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EEUU hace sonar las alarmas de guerra con Rusia mientras se agrietan sus filas

12/02/2022 | Actualidad

Esta semana Macron tomaba el protagonismo de las conversaciones con Rusia para disgusto de Putin tanto como de Biden; Scholz iba en persona a Washington para escenificar en la propia Casa Blanca su resistencia al cierre del NordStream 2; y a la vuelta, ambos cooptaban y negociaban la posición polaca, permitiendo finalmente a la UE, romper el monolitismo OTAN. Biden, en picado en las encuestas, responde elevando el tono y asegurando la inminencia de una invasión rusa. Pero un vistazo a la prensa mundial deja claro que fuera de AUKUS, EEUU cada vez encuentra más resistencias entre sus antiguos aliados en todo el mundo, desde Sudáfrica a Argentina.

Macron en Moscú

Macron y Putin se encuentran en el Kremlin

El domingo pasado Macron inició una apertura presentando en la prensa francesa sus posiciones de partida ante Rusia. La diferencia con el enfoque de la Casa Blanca era evidente. Ponía sobre la mesa la idea de una neutralidad a la finesa para Ucrania aceptando que «la cuestión fundamental [...] es saber cómo convive Rusia con este espacio de seguridad que es la OTAN». El núcleo de su mensaje se dirigía sin embargo más a los países UE que a EEUU o Rusia.

El período reciente ha confirmado que cuando decides no hablar, que fue la elección de los europeos el año pasado cuando la canciller Merkel y yo propusimos una cumbre UE-Rusia, no puedes resolver ningún conflicto. Porque entonces dejamos que otros hablen en nuestro lugar

Macron en Le Journal du Dimanche

La prensa estadounidense recogió con inquietud las palabras del presidente francés pero se cuidó mucho de descalificar las pretensiones francesas como había hecho en las semanas anteriores El País, más bidenista que los bidenistas norteamericanos, por ejemplo.

Macron llegaba a Moscú «a su propio riesgo», sin el apoyo de los países del Este ni de sus aliados meridionales tradicionales (Italia, Francia, Portugal, Rumanía) que se habían desentendido de la cuestión ucraniana entregando su posición a EEUU y esperando obtener algo de ella.

El objetivo de Macron no es «evitar una guerra» que no cree excesivamente probable, sino mover la posición rusa para que el Kremlin acepte al par franco-alemán, por sí mismo y a través de la UE como interlocutor en pie de igualdad con EEUU sobre el futuro de Europa.

Y tampoco podía esperar entusiasmo por parte de Putin. La misma escenografía del encuentro, que dio para todo tipo de fantasías conspiranoicas, lo expresó bien.

Macron desde la primera a la última de sus propuestas a Putin dejó claro que no temía realmente una guerra y que su objetivo real era que Moscú aceptara a Francia y Alemania como interlocutores principales sobre el futuro de Europa.

Prometió a Putin que «nuevas soluciones» cuajadas dentro de la UE moverían la posición OTAN sobre los temas de fondo: despliegue de misiles INF, limitación mutua de despliegues y maniobras militares... y expansión de la Alianza hacia el Este. Y aceptó acompañarle en la reivindicación de «la aplicación estricta y total de los acuerdos de Minsk» -incluida la autonomía dentro de Ucrania para las regiones rusófonas- si la cuestión ucraniana volvía al «formato Normandía», una mesa a cuatro de Ucrania, Rusia, Alemania y Francia.

Y todo este camino por el módico precio de un gesto: desescalar las maniobras cercanas a la frontera ucraniana y aplazar las maniobras conjuntas con Bielorrusia. O dicho de otro modo: Macron ofreció a Putin una salida victoriosa del pulso actual a cambio de la oportunidad de desplazar a EEUU.

A la vuelta a París, la delegación francesa se excedió en el entusiasmo y filtró al Financial Times un supuesto compromiso informal entre Macron y Putin para avanzar en la propuesta francesa que el periódico británico colocó en portada al día siguiente. Pero el Kremlin no estaba por reconocer compromisos que ataran sus manos sin garantías. Peskov, portavoz de la presidencia rusa, fue tajante con los periodistas:

Francia tiene la presidencia de la UE y Francia es miembro de la OTAN, donde París no tiene liderazgo. En este bloque, el liderazgo pertenece a un país completamente diferente. ¿De qué tipo de acuerdos podemos hablar?

Peskov, portavoz de la presidencia rusa a los periodistas, recogido por Interfax

Francia, salía de la cumbre sin nada cosido, pero como demostrarían los acontecimientos, con apenas un pespunte de sus intenciones podía seguir jugando. Todo iba a depender de su capacidad para forjar una posición europea diferenciada de la estadounidense. Y eso iba a depender, en buena medida, de la percepción del tiempo y la realidad de la amenaza bélica entre el resto de países europeos.

