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La desindustrialización de Europa

28/10/2022 | UE
La desindustrialización de Europa

Aún no ha empezado el frío. Pero ya ha empezado la deslocalización de fábricas y capitales desde la UE hacia China y en menor medida hacia EEUU. Es un salto cualitativo de importancia histórica.

¿Qué hay de nuevo?

La aceleración impuesta por EEUU a Europa del proceso de formación de un bloque occidental que rompe el continente euroasiático en dos está cambiando el lugar que el capital europeo ocupa en el mercado mundial.

La primera vía de agua, obviamente, es la de los costes energéticos. Desde el comienzo de la guerra en Ucrania hasta ahora, el desabastecimiento y los picos de precios del gas han ido poniendo en jaque a las industrias químicas y llevando a cierres y despidos temporales en las grandes acerías. Ahora entramos en un nuevo nivel de contradicciones: las grandes empresas alemanas y francesas están reduciendo plantillas de manera permanente y trasladando inversión y producciones a China y EEUU.

¿Por qué ahora?

Ludwigshafen, la mayor planta de BASF

Ludwigshafen, la mayor planta de BASF

Como venimos viendo venir desde abril, la sustitución del gas ruso por gas GNL traído en barcos no podía no tener un impacto en la estructura de costes de las grandes industrias europeas, especialmente en las alemanas. El sabotaje -probablemente estadounidense- del NordStream ha marcado un punto de no retorno. Ni siquiera un improbable fin temprano de la guerra supondría ya la vuelta a la normalidad. Así que las grandes empresas rehacen sus planes de futuro.

Los ejemplos se suceden:

¿Se limita el problema a la industria intensiva en combustible?

Trabajadores de Volkswagen en Alemania

Trabajadores de Volskwagen en Alemania

No. Los costes energéticos han sido el detonante y el primer acto, pero no son el núcleo de todo ésto.

Cuando vemos las cifras de lo que llevamos de 2022 de un gigante de la automoción como Mercedes salta a la vista: la caída de ventas del mercado europeo de automoción convierte a China en el origen del 42% de sus ingresos. No es de extrañar que quiera aumentar inversiones allí y se enfrente a la ola anti-china de los sectores de la burguesía alemana que apuestan por una mayor integración con el capital estadounidense. Algo parecido ocurre a Volkswagen, que ya ha anunciado nuevas inversiones de 1.200 millones en empresas de robótica chinas. Y a BMW que se lleva la producción del Mini eléctrico de Gran Bretaña a China.

La opción de quedarse en Europa y redoblar la apuesta para optar a partes menores del mercado estadounidense no es comparable. El CEO de Stellantis, Carlos Tavares, avisaba hace sólo diez días de que hasta once fábricas del grupo en Europa estaban en jaque. Y sin duda una parte de ellas cerrará.

¿Puede el Pacto Verde salvar a la industria europea?

Macron y Tavares

Macron con Tavares

Está claro que el Pacto Verde va a aumentar las tasas de ganancia de industrias como la automoción (12% más de beneficios con 12% menos de producción en 2021) o la energía (véase Iberdrola o Repsol), que a su vez, o eso esperan, harán de motor del núcleo duro de los principales capitales nacionales con la banca a la cabeza, propiciando en conjunto una gigantesca transferencia de rentas del trabajo hacia la rentabilidad del capital. Está diseñado para eso, no para acabar con el cambio climático.

Pero dada la ingente sobrecapitalización, lo que localmente es una salida estupenda para el capital, no lo es en términos globales si no puede realizar una parte de las ventas y colocar de forma rentable a su vez los capitales que produce la acumulación de dividendos. Es decir, de poco sirve el mercado interno al capital europeo si su capacidad de desarrollo imperialista está cada vez más limitada.

Por eso Stellantis habla de cerrar fábricas en masa. ¿Para qué las querría aunque en teoría sean más rentables ahora si no puede colocar una parte creciente de su producción en el exterior? Para rematar, Stellantis está saliendo de China. No es que le sobren lugares para colocar el capital, pero Stellantis, que era cada vez más rehén de los roces entre el Eliseo y Pekín, apostó por un futuro de guerra comercial entre la UE y China lleno de «sanciones cruzadas». Y ahora tiene que mirar de frente lo que significa fracturar el mercado mundial en dos.

En cambio, Volskwagen, BMW y Mercedes, como una parte importante del capital alemán, se resiste al cambio que impulsa EEUU. Quieren de hecho, aumentar sus inversiones allí, como BASF. Y saben que si aumenta el proteccionismo de la UE contra los coches eléctricos chinos o contra las inversiones estratégicas de los fondos controlados por la burguesía china, están en primera línea para recibir represalias.

