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27/11/2018 | Crítica de la ideología

Como ya vimos en la entrega precedente, William Petty combinó a la nueva ciencia de Francis Bacon con los planteamientos políticos de Thomas Hobbes para formar su «Anatomía política» en la Inglaterra e Irlanda del siglo XVII. Aunque, como bien recalca Marx, se trata del verdadero padre de la Economía moderna, el término «economía» aún no se usa como tal. Aunque se trate de un término Aristotélico tergiversado, en realidad viene del mismo sitio que el «arte» de Hobbes. Cuando Hobbes habla de como la moneda atrae magnéticamente1 a más moneda en el Leviatán está -curiosamente- usando el mismo argumento que los magos Samotracios en Roma y Grecia con sus anillos magnéticos supuestamente habitados por espíritus llamados Daktyloi. O los sacerdotes del potlatch de Alaska que afirman que sus ídolos metálicos atraen magnéticamente la riqueza. A fin de cuentas no es que la superstición humana sea tan original...

Hasta he visto anillos Samotracios de hierro saltar en el aire, mientras fragmentos de hierro bailaban en cuencos de bronce cuando una piedra magnesica2 era aplicada debajo de ellos

Lucrecio, De rerum natura

Como veremos inmediatamente, el concepto de economía llegará a la primera escuela económica a través de una historia rocambolesca de magia metalúrgica y medicina. Esta escuela será uno de los modelos principales de la Revolución francesa... Y fallará estrepitosamente en su cometido.

Oeconomia Naturae

Si le preguntan al científico medio actual quien era Carl von Linne, le responderá correctamente que fue el padre de la Zoología y la Botánica modernas, especialmente de su taxonomía (nomenclatura científica). Pero nadie hacía de «biólogo» por aquel entonces. ¿Cuál era el verdadero trabajo de Linneo? Era médico de formación -algo así como un cirujano aficionado- y profesor de Medicina y... Chymia metallurgica en la universidad de Uppsala. Y como buen cirujano alquimista, sus intereses estaban bien centrados en lo que no puede ser descrito más que como Teología circulatoria:

Es difícil, si no imposible, discernir el principio y el fin de las obras divinas. Es decir, todo funciona en círculo. No menos que en los mercados semanales. Al principio sólo se ve cómo una gran masa de gente se extiende en una u otra dirección, mientras que sin embargo cada uno de ellos tiene su hogar, desde donde se acercó y hacia donde se dirigirá.

Carl von Linne. «Politia naturae», 1760

En su «Economía natural», Linneo separa los procesos de la circulación natural en los «cuerpos naturales» que son el producto natural de la tierra y los elementos alquímicos que sirven para transformar los cuerpos naturales. Y es el mercado circulatorio el que le sirve como metáfora para su nueva taxonomía del mundo natural:

El nombre genérico tiene el mismo valor en el mercado de la botánica que la moneda en la mancomunidad, que es aceptada a un precio determinado -sin necesidad de un examen metalúrgico- y es recibida por otros a diario, siempre y cuando sea conocida en la mancomunidad.

Carl von Linne, Crítica botánica 1737

Noten como Linneo es plenamente consciente de la diferencia entre la moneda, que necesita verificación metalúrgica porque tiene valor de uso por sí misma, y el dinero, cuyo valor es social y por lo tanto ya no necesita evaluación alguna en una verdadera mancomunidad económica. Linneo es extremadamente famoso por toda Europa en su época. Jean-Jacques Rousseau le llama el «hombre más excelso sobre la faz de la tierra».

