Desescala el confinamiento, escalan los peligros
Desescala solo el confinamiento y las medidas de seguridad. Escalan todos los peligros: peligro de rebrote epidémico, de quedarse en el paro, de marchar hacia una guerra...
Por todos los EEUU estamos viendo cómo el «desconfinamiento» prepara el rebrote y una nueva matanza. El Financial Times apunta que a lo que se arriesgan es a pasar el límite en el que el peligro se concentra en los trabajadores y puede llegar a afectar a las inversiones de capital. Porque de eso va todo: al principio nos vendieron el horizonte de la inmunidad de grupo sin importarles que para alcanzarla murieran centenares de miles. El objetivo, como recordó Merkel en el Parlamento alemán esta semana, no era evitar la masacre, sino «ralentizarla» para que no colapsaran los hospitales, manteniendo así la máxima actividad productiva posible. Pero ahora, los estudios de prevalencia en Francia y España muestran hasta qué punto la inmunidad de grupo está lejos y cuánto costaría en vidas humanas: sería necesario que un 65% de la población fuera contagiada... pero en Francia «solo» lo ha sido el 4,4% y en España el 5% y ¿cuántas vidas ha costado y cuántas costará aun?.
Ofensiva de EEUU contra China
Y a pesar de todo, con menos fuerza de trabajo a explotar, el impacto sobre los capitales es grande. El temido horizonte de una nueva crisis financiera se abre paso y las tensiones imperalistas aumentan y toman nuevas formas, polarizándose alrededor de China y EEUU, que está en plena ofensiva.
Esta semana Trump se preguntaba en una entrevista en la Fox qué pasaría si se llegaba a una ruptura comercial total con China. Él mismo respondía «ahorraríamos 500.000 millones de dólares». De momento, no quiere volver a la mesa de negociaciones de la guerra comercial, redirige los grandes fondos de inversiones públicos para no beneficiar al rival y sobre todo está dando la vuelta al sector tecnológico. De momento la taiwanesa TSMC, uno de los mayores fabricantes globales de componentes informáticos, instalará una nueva fábrica en EEUU y Huawei, la empresa china líder en 5G se verá acosada por todos los frentes: desde nuevos aranceles a un verdadero bloqueo para que no pueda hacerse con los semiconductores que necesita en sus procesos.
Por su parte, el senado, aprobaba una ley de apoyo a los uigures que por sí misma es ya un ataque franco a los intereses del capital chino. Y no es solo una política interna. Los negociadores estadounidenses se lo dejaron claro esta semana a los británicos durante las primera conversaciones del acuerdo comercial entre ambos países: «es nosotros o China». Quien quiera acceder al mercado de EEUU no puede servir de puente para el capital chino. Gran Bretaña inmediatamente ha puesto freno a la adquisición de empresas británicas por capitales de la potencia asiática.
Lo que es aun más importante: no son «cosas de Trump», es una política consistente del capital norteamericano que se mantendrá aunque Trump pierda las elecciones en noviembre. Ahora mismo Biden está intentando cooptar a los cuadros de Sanders para liderar la transformación de los demócratas en un partido proteccionista «verde». El resultado electoral dependerá en buena parte de su capacidad para hacerlo de un modo creíble después de que la ausencia de servicios sanitarios universales -que Biden no quiere solucionar más que cosméticamente- se tradujera en la muerte de decenas y decenas de miles de personas.
China duda
La burguesía y la burocracia chinas mientras tanto, están dividas sobre el grado de contundencia de la respuesta a dar. El debate va mucho más allá de «considerar represalias» comerciales.
Bajo el gobierno de Xi una nueva generación de burócratas ultra-nacionalistas ha llegado a puestos de poder. Les llaman los «guerreros lobo» por una famosa película militarista china. Son ellos los que están dando titulares con respuestas airadas a las acusaciones del FBI sobre el asalto a servidores dedicados a la investigación de la vacuna del Covid en EEUU o sobre la expansión china en el Ártico. Son todavía cachorros y la vieja burocracia les tranquiliza con palmaditas y recordándoles que es «demasiado pronto» para mostrar al imperialismo chino tan asertivo. Pero no están solos. Los sectores militares apuestan por entrar en una carrera nuclear acelerada que disuada a EEUU de aventuras militares en el Mar de China. Los avances de EEUU en guerra espacial y misiles supersónicos les dan cada vez más fuerza. Y por supuesto la tensión creciente en el Mar de China Meridional.
Todo se va contagiando de una sensación de urgencia en la medida en que el aumento de la inestabilidad en Asia perjudica de forma directa a China. India ha lanzado un nuevo plan para ganar independencia económica y de suministros de su vecino y Australia tardó poco en alinearse con las acusaciones norteamericanas con el Covid... aunque las moderó al recibir como respuesta una andanada de represalias arancelarias desde Pekín.
