El Brexit era esto
Finalmente, Johnson consiguió la aprobación por el parlamento de las leyes del Brexit... lo que inmediatamente dio paso a una no menos penosa negociación en Bruselas que ya encontró sus [primeros escollos](http://Brexit https://www.irishtimes.com/news/world/uk/johnson-signals-no-alignment-with-european-court-of-justice-1.4134270). Sin embargo, el nuevo encaje de Gran Bretaña en el mapa imperialista global escapa con mucho del culebrón burocrático. El fantasma del militarismo y el estallido del estado territorial británico ha vuelto a hacerse presente.
Desde que comenzamos nuestra serie hace más de dos años, tuvimos claro que el Brexit significaba, ante todo, un intento de reorientación de la burguesía británica en el mapa imperialista y que precisamente por eso significaba su fractura interna. Fuera cual fuera el equilibro que finalmente alcanzaran las facciones «brexiters» y «remainers», o lo que es lo mismo «pro-europeas» y «pro-EEUU», la dinámica abierta iba a afectar directamente a los trabajadores tanto dentro de Gran Bretaña, como en el conjunto del mundo, porque no podía significar otra cosa que un acelerón en la degradación de las condiciones de vida de los trabajadores y en el desarrollo de tensiones y conflictos imperialistas a lo largo del mundo, incluidas las islas británicas.
De lo primero supimos ya por la importancia creciente de los bancos de alimentos en el esquema de supervivencia de centenares de miles de trabajadores o por la inseguridad legal y el régimen especial de los trabajadores de países UE; de lo segundo, tuvimos destellos con las discusiones sobre Irlanda, la independencia escocesa y el papel de Gran Bretaña en el crescendo de tensiones entre Irán y EEUU. Pero solo ahora comienzan los actores a tomar posiciones sólidas. Y en primer lugar, Gran Bretaña.
Hacia un gran salto adelante del militarismo británico
La semana pasada el portavoz del gobierno anunciaba una reestructuración que, de modo similar a la nueva doctrina estadounidense integrará diplomacia, fuerzas armadas y servicios de inteligencia en una única estrategia orientada por las necesidades de ganar espacio en la guerra comercial global y no ceder más espacio en el juego imperialista global. Para dar un primer avance, ayer domingo Ben Wallace, ministro de Defensa del gabinete Johnson, daba una entrevista al Sunday Times. Titular: «No podemos depender [militarmente] de EEUU».
Los supuestos de 2010 [cuando Gran Bretaña elaboró su actual plan estratégico] de que siempre íbamos a ser parte de una coalición de los EE.UU. En realidad no corresponden al lugar en el que vamos a estar.
Por si había alguna duda sobre por qué Gran Bretaña no podía contar con mantener su peso global jugando a comparsa de EEUU, remachó:
Durante el último año hemos tenido que lidiar con que Estados Unidos se fuera de Siria, y con la declaración de Donald Trump sobre Irak donde dijo que la OTAN debería hacerse cargo y hacer más en el Medio Oriente
Dicho de otro modo: EEUU no ha contado con Gran Bretaña y Gran Bretaña ha perdido, en cada retirada de EEUU, zonas de influencia. Influencia que es el activo fundamental de sus capitales y empresas a la hora de mantener su presencia en el mundo.
Las dificultades británicas no han pasado desapercibidas en los propios EEUU. Durante la semana pasada la prensa estadounidense destacó el papel de Johnson como bisagra entre Merkel y Macron por un lado y Trump de otro. Con ironía, los analistas dejaban caer que, si se miraba de cerca, más que bisagra Gran Bretaña estaba pinzada entre EEUU y Europa. Como esta última, sufre en sus intereses imperialistas cada vez que EEUU rompe lo que queda del «status quo» de las últimas tres décadas, entre otras cosas porque, como se vio en la famosa propuesta de una «armada europea» en el Golfo, Gran Bretaña no tiene capacidades militares para plantear una acción autónoma desde la que negociar alianzas. O complementa fuerzas estadounidenses o nada. Lo que tiene no basta para liderar a las europeas. Confesaba Wallace ayer:
Dependemos demasiado de la cobertura aérea estadounidense y de sus activos de inteligencia, vigilancia y reconocimiento. Necesitamos diversificar nuestros activos.