Fisiocracia, poder vegetal y máquina mecánica

La Francia en los siglos XVII y XVIII es un mundo completamente distinto al actual, con el 90% de la población viviendo aun en el campo y adaptada a un mundo agrícola que funciona bajo los ritmos de la Naturaleza: los de las cosechas pero también los de las reiteradas epidemias de peste que perduran todavía en el siglo XVII. Huyendo de la peste que esta desolando el Hainaut, el joven barón de Ville será enviado a la Compañía de Jesús de París. Los jesuitas parisinos eran los mismos que estaban intentando hacer funcionar órganos musicales con agua. Aprovechará ese tiempo de reclusión para estudiar la nueva ciencia. Junto con un ingeniero flamenco, Rennequin Sualem, diseñarán la gran maravilla hidráulica de la Francia del siglo XVII: la máquina de Marly. La enorme máquina hidráulica bombea el agua del Sena -usando la misma fuerza de la corriente- para hacerla subir un desnivel de mas de 160 metros hasta los jardines de Versalles de Luís XIV. El Rey la celebra como si fuesen sus propias pirámides de Guiza, pero no todo el mundo comparte el entusiasmo. En un mundo tardofeudal, muchos autores consideran a la máquina mecánica como una inmoralidad y el colmo de lo grotesco:

La composición monstruosa de la máquina de Marly es la prueba más notoria de la impotencia mecánica [porque la fuerza del río] se pierde en un bosque de hierro y madera

Informe de Lamerville para la reforma de la maquina de Marly, 1780s

Un siglo antes, Forset había descrito a Carlos I de Inglaterra como un poder espiritual que fertilizaba los campos con las estaciones, un «poder vegetal» que justificaba el poder y propiedad absoluta del rey sobre todo el territorio estatal... En Francia estas visiones aun estaban en boga un siglo más tarde. Y esto se refleja también en el (des)conocimiento de la Medicina.

Estando la Medicina aun llena de curanderos y de las ridículas teorías espiritualistas de los humores, llega un joven cirujano de provincias en 1727 y reta al Dr. Silva, el médico estrella parisino. Demostrará a base de teoría hidrostática y del trabajo de William Harvey por qué la práctica de Silva era un peligro público. Este joven cirujano, un tal François Quesnay, llegará a ser fellow de la Royal Society y médico real de Luís XV. Es también el fundador de la primera escuela de pensamiento económico: la fisiocrática.

Inspirado por el clima intelectual general sobre la «Economía natural» y por los trabajos de Medicina recientes, Quesnay empieza su «Tratado sobre la Física de la Economía animal», que no es más que lo que hoy se conoce como Fisiología animal -fontanería animal como aun dicen los alumnos de Biología- igualando la circulación sanguínea a la circulación de mercancías y dinero, Quesnay escribe un gran tratado sobre China donde podemos leer, basándose en el estado hidráulico chino y la circulación interna, un ataque contra el mercantilismo:

Una circulación establecida en un país de 1800 leguas de circunferencia, representa sin duda la idea de un comercio bien extendido; dice también el historiador que un comercio que ocurra en el interior de China es tan enorme que el de toda Europa entera no se le puede ni comparar. [Incluso así] un comercio puramente interno parecerá bien defectuoso a quien cree que las naciones deben comerciar con el extranjero para enriquecerse en dinero.[...]

El transporte de diferentes mercancías es muy sencillo en China, por la cantidad de canales que entrecortan cada provincia; la circulación y el caudal son muy rápidas, el interés, pasión del pueblo Chino, lo mantiene en una actividad continua. Todo es movimiento en las ciudades y campos chinos.

Quesnay procede a escribir su famoso «Tableau Economique» -que inspirará a Marx en el segundo volumen de «El Capital»- basándose en un modelo circulatorio para crear una mancomunidad de propietarios libres al estilo inglés, con el rey a la cabeza. No ya un estado absolutista, sino un estado moderno. Quesnay morirá antes de la Revolución y la escuela se descompondrá tras su muerte. Su alumno Dupont de Nemours participará en la Asamblea nacional y en la Constituyente y la Fisiocracia será alabada por el propio Lavoisier -por mucho que él mismo acabe perdiendo la cabeza- y por Condorcet y Voltaire en su estilo irónico.

