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09/01/2019 | Crítica de la ideología

De todas las formas de lucha contra el fascismo, hay una que conduce siempre y necesariamente a la derrota de los trabajadores: el antifascismo. ¿Por qué?

Qué es el fascismo

En el artículo anterior vimos que el fascismo es la transformación del «revolucionarismo» de la ‎pequeña burguesía‎ en las ‎ nuevas condiciones‎ que para el capitalismo se abren con la primera guerra mundial. Es, como todos los movimientos políticos de la pequeña burguesía «revolucionaria», ‎ nacionalista‎ y ‎ popular‎, pero a diferencia del siglo XIX:

  1. La ausencia de mercados en los que colocar la producción y encontrar colocaciones al capital se ha vuelto crónica y universal. Todos los capitales nacionales son ‎ imperialistas‎ en sus intereses con independencia de su poderío relativo frente a otros.
  2. Por eso el capitalismo liberal está desapareciendo y en su lugar la burguesía se está fusionando y concentrando con el capital nacional alrededor del estado. El fascismo será una de las vías de construcción del ‎capitalismo de estado‎ que es hoy la forma universal de organización del capital nacional.
  3. Una consecuencia importante de esa concentración monopolística es ‎ la integración de los sindicatos en el aparato del estado‎ que irá pareja a la imposición de condiciones laborales homogéneas para todos los trabajadores de cada país (códigos de trabajo, salario mínimo, etc.). El fascismo hará de la aceleración de este proceso una de sus banderas y argumento de la posibilidad de «justicia social», es decir, conciliación de clases.
  4. Pero la conciliación de clases en un capitalismo en el que la tendencia a la crisis se ha vuelto perenne, es ya imposible. En ese marco, el capitalismo, a diferencia del ‎capitalismo ascendente‎, no puede permitirse ya convivir con una expresión política masiva e independiente de los trabajadores. Al revés, necesita integrar todo en el estado. El fascismo expresará de forma abierta y autoritaria esa tendencia totalitaria («Todo en el Estado; nada contra el Estado: nada fuera del Estado» en frase de Mussolini) que será adoptada en realidad por todos los partidos burgueses, empezando por la socialdemocracia y el stalinismo, que lo venderán bajo el manto de un lenguaje democrático y ‎ reformista‎.

Las condiciones para el ascenso del fascismo

En ese marco histórico general hemos visto ascender el fascismo en dos contextos distintos:

  1. En una situación de agudización de la lucha de clases en el que la perspectiva de la revolución está abierta, pero en la que el movimiento revolucionario de los trabajadores vacila o se estanca. La pequeña burguesía abandona entonces la cola del proletariado y levanta el fascismo como su propio «camino revolucionario». La burguesía y el gran capital ven en ello la posibilidad de convertir a la pequeña burguesía en fuerza de choque contra el movimiento de la clase, alimenta su desarrollo y acaba entregándole las llaves del estado. La «tarea» del fascismo será ante todo derrotar al proletariado contundentemente, arrasar sus organizaciones y preparar al conjunto de la sociedad para la guerra.
  2. En capitalismos periféricos, con oligarquías fuertes ligadas al sector exportador y un movimiento de clase que no llegaba a expresarse políticamete de forma independiente, el fascismo sirvió al sector «modernizador» de la burguesía para impulsar la transformación hacia el ‎capitalismo de estado‎, consolidar a los ‎ sindicatos‎ y encuadrar masivamente al proletariado en torno a las necesidades del capital nacional durante los años de bonanza bélica -cuando las exportaciones a los contendientes se disparan y financian la transformación, mejorando salarios y condiciones laborales-, sometiendo la resistencia de las viejas clases rurales y afirmando por primera vez los intereses imperialistas del capital nacional.

El papel del antifascismo

El antifascismo, enganche para la guerra imperialista.[/caption]

La utilidad y oportunidad del fascismo para la burguesía viene dada por la debilidad y la vacilación del movimiento independiente de clase. En época revolucionaria anima a lanzar a la pequeña burguesía y el estado a la ofensiva contrarrevolucionaria. En periodos de retroceso de lucha de clases, sirvió para encuadrar a los trabajadores en el estado. En ambos casos prepara las condiciones para el desarrollo bélico de las tensiones inter-imperialistas.

Toda autolimitación de la independencia de clase, toda ilusión de «justicia social», es decir de conciliación de clases, abre la posibilidad del recurso al fascismo por la burguesía o allana su camino. Esa fue la función del antifascismo de los años 30 y 40. Porque, ¿qué es el antifascismo? La idea de que es necesaria y posible una alianza con los «sectores democráticos» de la burguesía y el estado contra la «amenaza fascista». Es decir, que hay un terreno -la lucha contra el fascismo- en el que la conciliación de clases es posible. La alternativa capitalismo-revolución es sustituida así por la alternativa fascismo-antifascismo. Como diría Amadeo Bordiga, la peor consecuencia del fascismo fue el antifascismo.

¿Pero no derrotó el antifascismo a la reacción?

Cacheos de la guardia de asalto republicana en las calles durante la huelga revolucionaria de 1934.[/caption]

En España el resultado de la huelga revolucionaria de 1934, especialmente en Cataluña y Madrid, abrió la salida fascista a la burguesía española al mostrar por las claras la incapacidad del movimiento de clase para superar la subordinación al freno que, en defensa del estado democrático, ejercían los partidos nacionalistas y el PSOE. Los sectores más reaccionarios de la burguesía de estado española pudieron optar entonces por el golpismo militar, que fue derrotado el 19 de julio de 1936 por la insurrección obrera. El estado burgués republicano colapsa... e inmediatamente empieza a reconstruirse a partir de la Generalitat con la consigna «antifascista» hasta ser lo suficientemente fuerte para desarmar y derrotar a los trabajadores. En ese momento (1937-38), cuando la guerra revolucionaria pasa a ser guerra imperialista, el capital nacional español está «salvado», la suerte de los trabajadores, a ambos lados del frente pasa a estar echada.

