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09/09/2019 | España

Si ayer dimos un vistazo en siete graficos a la situación global del capital, hoy vamos a ver en otros cinco cómo se materializa en España y sus consecuencias para los trabajadores.

La supuesta «salida» de la crisis en 2015 estuvo basada en ventas a saldo de estructuras productivas y bajadas de salarios y condiciones de vida y trabajo. El capital «resucitó» empombreciéndonos, vendiendo las joyas de la corona y ganando espacios en el mercado mundial (aumentando exportaciones) gracias a la bajada de costes. No es, precisamente, un modelo sostenible. Y eso es lo que nos muestran las gráficas. Los servicios, reptan en con una tendencia a la baja a largo plazo, la producción industrial muestra una caída en los índices de actividad desde hace casi dos años y está ya francamente en recesión.

La clave de este retroceso industrial está en el mercado mundial. Ayer pudimos ver que la situación en Alemania, y especialmente en la industria automotriz, está en un momento crítico, entre otras cosas por las expectativas y los costes que crea la guerra comercial. Buena parte del tejido industrial español está formado por eslabones periféricos de cadenas de producción alemanas y francesas en automoción, máquina herramienta, aeroespacial... Sumémosle a eso los primeros síntomas de una caída de demanda internacional, en parte por la guerra comercial y en parte por la implosión de mercados tradicionales de la exportación española como Argentina. Resultado, la balanza comercial empieza a hacer aguas. Entre 2016 y el primer trimestre de 2019 el superávit de la balanza por cuenta corriente ha disminuido del 2,3% al 0,7% del PIB.

Pero bueno queda el turismo, esa particular exportación de servicios. Pues tampoco... la ausencia de grandes atentados este año en Turquía, la competencia portuguesa y tunecina, etc. han producido una bajada del turismo extranjero. ¿Qué queda? En lógica del capital, bajar los salarios hasta que los precios de las exportaciones sean lo suficientemente competitivos como para compensar los clientes perdidos. Y mientras, reducir producción o lo que es lo mismo: echar gente a la calle. El desempleo en agosto tuvo la mayor subida desde 2010.

Pero bueno... el capital español tradicionalmente se ha refugiado en la especulación inmobiliaria. Es cierto que es cada día más difícil para un trabajador comprar una casa: demasiado riesgo en un mercado de fuerza de trabajo en ‎precarización‎ continua. Por eso crecen más los alquileres que la compra y por eso el la «nueva burbuja» estaba basada en el alquiler. ¿No se vuelven a ver grúas de nuevo? Pues parece que se verán menos. Los fondos se van a otro lado porque consideran que el mercado de alquiler no puede dar más de sí ni precarizando aun más. Resultado: el precio de la vivienda empieza a bajar.

En conjunto, para los trabajadores eso supone más y más puertas cerradas. Puertas a tener un trabajo que de para vivir sin asfixia y puertas para tener una vivienda decente. Resultado: el número de parados de larga duración en España se cuadruplica en diez años y es ya un 32% del total de Europa. Aquí es donde la destrucción de las capacidades productivas literalmente toca hueso. El paro y especialmente el de larga duración nos destruyen, sin paliativos.

¿Qué hacer?

Lo hemos visto y lo vemos cada día, la máquina del capitalismo global no funciona, es una trituradora de carne. Confiar en las trapacerías de los partidos solo nos llevará a corto a trabajar más por menos y peor, a medio a perder las pensiones y desde ya, a vernos cada vez más excluídos, marginalizados y ‎ empobrecidos‎. Hay que empezar a defendernos de verdad: imponer ya nuestras necesidades, necesidades humanas y generales por encima de la lógica del dividendo y la ganancia. Reducir la jornada, recuperar a los compañeros en el paro, producir para las necesidades de todos... solo podemos hacerlo nosotros y por nosotros mismos. Hay que empezar ya.