Por eso son más que prudentes a la hora de acompañar a Tavares en la exigencia de medidas proteccionistas contra la competencia de las automotrices chinas en el mercado interno europeo y se enfrentan públicamente a la promoción de controles y restricciones para las inversiones del capital chino en la UE, un tema cuasi obsesivo para los sectores más ligados a EEUU de la burguesía alemana, empezando por los Verdes.

¿Cuáles son las causas y contradicciones de fondo?

La idea estadounidense de «los tres meridianos»

La idea estadounidense de «los tres meridianos»

Al final, la geografía impone su lógica a la acumulación a través de los costes de transporte e infraestructuras. El desarrollo simultáneo del capital alemán hacia el este en un lado del gigantesco continente euroasiático, y del capital chino en el otro apuntaban hacia una fusión a largo plazo con Rusia como proveedor de energía barata para ambos.

Por lo mismo, el proyecto estratégico del capital estadounidense pasa por romper en dos el espacio económico euro-asiático. Y el capital alemán entra en una contradicción que sigue en pie.

Por un lado, como reafirmó Scholz en Praga, sigue aspirando a la expansión hacia el Este, convirtiendo nuevas regiones europeas como los Balcanes Occidentales en prácticas semicolonias en las que recolocar una parte significativa de su capacidad industrial (como hizo con los países del bloque ruso con la ampliación del 93) aún a costa de romper definitivamente la alianza con Francia. En ese marco, el fin del principio de unanimidad en materias clave en la UE permitiría a Alemania convertirse en una especie de imperio delegado de EEUU en la región. Los movimientos del capital alemán en armamento, escudo antimisiles y ampliación de la UE entre otros, apuntan hacia ahí, para desesperación de París.

Pero por otro lado, el capital alemán es consciente de que, en oposición a Rusia, los precios de la energía significan una grave vía de agua, y que estar en el bloque estadounidense significa participar de la guerra comercial y tecnológica con China... y como hemos visto, sectores importantes del capital industrial se resisten a cerrar puertas a Pekín porque no ven otra vía de supervivencia a medio plazo.

Resultado: el fin de Alemania como gran potencia está en el horizonte inmediato y ya es en parte realidad.

¿Qué viene ahora?

Scholz y Sánchez

Sánchez y Scholz

Una nueva cuenta atrás se une al conflicto imperialista global con Berlín buscando alternativas energéticas a toda costa y debatiéndose sobre si dejar entrar a los capitales chinos e incluso ayudarles a esquivar la guerra tecnológica estadounidense.

Todo en un marco global en el que no faltarán presiones de Washington ni tensiones con los países del Este. Un marco en el que además, Francia y Alemania competirán por la hegemonía europea entre sí en los Balcanes y el Cáucaso y juntos, frente a China y Gran Bretaña, en América del Sur y África.

En la interna ya estamos viendo las tendencias en marcha: aceleración del Pacto Verde como motor de transferencia de rentas hacia el capital, políticas sociales y de rentas tendentes a acabar con la universalidad y concentrar salarios en torno al salario mínimo que se integran en un nuevo modelo productivo en el que la España de Sánchez ha sido, una vez más pionera.

¿Qué futuro queda a Europa?

  • La estrategia de EEUU pasa por romper en dos el espacio económico euroasiático y establecer un nuevo «telón de acero». La guerra de Ucrania y la presión sobre China a través de sanciones que afectan a sus proveedores, clientes e inversores, lo están consiguiendo.
  • El modelo de desarrollo del capital europeo desde la postguerra ya no es viable y el Pacto Verde no es suficiente para revitalizarlo. Al capital europeo no sólo le falta energía barata rusa sino mercados exteriores y destinos rentables a sus excedentes de capital, que hasta ahora se colocaban de manera creciente en China.
  • Como resultado inevitable las potencias europeas jugarán cada vez más agresivamente en el exterior y multiplicarán sus conflictos y roces dentro del marco UE. El tiempo juega en contra del capital alemán, pero también de sus principales rivales y aliados europeos, empezando por Francia.
  • Para los trabajadores europeos las contradicciones de la clase dominante no serán un espectáculo ajeno: Europa entera virará cada vez más hacia un modelo precarizador marcado por la reducción abrupta de sus salarios reales, la pérdida de acceso a unos servicios sociales cada vez más asistenciales y nuevas dificultades en vivienda y condiciones laborales básicas.