El contrato social hidráulico

Todos admiran la idea de un estado de pequeños propietarios agrícolas cuya igualdad estaría -teóricamente- asegurada por un sistema circulatorio que reparte mercancía y dinero por toda la sociedad, permitiendo el intercambio y el ‎ contrato entre iguales‎. Pero dudan, correctamente, al considerar demasiado idealista y sencillo el modelo. Sin embargo, todas las ideas inglesas y francesas para la Revolución están perfectamente resumidas en el celebérrimo texto de Rousseau:

Encontraremos que se reduce a los siguientes términos. Cada uno de nosotros comparte su persona y todo su poder bajo la dirección suprema de la voluntad general; y recibimos en cuerpo a cada miembro como una parte indivisible del todo.[…]

No todos los gobiernos son de la misma naturaleza; hay más o menos devoradores, y las diferencias se basan en el otro principio de que, cuanto más lejos están de su fuente, más caras son las contribuciones públicas. No es en la cantidad de impuestos que esta carga debe ser medida, sino en el camino que tienen que tomar para regresar a las manos de donde salieron; cuando esta circulación es rápida y bien establecida, cuando uno paga poco o mucho, no importa; la gente es siempre rica y las finanzas siempre están bien.[…]

Por lo tanto, la fuerza pública necesita un agente propio que la reúna y la ponga en práctica según las indicaciones de la voluntad general, que sirva para la comunicación entre el Estado y el Soberano, que haga en cierto modo en la persona pública lo que la unión del alma y el cuerpo hace en el hombre. Esta es la razón del Gobierno en el Estado, confundido erróneamente con el Soberano, del cual él es sólo el ministro.

Jean-Jacques Rousseau. «Du contrat social», 1762

Cuerpo místico enorme de la nación, sistema circulatorio garante de la igualdad y prosperidad y gobierno como alma del autómata en un mismo texto.

La acumulación del capital, o un problema inesperado

La Revolución levanta a los campesinos contra el decrépito poder absolutista y empieza a destruir todos los obstáculos a la circulación interna nacional. Las aduanas internas, los privilegios feudales -las banalidades o peajes que ponían señores y molineros- todo es abolido y la circulación pasa a estar centralizada por un mercado nacional enorme. El propio Dupont se negará a subir los impuestos al consumo que necesita el estado, la libertad de circulación es para él y los fisiócratas más importante que la supervivencia del propio estado. En 1791, Dupont -esta vez intentando salvar la recaudación- será derrotado por el ala, bien llamada circulacionista- más opuesta a cualquier impuesto...

La asamblea constituyente, con las mejores intenciones por cierto, había pronunciado la ruina de las finanzas públicas el día en que, sacrificando los verdaderos principios y consejos de la experiencia a vulgares abstracciones había proscrito los impuestos al consumo.

Gaudin. «Memoires»

Después de 6 años de guerra y en pleno Directorio, la economía y los precios se han hundido y los campesinos ya no pueden ni pagar los impuestos sobre el suelo en el que producen. Además, algo extraño esta pasando, los propietarios mayores se vuelven cada vez más ricos mientras que los campesinos en cuyo nombre -¡oh ironía!- se había hecho la revolución están siendo expulsados de sus tierras.

Inesperadamente, el hecho de conectar a todos los propietarios a través de un circuito hidráulico abstracto había iniciado un gran flujo circulatorio que acrecentaba la acumulación de riquezas en forma de mercancías por parte de los grandes propietarios a costa de ‎ proletarizar‎ a los pequeños. Ese movimiento sorprendente no era sino el primer bostezo, la primera señal de vida del capital en el nuevo estado nacional francés. Incluso independientemente del Thermidor, sus propios planes idealistas habían traicionado a los revolucionarios franceses.


Notas

1. Invitamos al lector a releer el Capital y ver cuantas referencias irónicas y nada inocentes al magnetismo del valor y el dinero puede encontrar.

2. Magnes en latín corresponde a imán y no al «magnesio», pero así queda aun mas claro el enorme lío que fueron los inicios la Química moderna.