Desgobierno en Italia otra «liberación nacional» fracasada
Conte no ha durado ni un fin de semana como Primer ministro italiano. Era un resultado cantado y forzado desde las elecciones de febrero. La burguesía italiana está haciendo notables esfuerzos para «civilizar» al «Movimiento 5 estrellas», pero los votos no llegaban. Solo un «ticket» de di Maio con Salvini, el nuevo líder de la Lega, tenía capacidad para proponer un gobierno con mayoría parlamentaria suficiente. Tras meses de reuniones y bandazos finalmente llegaron a un acuerdo. Pero la lista de nombres tenía una «bomba»: Savona, ex-ministro de Economía y ex-presidente de la patronal industrial. No suena muy revolucionario. ¿Problema? En el eje franco-alemán no quieren a Savona ni a nada de lo que representa, ni de lejos... y Mattarella, el Presidente, amenazó con vetar la formación de gobierno, ante lo que Salvini se plantó: o Savona o nuevas elecciones. El resultado, previsible, es que ha habido veto y no va a haber ni una cosa ni la otra. El núcleo financiero de la burguesía de estado italiana, bien tutorizada desde París y Berlín, toma las riendas y Mattarella entregará el gobierno a otro «gabinete técnico», probablemente dirigido por Cotarelli, un ex-FMI ligado a las políticas de austeridad. Estamos, según «il Corriere» ante «una derrota de Italia».
Liberación nacional a la italiana
Lo que preocupa tanto en Alemania no es el discurso de Savona. A fin de cuentas son «las verdades del barquero»: el diseño del euro, el «euro alto», elimina la competencia a favor del país que tiene una mayor concentración orgánica de capital -más capital en máquinas y tecnología- Alemania. Inevitablemente eso re-estructura a la «industria nacional» -italiana o española- para convertirla en industria auxiliar. Y tiende a endeudar al estado «importador» cuyos consumidores, al comprar productos alemanes, están pagando el sostenimiento del estado alemán en vez del del estado «propio». Que Savona y los think-tanks en los que trabaja recuerden que la estrategia del euro es exactamente la misma política a través de la cuál la Alemania de los 40 (el III Reich) succionó rentas de los países ocupados, es una obviedad histórica que no puede ofender ni a la pacatería extrema de la reinterpretación histórica oficial alemana.
El problema es lo que representa el tandem Savona-Salvini. Salvini es el dirigente de un partido nacionalista de las zonas industriales del Norte, representa la xenofobia y la rabia de la pequeña burguesía del Norte, tradicionalmente enfrentada a la «Roma ladrona» y al «Sur improductivo». Pero ha conseguido conectar con la pequeña burguesía cada vez más enfadada del Sur y pastorear, no sin dificultad, a ese saco de gatos pequeñoburgueses y banales que es el M5S de di Maio. Savona, representa la convergencia de la «industria nacional», a la que no le gusta la perspectiva que el euro le ofrece, con todas esas clases medias airadas sobre un programa conservador y nacionalista... cada vez con mayor tracción social: solo el 39% de los italianos ve todavía como positiva la pertenencia a la UE.
Lo interesante es que en su brutal honestidad de protofascista, Salvini nos deja claro qué es y en qué consiste la «liberación nacional» en estos días. No hay otra posible por mucho que se vista de «social» y se dote de «alas izquierdas». De hecho representa lo más que puede llegar a alcanzar: a diferencia de corsos y catalanes, los nacionalistas italianos representan no solo a una pequeña burguesía desesperada y atrincherada en las rentas estatales, sino que parecen haber confluido con una facción de la burguesía italiana. Facción industrialista, dependiente de unas capacidades exportadoras que se ven en cuestión pinzadas entre Alemania y la guerra comercial y, por supuesto, es decididamente imperialista.
El «liberémonos» de las consignas electorales de Salvini es exactamente lo que promete: una «liberación nacional» del siglo XXI conducida por una fracción de la burguesía de estado -la vinculada al capital industrial del Norte- en alianza con la pequeña burguesía radicalizada de todo el país. El «repartamos», como siempre dejado como segundo paso, es lo que cualquiera intuye: reparto sí... de precariedad asesina, porque la burguesía italiana, como cualquier otra, no tiene más que ofrecer. El conjunto es exáctamente lo que parece: históricamente reaccionario, socialmente regresivo y políticamente xenófobo.
Actualización 3 de junio
Finalmente Salvini y di Maio formaron gobierno con Conte de primer ministro. Sacrificaron a Savona, que quedó en «asuntos europeos». En Economía fue a parar Tria, un exministro del gabinete tecnocrático aceptable por Alemania. Es decir, renunciaron a cualquier perspectiva de salida del euro y del núcleo de alianza con Alemania, como quedó claro cuando Tria declaró que «Italia no quiere salir del Euro», a lo que Juncker contestó con un mensaje de «respeto» a la soberanía italiana.
La liberación nacional italiana quedó para la nostalgia de los rufianes. Pero donde queda brasa siempre se puede reanudar el fuego, aunque sea otro tipo de fuego. El domingo 3 de junio la prensa turinesa veía posibilidades de aislar a Alemania en la UE apoyándose en Macron.