Scholz en Washington

Biden observa con gesto adusto a Scholz en la rueda conjunta tras su encuentro en la Casa Blanca

Mientras, el canciller alemán, Scholz, realizaba su primera visita a Washington. Para allanar el terreno había prometido reforzar con nuevas tropas la misión alemana en Lituania, aunque se mantuvo firme en la negativa de proveer de más armamento a Ucrania bajo el argumento de la ley alemana y de la opinión mayoritaria de las encuestas.

Pero lo que Biden esperaba de Scholz iba mucho más allá. Biden pretendía de Alemania que organizara a los países UE para que cantaran bajo la melodía estadounidense y que mostrara disposición a hacer «sacrificios relevantes» por la «causa común». En otras palabras: que se comprometiera a cerrar para siempre el NordStream 2 -que está acabado pero no abierto- en caso de que estallaran choques entre Rusia y Ucrania o hubiera una invasión.

No es de extrañar que el presidente de los EE. UU. sea reacio a que los alemanes lo dejen en la estacada en la crisis de Ucrania. Entonces no sólo los alemanes, sino también él mismo, parecerían débiles a los ojos del público estadounidense. «Joe Biden ha hecho una apuesta en relación con Alemania», dice el experto del think tank Rathke. «Ahora todo el mundo en Washington está mirando para ver si esta apuesta vale la pena políticamente para él».

Lo que los estadounidenses esperan de Olaf Scholz, Spiegel

A la hora de la verdad, en Washington, Scholz evito abiertamente todo compromiso, tanto frente a Biden como ante los medios. La rueda de prensa posterior al encuentro fue extrañamente violenta por el lado estadounidense y pasivo-agresiva por el alemán.

«Si Rusia invade, eso significa que tanques y tropas cruzan la frontera de Ucrania nuevamente, entonces ya no habrá un Nord Stream», dijo Biden. «Le pondremos fin».

Cuando se le preguntó exactamente cómo, Biden dijo: «Le prometo que podremos hacerlo». El Sr. Scholz, cuando se le hizo la misma pregunta, no respondió con tanta fuerza. Ha sido vago sobre si aceptaría terminar el proyecto del oleoducto, pero el lunes repitió lo que ha dicho con frecuencia: «Estamos absolutamente unidos».

Biden dice que un oleoducto de Rusia a Alemania no avanzaría si Moscú invade Ucrania, New York Times.

El encuentro más importante: Morawiecki en Berlín

Pero la reunión más importante de la ofensiva franco-alemana no era en realidad con Putin ni con Biden, sino con Morawiecki, el primer ministro polaco.

Polonia es, con los estados bálticos, la cabeza de la beligerancia antirusa en la UE. La negativa alemana a dar portazo al NordStream 2 y las iniciativas de Macron habían sido abiertamente atacadas desde Varsovia, reafirmada por la perspectiva de forjar, a través del conflicto actual, una relación directa y privilegiada con EEUU cuyo primer logro habría consistido en el envío de 3.000 soldados norteamericanos a su suelo.

En la famosa cumbre ultraderechista de Madrid, Morawiecki no sólo consiguió posicionar a sus conmilitones de todo el continente contra Rusia sino que llamó a la OTAN a «despertar de su siesta geopolítica» tomando una posición más agresiva. Sin embargo, los éxitos atlantistas no compensan los entusiasmos ultras del gobierno polaco para EEUU.

Washington desconfíaba porque una cosa es atacar a Rusia y otra apoyar a Ucrania. Y el nacionalismo polaco es tan anti-ruso como anti-ucraniano, por lo que Morawiecki ha tenido mucho cuidado en retrasar la entrega de armas -pocas y «defensivas»- o comprometer tropas. Temía una ruptura de base electoral si era demasiado explícito en su apoyo a Kiev.

Con sus reticencias a ayudar a Ucrania, su posición de «maldito» de la UE y sus relaciones con Trump y la ultraderecha europea el gobierno polaco, a pesar de su belicosidad contra Rusia, no consiguió establecer la relación de pares con Washington a la que aspiraba.

En realidad, Morawiecki, enfrentado a lo que llama el «Cuarto Reich» de Bruselas y reticente a cualquier apoyo material a Ucrania sólo podía ser un estorbo para EEUU. En el círculo de Biden además, las relaciones entre el partido gobernante polaco y Trump no ayudan a vencer desconfianzas. El juego polaco está muy limitado y no encontraba a su Occidente, un lugar propicio para hacer prosperar sus intereses. De ahí también el intento de Varsovia de llevar la cuestión ucraniana a la OSCE, en un guiño «vintage» inmediatamente descartado por Rusia.

