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El 28A y los trabajadores

11/04/2019 | Comunicados

Nos dicen que tenemos que participar en las elecciones para elegir entre lo malo y lo peor, que si no vamos a las urnas con el carné en la boca, seremos responsables de la siguiente oleada de ataques que lancen contra nuestras condiciones de vida y de trabajo. Otros nos dicen que votemos, pero en blanco, o aun más, que no votemos porque «cada voto es un sí al capitalismo». Ninguno lleva razón.

¿Qué nos jugamos entre derecha e izquierda?

Los intereses de los trabajadores no son intereses «corporativos», privilegios de grupo o casta, no son nada que haya que conseguir a costa de otros. Son necesidades humanas genéricas, universales. Los intereses de los trabajadores comienzan a defenderse cuando las necesidades humanas se ponen por delante de la necesidad del capital: generar ganancias.

Los estados democráticos y sus gobiernos no están para poner las necesidades humanas por encima del beneficio de las inversiones. Su función y su objetivo es hacerlas rentables y «sostenibles»: mantener el sistema lo menos cuestionado posible, haciendo al capital lo más rentable posible. Por eso temen «el caos» y miden obsesivamente el PIB. Por eso están dispuestos a acabar con algún atavismo o mejorar alguna situación concreta, pero nunca, nunca, van a aceptar que las necesidades humanas están por encima de la obtención de beneficios por el capital nacional. Los partidos que se presentan a las elecciones son instituciones del propio estado que nos presentan programas para mejorar la gestión de nuestra propia explotación.

Pedro Sánchez ha propuesto al gobierno que una parte de la cotización obligatoria de la Seguridad Social, vaya a fondos de pensiones privados. Es el primer paso de la misma «reforma» de Bolsonaro en Brasil: que las pensiones pasen de ser solidarias a ser «por capitación», que cobremos de pensión en función de la rentabilidad de lo que nos quitaron en el sueldo. No lo hacen por la «sostenibilidad» de las pensiones, lo hacen por la sostenibilidad de una banca que confiesa no ser rentable desde hace años y necesita una renta asegurada. La piensan sacar de nuestro salario y nuestra pensión.

Sánchez a pesar de sus promesas no ha tocado la reforma laboral de Rajoy, que es la misma de Vox. Y si ha subido el salario mínimo -también como Bolsonaro- es porque, como él mismo dijo, se lo «podían permitir»: los salarios medios se están desplomando mientras nos invitaban a mirar a otro lado. Y a todo esto, Sánchez e Iglesias se proponen gobernar con la derecha vasca.

Pedro Sánchez y sus socios de Podemos no son un alivio en la explotación. Todo lo contrario. Son la forma de conducir los mismos ataques contra nuestras condiciones de trabajo, salarios y pensiones que Rajoy pero... al modo socialdemócrata, «por nuestro bien». No nos «protegen» de nada que no produzcan ellos mismos.

¿Tiene sentido votar al «menos malo»?

¿No hay unos capataces peores que otros? ¿No deberíamos elegir, dado que nos dan opción al «menos malo»? La verdad es que no elegimos. El voto pretende ser la medida de la adhesión de los distintos programas. Cada partido-programa es en realidad un equipo de burócratas que recibirá tantas rentas, puestos y poder en el estado cuanta más gente consiga encuadrar. ¿Cómo no van a insistir en que son los «menos malos»? Pero gane quien gane, «el peor» es el que gobierne porque gobernará con los mismos objetivos: remozar y mantener a flote una estructura y un sistema que no da más de sí sin chocar continuamente contra nuestras necesidades.

Lo que miden las elecciones es la capacidad del sistema mediático y propagandístico para generar «opiniones». La opinión es toda una industria, la industria de la ideología: canales de televisión, periódicos, cine... El capital, y el propio estado, orientan una gigantesca cantidad de recursos a moldear nuestra opinión. Continuamente nos invitan a hacernos cargo de las dificultades de nuestra propia explotación y nos preparan para el momento en que nos darán a elegir cómo preferimos que la vistan. Somos un alérgico a las nueces, que se envenena al tomarlas y al que dan a elegir entre cinco variedades. Las garrapiñadas nos matan igual. «Pero al menos están dulces», nos dicen.

¿Mide algo la abstención?

¿Entonces? ¿Llevan razón los que nos dicen que votar es «dar un sí al capitalismo»? Tampoco. Los trabajadores decimos no al capitalismo luchando y eso se hace colectivamente, porque colectivamente es como somos explotados. Votar aislados tras una cortina ni sirve para cambiar las condiciones de explotación ni las refuerza. Durante años el anarquismo nos dijo que cuando votara menos de la mitad de la población el sistema político implosionaría. Pero el desinterés en el teatrillo electoral creció, mucha gente de todas clases dejó de ir a las urnas y... no pasó nada de eso.

¿Se va a reforzar si esta vez va más gente a votar? Tampoco. El sistema que nos explota y el estado que organiza las condiciones generales de esa explotación no se mantienen porque haya más o menos voto. Sus políticas no surgen de la «opinión» creada por las campañas mediáticas, ni del resultado del recuento de las papeletas que millones de individuos meten en una caja en medio de un ceremonial estatal una vez cada cierto tiempo. Sus políticas son el producto de las necesidades de un capital cada vez más ahogado y abocado a la guerra comercial.

¿Qué hacer?

Los órdagos y los chantajes nunca ofrecen opciones reales. Hay que verlos siempre. No podemos tomarnos en serio más chantajes electorales que solo pretenden pastorearnos hasta las urnas. Sabemos lo que, gane quien gane, nos traerá después. Sabemos que votar es un ritual religioso vacío para «consagrarlo».

El principal peligro de todas las elecciones es... que nos las creamos. Que pensemos que el triunfo de las izquierdas va a suponer que el estado defienda nuestros intereses, incluso que puede ahorrarnos luchar por nosotros mismos; o al revés, que creamos que el triunfo electoral de las derechas es nuestra propia derrota y «buscar aliados» entre «los menos malos». Igual con el abstencionismo: igual de dañino es que creamos que una abstención masiva va a suponer algún cambio, que pensar que un alto número de votantes significa que el capitalismo tiene apoyos masivos.

Nada se nos perdió a los trabajadores en las elecciones y nada tenemos que perder, ni que ganar, con ellas. ¿Qué hacer entonces? ¡Ni votar, ni movernos un ápice en la defensa de nuestras necesidades gane quien gane![/info]