El dilema de los trabajadores bielorrusos elegir entre bandos o imponer su propia lucha
El jueves pasado veíamos como los trabajadores respondieron a la represión estatal con huelgas en empresas estatales y privadas de varios sectores. Esta presión inesperada forzó al estado a detener la represión en las ciudades, incluso consiguió que los antidisturbios se retirasen de varias de ellas, e hizo bajar al propio Lukashenko a hablar con los trabajadores en las plantas. Sin embargo, los principales beneficiados de esta victoria temporal han sido la oposición y no los trabajadores.
Los trabajadores aún no consiguen «decidir el tiempo»
Se han desencadenado más huelgas desde el viernes pasado, pero han vuelto a su curso original. Casi todas han tenido lugar en las grandes empresas estatales, donde los grupitos de oposición siguen con sus consignas, mientras que las huelgas en pequeñas empresas privadas de construcción han casi desaparecido. No es casualidad: la oposición llama a la huelga general casi exclusivamente en las empresas estatales. Es en este contexto en el que Lukashenko visitó este lunes la empresa estatal MZKT para decir básicamente que no iba a negociar:
El presidente Alexander Lukashenko llegó a la MZKT, diciendo que los trabajadores «no deciden el tiempo» [expresión que significa que no tienen peso ni son decisivos]. «El que quiera trabajar, que trabaje. El que no quiera trabajar, bueno, no le vamos a obligar», dijo Lukashenko. Cuando Lukashenko se dirigió a los trabajadores, estos gritaron «¡Vete!». Un empleado de la MZKT le dijo a RBC que 600-700 trabajadores de la planta estaban presentes en el mítin.
Por mucho circo mediático que puedan provocar, la verdad es que estas huelgas tienen sus limitaciones y el número de participantes se redujo el martes. En la MTZ se ha pasado de 4000 huelguistas el lunes a 500 el martes. La principal causa de la primera «masificación» de las huelgas a finales de la semana pasada fue la represión policial y esta se ha reducido muy marcadamente estos últimos días.
Ante la bajada de la movilización en las minas de Saligorsk, los sindicatos y la empresa están amenazando con consecuencias legales a los trabajadores:
La situación no es sencilla. Los trabajadores están agitados. Nuestro sindicato sostiene el punto de vista de que todos los problemas se resuelven por la vía legal. Incluyendo los abusos de la policía. Hoy se les dice a los trabajadores que vayan a una huelga que, según nuestra legislación, no tiene base legal porque es puramente política. Bajo la ley sindical, una huelga no puede tener consignas políticas. Repito, la huelga es ilegal. Y el empleador solo necesita hacer el papeleo de las agencias estatales para que se reconozca como ilegal. Y entonces esa gente a la que se la hace salir a la calle sufrirán. Contará como negarse a trabajar, y las consecuencias pueden ir hasta el despido. Eso le explicamos a la gente.
En MTZ también se extiende el temor a las represalias. Empresa y abogados recuerdan que las huelgas necesitan legalmente de un preaviso de al menos dos semanas:
No somos abogados, somos trabajadores normales. Por lo tanto, lo hicimos todo muy espontáneamente, emocionalmente. Como todos tenemos miedo de ser despedidos, hoy [martes] solo hemos hecho huelga 250 personas, no nos juzguen. Hoy empezaron a aparecer abogados independientes que nos dicen lo que hacer y cómo hacerlo. Nos preparamos para una huelga y ahora nos vamos de vacaciones sin sueldo [por dos semanas] -explica uno de los trabajadores de la planta.
Los trabajadores se encuentran claramente a la defensiva bajo las amenazas y la presión de empresas y sindicatos, además de haber desaparecido la represión policial que los había espoleado originalmente. Está claro de que, si siguen así, los trabajadores no «decidirán el tiempo» de ninguna manera en el futuro.
Entre la espada y la pared
La situación es de hecho más complicada de lo que parece a simple vista. Contrariamente a lo que ocurrió en países como Ucrania, la gran industria pesada de propiedad estatal se mantuvo en Bielorrusia en vez de ser privatizada y desguazada. La privatización y el saneamiento de cuentas de las grandes industrias estatales ocupa buena parte del programa de la oposición bielorrusa, la misma oposición que llama cínicamente a la huelga general en la industria de propiedad estatal pero no en la privada no sea que la huelga afecte al balance de sus negocios. Los trabajadores son conscientes de ello, lo que causa no poca reticencia a ir a la huelga. Uno de los ingenieros de la planta eléctrica de Minsk-Kozlov decía:
Hay algunos en la plantilla que incitan, fuerzan la situación en la planta. Solo aquellos trabajadores que están en huelga parecen no haber leído el programa de Tikhanovskaya y sus colegas, y si lo han leído, se lo pensarán dos veces, porque según su programa la fábrica dejará de existir. Quiere privatizar y enfocar la economía hacia Occidente. ¿Y quién va a comprar nuestros productos si no lo hace Rusia? La planta cerrará. Yo también quiero elecciones justas. Y tampoco puedo aguantar a Lukashenko. Es tiempo de que él se vaya. Pero tampoco apoyo a Tikhanovskaya y a sus colegas. Porque después de la privatización las plantas cerrarán como ocurrió en las repúblicas Bálticas. Y en lugar de fábricas construirán centros comerciales. O tomad como ejemplo a las empresas ucranianas. ¿Dónde están? Un montón de ellas han cerrado también.
Debido a la estrecha unión entre las economías rusa y bielorrusa, los trabajadores parecen encontrarse en un dilema. ¿Apoyan a la oposición y a sus barones privatizadores que acabarán echándoles a la calle o bien apoyan a Lukashenko, el mismo que les ha bajado los salarios y aporrea a sus hijos?
Las consignas de clase discurren bajo la superficie
Sin embargo, incluso en las empresas estatales en las que la huelga está retrocediendo momentáneamente, rascando un poco se pueden encontrar consignas de orden social y económico:
A partir de las conversaciones de este periódico con los trabajadores quedó claro que uno de los principales motivos de la huelga en las fábricas, además de los resultados de las elecciones y la brutalidad policial, es social. Por ejemplo, en la BelAZ, los trabajadores dicen que querrían que sus salarios se duplicaran. Además, estos salarios fueron recortados hace poco por la bajada en el número de pedidos y hoy reciben una media de 900-1000 rublos bielorrusos (aprox. 350-400 euros)
Este recorte fue causado por las recientes disputas entre Lukashenko y Putin. Los trabajadores no obtendrán ventaja alguna de marchar con Lukashenko, pero tampoco de hacerlo bajo las banderas de la oposición. Son justamente las consignas sociales y económicas -y no las de la oposición y su propuesta de huelga general- las que pueden permitir llevar adelante la lucha en las plantas bielorrusas y extenderlas de nuevo al sector privado. La lucha solo puede desarrollarse si es capaz de imponer las necesidades de los trabajadores, que son necesidades universales. Por eso siempre encontrará enfrente y a la contra a ambas facciones contendientes y a las alianzas imperialistas que las apoyan. Los trabajadores organizados alrededor de su propio programa, en sus empresas y barrios, son los únicos que pueden torcer el brazo de todos los defensores del capital a la vez.