
Misil yemení interceptado en Riyad (Arabia Saudí) por sus sistemas de defensa antimisiles el pasado sábado.
1. EEUU, las dos Coreas y China
La esperada visita de Trump a Corea del Sur ha resultado tan fría y distante como cabía esperar. Los surcoreanos saben que el botín de guerra serían ellos. EEUU no oculta a nadie que todos los escenarios de conflicto dan por destruido más del 50% de la capacidad industrial surcoreana en las tres primeras horas de guerra. En esos primeros momentos morirían cientos de miles de personas solo en el lado meridional de la frontera.
El gran negocio de la guerra sería la «ayuda» y créditos necesarios para su reconstrucción. Lo que hace salivar al capital estadounidense es poder colocar entonces un buen pedazo de su inmensa sobre-acumulación -todas esas gigantescas masas de capitales de difícil rentabilización- en un negocio tan gigantesco como seguro.

Xi Jinping no puede evitar un gesto de desconfianza ante la mano tendida de Trump.
2. Arabia Saudí e Irán

El príncipe Salman, nuevo autócrata de Arabia Saudí y formalmente Ministro de Defensa, pasa revista a las tropas saudíes en su frontera sur.
Irán está construyendo paciente y sangrientamente un cinturón alrededor de Arabia Saudí, apoyándose en las poblaciones shiíes no solo de Yemen sino de toda la región, desplegando tropas y aliados desde sus fronteras al Mediterráneo, pasando por Iraq y Siria, donde su alianza con el presidente Al Assad, que involucra al paraestado libanés Hezbollah, está siendo clave en la guerra. El salto a Libano, súbitamente desestabilizado, aumenta en mucho una tensión cada vez más cercana del conflicto directo. Especialmente cuando las imprevisibles derivadas de la consolidación del nuevo príncipe Salman, el heredero saudí, se consideraban por sí mismas una luz roja. No olvidemos que el príncipe Salman está especialmente ligado al ejército en tanto que Ministro de Defensa que ha dirigido la guerra en Yemen.
Pero ¿qué puedo hacer yo? ¿qué tiene que ver conmigo?
El imperialismo no es una política que pueda ser elegida o rechazada por los gobiernos, ni siquiera un estadio alcanzado solo por algunos estados o capitales nacionales. Desde Rosa Luxemburgo sabemos que es una fase del desarrollo global del capitalismo y que por eso todos los países son imperialistas. No podrían no serlo. También sabemos que en un capitalismo como el de hoy, en el que ningún capital nacional puede encontrar nuevos mercados, la guerra es una «oportunidad», una «salida conservadora» a la crisis permanente que está condenado a sufrir… cuando no está reconstruyendo lo destruido. Como apuntaba ya en 1929 Amadeo Bordiga:
Es interesante considerar cómo una solución «conservadora», es decir, que prolongue los tiempos del ciclo capitalista, consiste en la destrucción del capital constante producido, es decir, instalaciones y recursos, y en la reducción de países ya ricos, avanzados en el sentido industrial, a países verdaderamente devastados, destruyendo sus instalaciones (fábricas, ferrocarriles, barcos, maquinaria, construcciones de todo tipo, etc.). De este modo la reconstitución de esa enorme masa de capital muerto permite una ulterior carrera alocada en la inversión de capital variable, es decir, de trabajo humano viviente y explotado.Ciudades destruidas en Irak.
Las guerras llevan a la práctica esta eliminación de instalaciones, recursos y mercancías, mientas que la destrucción de brazos obreros no sobrepasa a su producción, debido al incremento del prolífico animal-hombre.
Se entra después en la civilizadísima reconstrucción (el mayor negocio del siglo para los burgueses: un aspecto todavía más criminal de la barbarie capitalista que la propia destrucción bélica) basada en la insaciable creación de nueva plusvalía.
Amadeo Bordiga. Elementos de economía marxista, 1929.
Durante los últimos diez años agotadores de crisis, el capitalismo no ha sabido encontrar ni siquiera una burbuja que creara la ilusión de rentabilidad para esas grandes masas de capital especulativo que languidecen en busca de destinos rentables. ¿Dónde pueden reinvertirse los beneficios de la industria e incluso de las materias primas si ni siquiera el propio petróleo parece tener ya un futuro siempre creciente?

Trabajadoras de las residencias vizcaínas celebran la victoria de la huelga.
Solo hay una manera de luchar de modo efectivo contra la guerra y lo que supone: no dejarse encuadrar bajo ninguna bandera nacional, bajo ninguna fracción de la burguesía por democrática, «anti-imperialista» o «progresiva» que pretenda ser… y dar la única batalla que puede acabar con esto: la lucha de clases real, la batalla aquí y ahora por el salario, la salud, contra la precariedad… por todo eso que llaman «condiciones de vida y de trabajo» y que representa, en realidad, las necesidades humanas universales frente a un capital moribundo que amenaza con llevarse por delante la Humanidad entera con tal de mantener viva una rentabilidad exhausta.