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El Brexit y el peligro de guerra en Irlanda del Norte

05/02/2019 | Gran Bretaña

Los políticos y los medios nos dicen que lo que hace cada vez más plausible un Brexit sin acuerdo es la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre cómo organizar la frontera entre la parte irlandesa de Gran Bretaña -el Ulster- y la República de Irlanda. A día de hoy, Irlanda amenaza con una nueva guerra sucia en el Ulster a Gran Bretaña, la UE a Irlanda con una expulsión de facto del mercado europeo y Gran Bretaña a todos con un «Brexit a la brava». Obviamente, no es un problema «técnico».

El problema aparente son los bloqueos de las distintas partes: Irlanda -y sus asociados nacionalistas en el Ulster- dicen que poner una frontera y una aduana, vulneraría lo acordado en el «tratado del viernes santo» que puso fin a «the troubles»: los largos años de guerra sucia durante los que se enfrentaron fuerzas paramilitares nacionalistas partidiarias de la unificación irlandesa contra otras de signo contrario, la policía regional y el ejército británico, en una confusión en la que se unían brutalidad del estado británico, guerra asimétrica por parte del estado irlandés e intereses imperialistas de toda laya para producir una división y encuadramiento criminal de los trabajadores a ambos lados de la frontera étnica con tal de sostener las mezquinas ambiciones de ambos capitales en conflicto.

https://youtu.be/1cfI5on5n84

Como solución a la cuestión de la frontera, la República de Irlanda ofrecía, con el apoyo de Bruselas, que el Ulster siguiera siendo parte del mercado común y la unión aduanera y que, en consecuencia, la frontera de la UE se fijara entre las dos islas. La propuesta no tenía nada de bienintencionada. De haberse aceptado hubiera dejado al Ulster bajo una co-soberanía de hecho: las leyes irlandesas originadas el las directivas y tratados europeos tendrían validez sobre las británicas. Tal «arreglo» no podía ser aceptado ni por los partidos unionistas de la región ni, obviamente, por el estado británico. La «solución» de May, tirar la pelota para adelante aprobando el acuerdo del Brexit hoy y manteniendo a Gran Bretaña entera dentro de la unión aduanera -el llamado «backstop»- mientras no se llegara a un acuerdo, tampoco podía ser aceptado por los «brexiters» que, con razón, temían que el sector «remainer» de la burguesía y el estado británicos convirtiera un arreglo temporal en permanente.

¿Qué quiere la República de Irlanda?

La República de Irlanda no tiene cinco millones de habitantes y llegó a los años 80 con todos los síntomas clásicos de un país atrasado, incluida la omnipresencia del poder de la Iglesia católica. Sin embargo la burguesía irlandesa jugó bien sus cartas en los comienzos de la globalización atrayendo multinacionales como plataforma fiscalmente barata -para muchos un paraíso fiscal- para sus operaciones en toda la UE. Entre 1992 y 2002 la vieja y subdesarrollada Irlanda se convirtió en «el tigre celta», modelo de desregulación y políticas fiscales «amigables» para las empresas. Primer país en caer durante la crisis de 2008, quedó claro que la fantasía de un desarrollo independiente tenía los pies de barro. La burguesía irlandesa no solo no había consiguido fundar, tras poco menos de un siglo de independencia un desarrollo independiente de su capital nacional, sino que era más frágil y dependiente que nunca. Por si tiene la tentación de olvidarlo, carga con la segunda mayor deuda pública del mundo.

Pero por pequeño, débil y dependiente que sea el capital nacional irlandés, nunca ha renunciado al sueño expansionista inscrito en la constitución misma de la república... ni a crear problemas al capital británico, con el que está íntimamente ligado, con tal de mantener vivo el horizonte de una anexión del Ulster. Durante décadas la burguesía irlandesa alentó el encuadramiento de los «católicos» del Ulster, dio cobertura a diversas milicias y grupos terroristas, financió a la oposición «pacifista»... y usó a todos ellos como moneda de cambio en sus tiras y aflojas financieros con la antigua metrópoli. Era obvio que pondría todas las trabas al Brexit posibles presentando el problema fronterizo como resultado «la incompetencia maligna de la clase dirigente británica» e intentando forzar la situación para que Gran Bretaña tuviera que soltar soberanía en su parte de la isla.

De repente la república irlandesa se veía con un poder inesperado frente a Gran Bretaña. Respaldada por Bruselas, cada estancamiento en las negociaciones ha ido acompañado de avisos in crescendo de que los «troubles» podían volver en cualquier momento. En julio fueron bombas domésticas, en vísperas de la votación en el parlamento británico del acuerdo alcanzado por May, fue ya un coche bomba, sin víctimas, en Londonderry. Por supuesto, fue atribuido a un minúsculo grupo local y cuatro personas fueron casi inmediatamente detenidas. Pero que la prensa irlandesa -y la francesa- vinieran advirtiendo del «peligro de volver a la violencia» cuando nada apuntaba sobre el terreno en tal sentido, ya había llevado a muchos en el continente, incluso a Le Pen, a denunciar que Bruselas estaba acompañando a la república irlandesa en «alentar el riesgo de una guerra en Irlanda».

¿Hay un riesgo real de vuelta a «the troubles»?

A día de hoy, la UE y Juncker no pierden oportunidad de decir a Gran Bretaña que la única alternativa a un Brexit a la brava es permanecer en la unión aduanera. Y la rumoreada posibilidad de un acuerdo bilateral entre Gran Bretaña e Irlanda parece utópica por mucho que Irlanda insista en que en caso de un Brexit sin acuerdo, tendrían que llegar a uno para cumplir el tratado del viernes santo. En Bruselas, París y Berlín, donde cada vez se habla más a las claras de que «hay que dejar marchar a Gran Bretaña», es decir, que no hay que poner demasiada insistencia en evitar un Brexit a la brava, avisan que si Irlanda se negara a guardar la frontera del Ulster en ese caso, la UE dejaría a Irlanda fuera de la unión aduanera de facto, colocando aduanas y frontera en el continente.

El resultado final del Brexit sigue en el aire. Parece sin embargo que en París, Bruselas y Alemania, cuaja cada vez más la idea de forzar a Gran Bretaña a elegir entre la aceptación sin nuevas condiciones del acuerdo alcanzando con May -seguir de facto en la UE pero sin poder en la burocracia y las instituciones europeas- y un Brexit a la brava con todas las consecuencias. Dicho de otra manera: dejar que la dinámica destructiva creada por la fractura interna de la burguesía británica llegue hasta sus últimas consecuencias «devolviendo el golpe» que el Brexit representó para el proyecto franco-alemán. Si este es el resultado, las tensiones imperialistas no pueden sino escalar. Y no cabe duda de que las grandes burguesías continentales, siguiendo una larga tradición, apoyarán más o menos directamente las fuerzas centrífugas nacionalistas en Escocia e Irlanda. El futuro parece atribulado.