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El desmantelamiento de los servicios públicos de salud

08/06/2018 | Actualidad

Aunque ya no merezcan la atención de la gran mayoría de medios, siguen llegando noticias del empeoramiento progresivo -y a veces realmente límite- de las condiciones de trabajo y de los servicios e infraestructuras de la sanidad publica en todos los antiguos «estados del bienestar». Todos los partidos gobernantes, de izquierdas o derechas, insisten en que hay que apretarse el cinturón y permitirlo debido a que los ciudadanos han «vivido por encima de sus posibilidades». Es de un «sentido común» -muy anglosajón, eso sí- que la sanidad publica era como un regalo, un favor por parte del estado. Sin embargo esta es una visión completamente falsa del verdadero papel que jugaba la sanidad publica en la sociedad industrial de la posguerra. Nunca fue un regalo salido de ninguna parte, era uno de los mecanismos planificados para mantener la reproducción material de la clase trabajadora durante la era final de las grandes fabricas. La plusvalía para cobrar los costes de operación de la sanidad publica no llovía del cielo, la sanidad no era un sector productivo y como tal debía ser mantenido a partir del valor generado por los trabajadores en los sectores productivos de la economía. No era regalo alguno, era uno de los engranajes de la sociedad capitalista.

De garantia de una «sociedad sin fricciones» a nuevo mercado potencial para un capital estancado

Sin embargo varios procesos estaban desarrollándose simultáneamente. El modelo industrial de posguerra en los países capitalistas tocó fondo y la fuente de plusvalía para mantener a la sanidad empezó a extinguirse, a ello se sumo el envejecimiento progresivo de la población en los países mas desarrollados. La combinación de una población envejecida, con unas necesidades crecientes de cuidados médicos, un desarrollo espectacular de la Biotecnología y la Medicina a partir de los años 70 y, sobre todo, un capital financiero necesitado urgentemente de nuevas colocaciones rentables, conjuró un lento proceso de desmantelamiento del sistema público.

En países como Japón fue anunciado abiertamente como un nuevo gran mercado potencial. El gobierno japonés de Abe insiste en la importancia de la investigación biomédica para la «nueva Sociedad», con iniciativas para acelerar la entrada en el mercado de nuevas tecnologías… Mercado que fue completamente revolucionado en el ano 2000, incluso antes de la ultima gran crisis, con la implementación de nuevos sistemas informáticos para «flexibilizar» los cuidados de la tercera edad. En España, las carreras universitarias en el ámbito de la Medicina y Biología han sido rediseñadas para hacer frente al nuevo mercado potencial, incluso con un nuevo recorte de la carrera de Ingeniería Biomédica a 3 años a principios de este año.

La intención no es «eliminar costes insoportables» como nos dicen, sino la idea simplona de que se pueden convertir costes en beneficios para el capital si un sector económico es privatizado, pasando a convertirse de no productivo a productivo al nivel de la sociedad entera. Pero acaso ¿es posible tal juego de prestidigitacion?

¿Puede el capitalismo sobrevivir a sus contradicciones principales?

La visión capitalista ideal de unos mercados vírgenes que sencillamente están esperando a ser ordeñados para generar plusvalía es una fantasía ideológica. Proviene de la creencia capitalista en el crecimiento autónomo del capital, que invertir dinero en un nuevo mercado genera beneficios por sí solo. La realidad es que los trabajadores no pueden pagar por servicios mas de lo que ganan como asalariados. Dicho de otro modo, no hay trabajadores que puedan comprar de media más bienes y servicios que los que se pueden permitir con sus salarios. Los intentos de dar prestamos de consumo no hacen mas que empeorar la situación a medio plazo, sobre todo en un periodo de crisis general donde la explotación de los trabajadores va en aumento para intentar extraer el máximo de plusvalía en los demás sectores de la economía.

Lo que es peor, los empleos científicos o técnicos de alta cualificación que se intentan promover como solución al mal paso del capitalismo, usan muchísima maquinaria y material caro (elevada «composición orgánica») y por lo tanto generan mucha menos plusvalía que los trabajadores de servicios que requieren menos maquinaria. De hecho, esta es probablemente una de las razones que están impulsando el boom de la «sharing economy» de Uber y otros «servicios» en los que los trabajadores cubren todos los gastos y proveen de plusvalía a los sectores técnicamente avanzados de la economía. Pero aun así no es suficiente, la pauperización progresiva de los trabajadores afecta seriamente a cualquier nuevo intento de explotar mercados con nuevos productos. No hay demanda efectiva, es la pesadilla de la maquina keynesiana de la posguerra.

Solo les queda la barbarie

¿Que solución temporal han encontrado para cuidar de su población anciana sin volar la economía? En Asia Oriental usar mano de obra extranjera semiesclava, más fácilmente explotable. Una «solución» que también llega al sector salud en Europa buscando extraer el máximo de plusvalía.

Poco queda por absorber de precapitalista en los mercados nacionales para conseguir nuevas fuentes de demanda. El campesinado independiente, los artesanos, los productores de valor fuera de la relación capital-trabajo, son pocos y generan relativamente poco valor con el que puedan absorber la plusvalía generada por la mayoría capitalista del sistema económico. Por eso reaparecen los «campos de trabajo» de población reclusa, esclava, a una escala inconfesable. Por eso, sobre todo, todos los capitales nacionales se vuelcan «hacia fuera» de las fronteras de sus respectivos estados con cada vez más fiereza. De ahí la guerra comercial... que tampoco va a solucionar nada. Tocar tambores de guerra mientras desmantelan toda la red que aseguraba el mantenimiento de la clase trabajadora es todo lo que le queda al capitalismo decadente en el que vivimos para retrasar lo inevitable: la sucesión de nuevas embestidas cada vez más violentas de la crisis permanente.