Europa
En todo este movimiento gigantesco hacia la formación de nuevos bloques imperialistas, la UE intenta sacar partido de la situación apretando a China y amenazando con no firmar antes de la fecha límite de diciembre si no hace nuevas y sustanciales concesiones. Pero la verdad es que Europa es cada vez más un campo de batalla que un proto-bloque como le gustaría pensar a la burguesía alemana o francesa.
El escándalo de que Sanofi declare que EEUU tendría prioridad si consigue desarrollar la vacuna del Covid es una señal dolorosa para la burguesía europea entera, ahora descubren que le dieron demasiada autonomía a la gran burguesía corporativa y sienten el capitalismo de estado debilitado. Sanofi es, a fin de cuentas, una farmacéutica francesa engordada a cuenta de subvenciones europeas y prebendas republicanas que, por otro lado, ni protegió convenientemente a sus trabajadores de la epidemia ni les pagó las compensaciones comunes en Francia. Pero lo que resulta más humillante para el capital francés es que China se sienta en posición de vetar sus acuerdos de venta de armas a Taiwan. Y ver a países como Hungría, verdaderos satélites económicos de Alemania, alinearse con China a la que tienen oportunidad, no causa menos inquietud en Berlín.
Pero lo que más angustia al capital europeo son sus propios resultados: la eurozona sufrió la peor caída del PIB en su historia, -3,8%. Visto desde Bruselas se trata de una elección: dar más oxígeno a las empresas o ganar presencia imperialista fuera del continente. Porque dentro, los mecanismos europeos aseguran que el efecto redistributivo entre regiones se traduzca en transferencias desde el Este y el Sur hacia los países «nordistas», es decir, Alemania, Holanda, Austria, Finlandia y los nórdicos. La primera medida de ésto se ve ya en España, donde las garantías crediticias del estado no están impulsando la concesión de créditos por los bancos a la escala que se esperaba y donde el capital financiero empuja el acelerador de la desescalada para minimizar daños.
Porque lo que no hay que olvidar es que las transferencias de rentas entre países son solo un resultante distorsionado de una realidad por encima de las fronteras: la recuperación del capital se basa en la tranferencia de rentas del trabajo al capital en todos los países, por eso el «Pacto verde» y la «Transición ecológica» están en la primera línea de la «desescalada».
Primer aviso a los trabajadores: el desempleo
El primer aviso de la carga general que viene sobre los trabajadores en todo el mundo es el aumento brutal del desempleo. En este momento 42 millones de despidos se encubren bajo los ERTEs en Europa. En China el aparato estatal se organiza para gestionar un 10% de parados. En Japón, donde 22 millones de trabajadores, el 40% del total, no tienen empleo fijo, el paro muerde salvajemente a 1.720.000. En Corea del Sur son las peores cifras desde 1990. Y en EEUU suman ya 36 millones de desempleados.
No es una situación coyuntural y breve. Ni habrá «recuperación en V» ni «en U», la débil recuperación china de abril augura una nueva recesión asiática en el verano. En EEUU no esperan mejoras sustanciales en lo que queda de año. Y en Europa, la caída en picado de las inversiones anticipa un desastre productivo aun mayor del que estamos viviendo.
Lo más llamativo de la situación que estamos viviendo es que el capital fijo, la maquinaria, las instalaciones, están intactas. A diferencia de una guerra, las capacidades materiales de transformación apenas han mermado. El capital se devalúa sencillamente porque no ha podido explotarnos en las escalas habituales durante el confinamiento. Son sus propios mecanismos e inercias los que convierten éso en una maquina de destrucción de fuerzas productivas, la primera y más importante de ellas, el proletariado. Lo hemos visto en lo peor de la pandemia, y lo seguimos viendo en Brasil y México por ejemplo, en la lucha por llevar, cueste lo que cueste a los trabajadores a la fábrica aunque sea a costa de sus vidas. Pero lo vemos también en la «desescalada» en su incapacidad para producir otra cosa que desempleo y pauperización.
Pero si las «huelgas del Covid» entendieron muy bien a qué se enfrentaban, las huelgas del «desconfinamiento», no menos masivas y crecientes por ejemplo en Francia e Italia, no parecen establecer con claridad la relación en sus reivindicaciones. Hoy es urgente incorporar a las luchas la consigna de «Trabajo para todos, parados y trabajadores jóvenes». Y no como algo meramente declarativo, como un buen deseo, sino incluyendo la disminución de las horas laborables... con mismo salario total.