El corazón de la cebolla
Noviembre, Ankara. Decenas de coches policiales y camiones militares se dirigen a toda velocidad hacia Polatli, el barrio que sirve de centro logístico para los productos frescos que se venden en los mercados. Los vecinos se preguntan si es una redada contra jihadista, si han descubierto a algún núcleo dirigente del PKK o si se trata de drogas. Se equivocan. Están buscando un almacén de cebollas. Para entonces ya eran cuatro veces más caras que hace un año en Turquía y Erdogan había prometido mano dura contra los especuladores. Los dirigentes opositores se burlaban y tras ellos la habitual colla de seguidores ingeniosos en twitter. Pero si Erdogan se tomaba tan en serio a las modestas cebollas era porque le abrían una oportunidad inesperada en su estrategia imperialista.
Las capas de cebolla de la lucha de clases en India
Porque a todo esto, en India la situación era aun peor: la sequía y luego las lluvias monzónicas habían multiplicado también los precios por tres, y el único elemento que empujaba a su baja era la importación de cebollas turcas. El gobierno de Modi montó controles fronterizos especiales. La consigna: que ni una sola cebolla abandone el territorio indio. Doble problema: las cebollas eran una de las principales exportaciones agrarias en un momento en el que el campesinado, quebrado y expropiado masivamente choca cada vez más con la política del BJP, el partido de Modi, representante de las viejas capas aristocráticas (brahmanicas) aburguesadas.
La regulación de Modi iba de hecho más allá de la prohibición de exportaciones. También limitaba la cantidad máxima en estocaje por agricultor. Al hacerlo, los precios comenzaron a bajar de nuevo. Pero la respuesta fue casi inmediata. La crisis de la cebolla dio paso a las revueltas de la cebolla, que expresaban el desespero de una pequeña burguesía agraria que había visto en la especulación la forma de recuperar terreno perdido en su acumulación de capital. Pero la burguesía brahmánica del BJP, no puede permitirlo. Están intentando salvar al capital nacional de la crisis industrial que ha reducido el crecimiento del PIB a la mitad cargando sobre las condiciones de los trabajadores. Y con el capital nacional en crisis manufacturera, cualquier subida de la cesta básica amenaza directamente sus esfuerzos. Si consiguen recuperar margen para el capital a base de bajar salarios hasta y muchas veces por debajo del límite estricto de la supervivencia, no es para que, como está ocurriendo, los obreros acaben huyendo de a cientos de miles al campo en busca de comida y trabajo de jornaleros. No porque les importe, sino porque si se quedan sin trabajadores no hay producción y si quieren que se queden tienen que aumentar salarios.
Resumiendo: vista desde la perspectiva de la burguesía india, la crisis de la cebolla es una lucha entre la burguesía urbana y la pequeña burguesía agraria por quedarse las rentas del incremento de la explotación de los trabajadores que es el «éxito» de las políticas de Modi. El gobierno y el BJP obviamente no tienen duda de en qué lado de la barricada entre ambas clases explotadoras están. Los dirigentes se pavonean diciendo que son vegetarianos y que no han probado cebolla en su vida, que la cebolla solo hace falta para darle sabor a la carne y el pescado, cosas de gente inferior y musulmanes, mientras organizan la guerra comercial contra sus propios agricultores.
Las capas de cebolla del imperialismo
Porque al final, la forma de doblegar a la pequeña burguesía agraria está yendo más allá de prohibir exportaciones. El gobierno está organizando importaciones masivas de choque: 110.000 Toneladas solo en diciembre. Es decir, aunque el objetivo central de su política imperialista sea mejorar la balanza comercial, está dispuesto a sacrificar una porción con tal de asentar la clara hegemonía del capital industrial y financiero en el interior. Tal vez se salga con la suya, el problema es que todo lo que toque mercados exteriores hoy hace escocer las alianzas y equilibrios imperialistas entre las potencias.
Los orígenes más económicos, Pakistán y China, no son aceptables para la burguesía exportadora en mitad de una tensión militar permanente alrededor de Cachemira. Es más, aunque China esté deseosa de colocar un producto más, Pakistán es un tradicional importador de cebollas indias, igual que Sri Lanka. ¿Bangladesh? Si fue la primera víctima de la prohibición de exportaciones: los precios internos se multiplicaron por ocho y ante las protestas el gobierno acabó organizando un puente aéreo. ¿Nepal? Igual, si no peor aun. Es más, la crisis de la cebolla ha impulsado al nacionalismo anti-indio, siempre mimado por China y especialmente sensible ante las intenciones y gestos expansionistas de Modi. ¿Quién quedaba a Modi? Turquía. De ahi la súbita importancia de las cebollas para Erdogan y su persecución de una especulación cebollera interna que no tenía muchas más consecuencias sociales que en Madrid o París.
El corazón de la cebolla
¿Qué podemos aprender de toda esta historia? En un mundo que se convulsiona por la lucha de cada capital nacional por los mercados exteriores, el motor de todo sigue siendo la lucha de clases. En este caso, las rentas del ataque de la gran burguesía india contra el proletariado es inmediatamente disputada por una pequeña burguesía en quiebra. El gobierno, para someterla, sacrifica parte de su balanza comercial y al hacerlo multiplica los problemas de los estados vecinos (Bangladesh, Sri Lanka), acaba teniendo una fuerte tensión con un aliado históricamente dependiente (Nepal) e improvisa una alianza política nueva y no calculada con una potencia imperialista distante (Turquía) cuyas consecuencias tal vez veamos en el futuro. Cuando vemos a los elefantes danzar no hay que mirarles a los ojos, sino a los piés.
Y si lo pensamos, la crisis de la cebolla es solo un episodio de un fenómeno global que no hace sino extenderse durante los últimos años: crisis general de acumulación con conatos recesivos, ataques cada vez más directos a las condiciones de los trabajadores y revuelta de una pequeña burguesía asfixiada que exige su trozo del botín a la clase dirigente y llama a seguirle a los trabajadores... que no tienen nada que ganar bajo sus banderas porque a fin de cuentas, lo que la pequeña burguesía quiere es un pedazo de su sobre-explotación. Y en el caos general del conflicto entre la burguesía y las clases intermedias, inevitablemente intereses imperialistas cruzados y un peligroso rehacer de alianzas y mapas desde Sudamérica hasta las fronteras de Asia pasando por Africa.
Sea que hablemos del clima o de las migraciones, en el centro de la cebolla siempre está la relación entre el capital y el trabajo.