «imaginación técnica». Lo importante es que la famosa independencia de los bancos centrales que se esgrimió durante casi tres décadas para cerrar el paso a los gastos sociales básicos, la han tirado a la basura sin prácticamente reparos cuando ha estorbado al capital.