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Disturbios como forma de protesta

18/02/2021 | Crítica de la ideología

El paso de una manifestación a batalla con la policía puede producirse por mil causas. En Linares hemos visto una, en las recientes manifestaciones en Rusia otra. Pero resulta muy diferente cuando los disturbios, los enfrentamientos físicos contra la policía son la forma y el objetivo de la manifestación, la forma de expresión elegida para reivindicar.

En este artículo…

Los disturbios como teatralización intencionada de un conflicto

En principio, este tipo de protestas son mediáticamente rentables: a diferencia de la gran mayoría de manifestaciones y concentraciones de huelga y a pesar de ser menos numerosas que ellas, saldrán en TV y ocuparán portadas de periódicos. Los medios indefectiblemente condenarán la violencia y pontificarán a partir de ahí. Pero los convocantes habrán obtenido algo: presencia en la agenda pública.

Esta es la primera naturaleza de la algarada, del disturbio cuando se persigue como objetivo. Es una teatralización que busca ser difundida por los medios para representar la existencia de un conflicto que de otra manera, argumentan sus defensores, no existiría públicamente.

Consciencia y hedonismo de la protesta

disturbios barcelona octubre

Pero para los trabajadores la utilidad política de una forma de protesta no tiene nada que ver con salir en la tele, sino con alimentar un desarrollo de la consciencia de clase. Y para eso, la dinámica de esta forma de protesta resulta esterilizadora al máximo.

En primer lugar, se representará un conflicto, pero con qué sujeto. Los que ven los vídeos ven chavales airados, encapuchados jugando a la guerrilla urbana o gamberros asaltando comercios. Nada que apunte a un sujeto político colectivo, nada que haga evidente que ahí hay una lucha que los incluye como parte de una clase que reivindica necesidades universales.

¿Han conseguido los Black Blocks y otros mil grupos similares en los últimos 30 años algo más que minutos de espectáculo televisivo?

Pero, nos argumentan, este tipo de convocatorias movilizan a jóvenes en los barrios y supuestamente les incorporan a una acción colectiva. Es cierto, pero una vez más, sobre qué base. El atractivo de la pelea callejera no es otra cosa que un hedonismo de barricada que se agota en sí mismo.

Y si no se agota... peor. Porque lo que introduce es un ciclo de algarada, represión y detenciones, nueva algarada, etc. Una versión callejera de la famosa espiral de la violencia. Y del mismo modo que la original, solo puede acabar en aislamiento, atomización y desengaño. O, peor incluso, atrapando a decenas de jóvenes en la ideología siniestra de los especialistas de la algarada, buscando ciclos de represión-reacción pensando que pueden llevar a algo positivo.

No sólo estéril, dañino a lo que importa

Pero no es solo que buena parte de los jóvenes que participan en este tipo de movilizaciones acaben quemados. No es solo que hacer batallas callejeras como espectáculo para salir en el Telediario sea estéril. Ni siquiera es que sea contraproducente, que lo es.

Hay algo mucho peor: la exaltación de la acción al margen de la clase y la consiguiente negación implícita de la necesidad de que los trabajadores nos organicemos como trabajadores, hace daño al movimiento real. Esta suerte de blanquismo mediático, que aspira a minutos de cobertura donde los blanquistas originales aspiraban a imponer un gobierno, no es menos dañino por menos ambicioso.

Nadie que pretenda posible sustituir la discusión y acción colectiva e independiente de la clase mayoritaria en la sociedad actual por la acción autónoma de un grupo de activistas decididos, va a significar nunca un aporte a la superación del estado de cosas actual. Las luchas en marcha en las que una clase mundial trata de tomar consciencia, no toman atajos. Los atajos las hacen descarrilar.