Resumiendo: para mantener capitales y empresas en marcha, ganando nuevas colocaciones y mercados fuera de las propias fronteras, que es de lo que va la política internacional en el capitalismo, Gran Bretaña necesita aumentar el presupuesto militar y de inteligencia, porque en caso contrario no puede seguir jugando en la primera división del juego imperialista.
¿Quién teme a una Gran Bretaña feroz?
Basta que la Gran Bretaña de Johnson comience a plantear un rearme para que en la prensa mundial de sus aliados y rivales, comiencen a tener espacio artículos que alientan el descuartizamiento del estado británico en tantas unidades independientes como sus reinos medievales. No es solo «Le Monde» ¿Quién podría haber dicho hace tan solo cinco años que en el New York Times podríamos leer un artículo, firmado por un catedrático del King's College de Londres diciendo cosas como ésta?
Quizás este sea el final. No esta semana, pero tal vez para fines de la década. Primero Escocia, luego Irlanda del Norte, dejando solo Inglaterra y Gales, una mini unión, que podría romperse bajo la presión de los nacionalistas galeses.
¿Sería realmente tan malo? En realidad, no lo sería. La ruptura de la unión ciertamente no será fácil, pero puede ser una de las pocas cosas buenas que salgan del Brexit, no solo para Escocia e Irlanda, sino también, y quizás especialmente, para Inglaterra. [...]
Liberada de las garras de la decaída nación británica y el estado británico, Inglaterra finalmente podrá terminar con sus delirios de grandeza. Las creencias fantasiosas sobre la importancia británica en el mundo se derrumbarían. Inglaterra sería solo la octava mayor economía del mundo. Y probablemente tendría que renunciar a sus armas nucleares: la base de submarinos nucleares del Reino Unido se encuentra en Escocia.
De fondo la solicitud formal del gobierno escocés al gobierno británico para organizar un «segundo referendum» de independencia. Y sobre todo el giro laborista que, reculando, acepta ahora apoyarlo en la esperanza de frenar así el desgaste en el que se ve pinzado.
Al otro lado del mar irlandés, en un marco de creciente violencia de motivaciones políticas, alentada por la «incertidumbre» sobre el futuro que dicen sentir la mayoría de habitantes del Ulster, el acuerdo entre el Sinn Fein y los unionistas permitirá poner en marcha de nuevo el gobierno regional. La base de las dificultades: la política de «construcción nacional» a seguir por el nuevo gobierno norirlandés que han de formar ambos partidos. El acuerdo: alentar ambas, el nacionalismo británico y el irlandés, afirmando institucionalmente la vieja divisoria entre «comunidades». El fantasma de un nuevo Chipre se hace cada vez más presente.
Una espiral destructiva
Tal como están las cosas, todo indica que el juego imperialista británico conduce de cabeza a un nuevo desarrollo del militarismo... y que éste será contestado por aliados y rivales con apoyo -de momento- político e ideológico a las fuerzas centrífugas de la pequeña burguesía que, desde las regiones, aspiran a crear estados a su medida y al modesto pero decidido imperialismo irlandés, determinado a unificar la isla de Irlanda bajo un único estado. Tanto el fraccionamiento de los grandes espacios comerciales -la UE- como el estallido de las grandes unidades estatales en nuevos estados -Gran Bretaña- no son otra cosa que formas concretas de la destrucción del mercado mundial. Lo que fue la gran hazaña progresiva de la burguesía estalla y se fragmenta hoy al ritmo del conflicto imperialista, mostrando que el capitalismo ni siquiera puede mantener ya en pie su obra histórica.
El Brexit real que empezamos a vivir es una espiral de precarización y militarismo en la interna y una aceleración del conflicto imperialista fuera... y dentro.