La oportunidad estaba servida para Scholz y Macron, dispuestos a desenterrar el «formato Weimar» y decidir a tres el futuro de Europa con un país al que intentan todavía sancionar y disciplinar desde Bruselas. De hecho la promesa de modulación o retirada de sanciones dentro de la UE se convirtió en un argumento para vender «la unidad». La consigna «Europa para los europeos» tiene un curioso sabor en ese formato, algo disonante con la lírica democrática que tanto gusta a Macron. Pero para Berlín y París torcer el brazo a Biden, bien valía tragarse algún sapo retórico.

La supuesta «unidad inquebrantable» de la UE se mantenía, pero apuntaba ya hacia París, no hacia Washington. Hoy la prensa europea abría con la disposición de la UE a discutir con Rusia, por fuera de la OTAN, sus «problemas de seguridad».

Las filas estadounidenses se agrietan más allá de AUKUS...

La estrategia francoalemana no ha conseguido -al menos por el momento- nada parecido a un equilibrio que aleje, siquiera temporalmente, el peligro de guerra. Sin embargo ha empezado a producir grietas inesperadas entre EEUU y sus viejos aliados, lo que podría en todo caso, remar en sentido contrario por confiar a Moscú y apremiar a Washington.

Las encuestas de CNN en EEUU mostraban que la «amenaza inminente» de una guerra europea no estaban precisamente «uniendo a la nación entorno al Presidente». Biden obtenía nuevos récords de desaprobación y la fractura entre republicanos y demócratas ni se conmovía.

La reacción casi inmediata de la Casa Blanca ha sido hacer sonar de nuevo las trompetas y asegurar a quien quiera escuchar la información que sale de Washington que «la invasión podría empezar en cualquier momento», que «Rusia no va a esperar al fin de las Olimpiadas» y que el próximo miércoles será el día de apertura de hostilidades. Una vez más se dieron órdenes de evacuación y se pretendió que el estallido de una guerra dependería de una videollamada entre Biden y Putin hoy.

Insistir en la «inminencia» genera demasiadas dudas incluso entre los propios aliados de EEUU, que a estas alturas ya no tienen la actitud reverencial que tenían hacia los informes confidenciales de la inteligencia militar angloestadounidense antes de la guerra de Irak. Por eso la respuesta del Krenlim esta mañana hacía sangre.

La histeria de la Casa Blanca es más indicativa que nunca. Los anglosajones necesitan una guerra. Cueste lo que cueste

María Sajarova, portavoz del Mº de Exteriores ruso, esta mañana a Interfax.

Y es que si bien la amenaza Rusa es real y un despliegue masivo como el que ya está en marcha tiene en sí un peligro inherente, el interés de Rusia no es invadir inmediatamente para aumentar sus problemas sin haber conseguido nada, sino mantener la tensión mientras negocia. La paradoja es que EEUU tiene el mismo interés, incluso un poco más chirriante porque solo bajo la amenaza directa de guerra en Europa cree poder mantener la iniciativa y mantener minimamente disciplinados a los aliados más allá de AUKUS.

Esta capacidad de disciplinamiento sobre la base de una amenaza externa, que caracterizó los primeros compases de esta crisis, es lo que parecen haber roto Francia y Alemania. Y lo que está calando globalmente. A pesar de las presiones y los argumentos, países tan importantes como Sudáfrica se han negado a condenar a Rusia o amenazar con sanciones.

En una prensa tan poco sospechosa de anti-americanismo como Clarín (Argentina), podemos leer hoy mismo análisis equiparando la «deriva autoritaria» estadounidense a lo que Washington denuncia en China y Rusia; y artículos abiertamente anti-atlantistas que afirman que «lo que está en crisis en Europa es un sistema de seguridad basado en el poder militar de la OTAN, que se ha revelado absolutamente anacrónico en la segunda década del siglo XXI».

Y podríamos seguir. Muchas burguesías de África, Asia y América del Sur no se sienten ya concernidas por los intereses estratégicos de EEUU. China es el principal socio comercial de muchos de ellos y Biden les ha dejado claro además, que no tienen «zanahoria» que ganar.

...haciendo la situación más inestable a medio plazo

Sin embargo, las dificultades de Biden para consolidar un bloque sólido en torno a AUKUS y la OTAN no deben hacernos pensar que ponen la guerra en un horizonte más lejano. Al revés, hacen más cercano el escenario de un rosario de conflictos, de Taiwán a Malvinas, en los que AUKUS y la alianza Rusia-China midan fuerzas y decanten a los países circundantes a base de militarizar y aumentar la tensión.