Barricada obrera durante la insurrección de mayo de 1937 contra la estatalización de las fábricas expropiadas por los trabajadores y la disolución de las milicias obreras ordenadas por el estado republicano.[/caption]

Después del triunfo franquista en 1939, las condiciones de derrota general del proletariado en los países centrales están ya dadas. Puede empezar la guerra, expresión y culminación sangrienta de la contrarrevolución. La Rusia stalinista sustituye el «antifascismo» por la colaboración con Hitler repartiéndose con éste Polonia y obteniendo vía libre para invadir Finlandia y los estados bálticos. Pero dos años después, el 22 de junio de 1941, Hitler decide atacar Rusia. Las viejas glorias del «Frente Popular» y el «antifascismo» se sacan de nuevo del armario para tener una bandera común con los aliados «democráticos» que sirva de enganche ideológico para el alistamiento masivo de los trabajadores y como vacuna frente a la resistencia a la guerra. Con todo, el movimiento de clase resurgirá a partir de 1943 con huelgas masivas en Italia, Grecia, etc. Fascistas y antifascistas no dudarán entonces en coordinarse para aislar y aplastar los focos revolucionarios a veces masivos... y borrar luego, como ya habían hecho y siguen haciendo en España, la memoria. Queda ésta solo en las minorías revolucionarias que en España e Italia han luchado junto al resto de trabajadores tanto contra fascistas como antifascistas y todo un folklor proletario sobre la represión democrática, antifascista y «socialista» de las luchas que habían doblado a la reacción.

https://youtu.be/BjEBFqfahps

Cuando la burguesía nos vende «el triunfo sobre el fascismo y el nazismo», tienen hasta un canal de televisión dedicado prácticamente solo a éso, nos habla de la segunda guerra imperialista mundial, de la mayor matanza de la historia de la Humanidad. Es decir encubre nuestra propia derrota y masacre con la derrota de uno de los bandos imperialistas en la guerra que ésta hizo posible.

¿Puede volver hoy el fascismo?

La inexistencia durante décadas de ‎ luchas de clases masivas fuera del encuadramiento estatal‎ hizo irrelevante la opción fascista para el estado y el capital nacional. Por otro lado, hoy el ‎capitalismo de estado‎ es la forma de organización universal del capital nacional.

Sin embargo, después de largos años de crisis, la pequeña burguesía en prácticamente todo el mundo entró en rebelión. Su revolucionarismo sin salida ha producido un estancamiento, cuando no el colapso, del aparato político de la burguesía. Lo hemos visto desde el Brexit y el triunfo de Trump al independentismo catalán pasando por las huelgas de camioneros en Brasil y la «liberación nacional a la italiana» de Salvini y di Maio que pusieron su palo en la rueda al eje franco-alemán en la UE. La burguesía ha encontrado en las protestas airadas y los movimientos sin futuro de la pequeña burguesía, un escollo relevante para, sin transformar de raíz la organización política del estado, poder encarar las «reformas» (seguridad social, condiciones laborales, etc.) que necesita para que la ‎acumulación‎ gane tiempo y recupere oxígeno, ni hablemos para desarrollar el ‎militarismo‎, cada vez más condición necesaria para sobrevivir en la competencia global... y regional.

La inminencia de una nueva oleada de crisis en 2019 en medio de un escenario imperialista cada vez más tenso, va a poner sin duda sobre la mesa la necesidad de «darle la vuelta» y utilizar el movimiento de la pequeña burguesía como ariete contra las condiciones de los trabajadores. Es lo que una parte de la burguesía francesa quiere de los chalecos amarillos, lo que la burguesía alemana intenta -sin éxito- consolidar con los verdes y la apuesta que la burguesía italiana juega ya con Salvini. Ese es el marco en que movimientos «populistas», pretendiendo «crear ‎pueblo‎» con banderas interclasistas que irán de la xenofobia al feminismo, van a intentar liderar un rearme autoritario del ‎capitalismo de estado‎ vestido por falsos «avances sociales» que precederán inevitablemente al ataque a los sistemas de aseguramiento del trabajo y las condiciones laborales básicas.

¿Qué significaría hoy el anti-fascismo?

Cartel de Izquierda Republicana llamando a abandonar las milicias para alistarse con el ejército republicano ante el llamado de la patria.[/caption]

En las condiciones actuales, los movimientos que continúan la tradición «revolucionarista», transgresora, interclasista, pro-capitalista de estado y autoritaria del fascismo original, los que pueden cumplir las funciones de encuadramiento del proletariado al tiempo que disciplinan y dotan de nuevas formas patrióticas a las facciones burguesas, no son los restos o las tendencias colindantes con la ultraderecha. No son los «fachas» neoliberales, abiertamente represivos, machistas y conservadores. Muy al contrario, el nuevo fascismo, como el viejo, se agitará contra «las élites» representativas de los sectores más caducos de la burguesía de estado y la pequeña burguesía. Pero lo hará, también como el viejo, tomando banderas ‎ populares‎ -no sería «revolucionarista» si no- desde un interclasimo que se pretenderá «verdaderamente democrático», «igualitario» (¡qué importa que igualitarismo e interclasismo sean contradictorios!) y por supuesto patriótico. Es decir, el fascismo de hoy es el primer candidato a tomar la bandera del antifascismo contra la carcunda de su propia clase porque así genera las condiciones de su posibilidad.


El tema de este artículo fue elegido para el día de hoy por los lectores de nuestro canal de noticias en Telegram (@nuevocurso).