El 8 de marzo y el feminismo
El ocho de marzo, «Día de Solidaridad Internacional entre las mujeres proletarias», nace en 1910 de la Segunda Internacional, con el fin de impulsar la movilización de las mujeres proletarias, parte indisoluble y necesaria de la clase universal y del movimiento emancipador de la clase obrera. Era originalmente, una movilización por el sufragio universal a través de la organización de la mujer obrera en la lucha de clases. Siglo y pico después, es algo muy diferente.
La perspectiva de clase debe tener clara cuál debe ser su posición sobre la clase trabajadora y la ideología burguesa. A día de hoy, es evidente que esta fecha ha sido capturada por la burguesía y pequeña burguesía, ansiosas por movilizar las masas bajo sus identidades. En este caso la identidad que se enarbola tanto desde las instituciones como desde sus medios de comunicación es el «la mujer» tal y como la entiende el feminismo, es decir como un sujeto político interclasista del que participan desde la reina a las jornaleras machacadas de la fresa, sin contradicciones y con intereses comunes.
Las televisiones se tiñen de morado en honor a las sufragistas inglesas antiobreras, partidos y sindicatos nos llaman a la huelga el 8M y ¡hasta la Guardia Civil vestía el morado en redes sociales! El feminismo se ha convertio en ideología de Estado. Algunas feministas levantan una supuesta crítica alegando que la burguesía se está apropiando de la lucha feminista. Pero esta afirmación se contradice con la perspectiva histórica: la burguesía eleva en presencia e importancia social una ideología que siempre le ha pertenecido.
Aunque el actual movimiento feminista quiera ver sus orígenes en la Ilustración, no será hasta el movimiento sufragista que el feminismo tenga cierta relevancia social. Defendían entonces el voto para la mujer en las mismas condiciones que los hombres: voto censitario que eliminaba a la clase trabajadora del sufragio. En Gran Bretaña todos los varones tendrán el derecho a voto en 1918 pero entonces solo las mujeres de las clases burguesas lo obtendrán. Las proletarias no podrán votar hasta 1928. En Alemania será en 1919 como una «concesión» a los trabajadores en un intento desesperado por dar legitimidad a la república y frenar a la Revolución que ha comenzado con Rosa Luxemburgo como referente. Es decir, tanto en Alemania como en Gran Bretaña, las mujeres solo tendrán el voto cuando el capitalismo ya ha entrado en su decadencia, el estado se ha fundido con el capital y el parlamentarismo es inútil para los trabajadores.
El movimiento sufragista había sido un movimiento compuesto principalmente por mujeres provenientes de la pequeña burguesía urbana. Este origen era claro en en sus reivindicaciones, manifestaciones e incluso simbología. El morado de la virginidad junto al verde; Juana de Arco como icono ejemplar. Los discursos ensalzando una «democracia mejor» típicos del radicalismo inglés descendiente del puritanismo y la deriva al sacrificio e inmolación son ejemplo del origen del sufragismo en el puritanismo anglosajón a través del radicalismo liberal.
Será Sylvia Pankhurst, hija de la gran referencia del sufragismo, la que denunciará todo ésto en la misma Gran Bretaña, rompiendo con el feminismo a través de una crítica de clase. Como ya había denunciado Rosa Luxemburgo, el feminismo era la pugna de parte de las mujeres burguesas reclamando un sitio en el sistema capitalista junto a los hombres burgueses, empezando por el sufragio de las mujeres propietarias. El feminismo se dirigía a las mujeres proletarias para que defendieran los derechos de sus «hermanas mayores». Destacadas militantes internacionalistas como Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin vieron claro desde el principio lo que suponía el movimiento feminista y que las mujeres trabajadoras no debían compartir esa plataforma interclasista.
Las defensoras de los derechos de las mujeres burguesas desean adquirir derechos políticos para participar en la vida política. Las mujeres proletarias solo pueden seguir el camino de las luchas obreras, lo opuesto de poner un pie en el poder real por medio de estatutos básicamente jurídicos. Rosa Luxemburgo
¿Pero entonces Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin y Kollontai eran «feministas de clase»? La respuesta es clara: no. Igual que no se puede hablar de un «nacionalismo de clase», tampoco se puede hablar de un feminismo de clase, ya que ambas parten de un identitarismo interclasista que no tiene cabida en una concepción clasista y revolucionaria.
No existe una mujer trabajadora separada del hombre trabajador, al igual que el obrero que habla polaco no es parte de otro sujeto político diferente del obrero que habla español. La clase universal es el pilar fundamental para plantearnos una verdadera emancipación de la humanidad y la clase no es un «frente» de identidades. Esas evidentes discriminaciones que se arrojan sobre la clase trabajadora, ya sea por razón étnica, nacional o de sexo, son producto del yugo de la sociedad de clases que lleva ya demasiados siglos pesando sobre la Humanidad. Y es sobre su manifestación actual, el capitalismo, sobre el que hay que lanzar la lucha emancipadora.
Aquellos que plantean un capitalismo «mejor», un capitalismo «igualitario», nos ofrecen en realidad una utopía reaccionaria que diariamente se dará contra la pared de la realidad… dejando en el camino un rastro sangriento. La realidad de la trituradora de carne humana que es el capitalismo de estado actual, edificado sobre mil discriminaciones y ante todo, sobre la explotación de la clase trabajadora mundial no tiene reforma posible. Al más puro estilo totalitario, inventa su propia «contestación» inane a base de campañas de opinión. Que el propio estado capitalista llame a una huelga en pleno: desde los sindicatos, a las instituciones de gobierno y los medios de comunicación y la universidad debería hacernos sospechar. Que desde la patronal, la prensa conservadora y hasta las fuerzas represivas del Estado vistan el color del feminismo públicamente en redes sociales ya debería ser el remate de dicha sospecha.
La reafirmación del feminismo como ideología del Estado capitalista a nivel mundial es una realidad innegable. Estamos ante una nueva ola de igualitarismo pequeñoburgués promocionada el capitalismo tanto para dividir a la clase trabajadora como para vender un falso futuro mejor bajo el sistema. Por eso decimos claramente que no somos feministas. Somos internacionalista en la tarea de la emancipación del proletariado. Como decía Clara Zetkin:
No hay más que un sólo movimiento, una sola organización de mujeres comunistas -antes socialistas- en el seno del partido comunista junto a los hombres comunistas. Los fines de los hombres comunistas son nuestros fines, nuestras tareas. Clara Zetkin