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El desabastecimiento industrial y los trabajadores

07/10/2021 | Actualidad

El desabastecimiento industrial no es solo un problema británico. En España reduce la producción industrial y lastra la «recuperación» a pesar del aumento de demanda. En Alemania la producción industrial entera se está viendo interrumpida. El caos llega a tal punto que los industriales estadounidenses piden una tregua en la guerra comercial contra China y China desbloquea el carbón australiano. Pero no nos engañemos, son parte de lo que en la UE llaman «un esfuerzo similar a la guerra». Las cadenas de suministro mundiales están al borde del colapso.

Los «planes de recuperación» y el Pacto Verde, no solucionan la crisis económica, escalan y globalizan las mismas contradicciones que la crearon

Las primeras andanadas de desabastecimiento industrial fueron producto de los cierres de fábricas proveedoras en China. Lejos de solventarse, las siguientes olas de Covid incrementaron el problema por la incapacidad del sistema para enfrentar globalmente a la pandemia... y las «salidas de la crisis» amenazan con multiplicarlo y agravarlo aún más.

Tanto la UE con sus «Planes de recuperación» como, a una escala aun mayor, China y EEUU -que ahora discute un nuevo macro-presupuesto de 2,3 billones de dólares- están basando su política anti-crisis en aumentar la demanda a base de inyecciones de gasto e inversión. Inversión que se concentra masivamente en el Pacto Verde, forma elegida para organizar una transferencia masiva de rentas del trabajo al capital que de un balón de oxígeno a la acumulación.

El resultado sin embargo es un incremento de caos en el sistema de suministros y una crísis energética global.

China, el carbón y su crisis energética

Buques carboneros australianos esperan con su carga bloqueada ante puertos chinos. Fue una de las primeras señales de desabastecimiento industrial general que venía.

El ejemplo chino es clarísimo. China bloqueó el pasado diciembre las importaciones de carbón australiano como parte de la escalada imperialista entre los dos países. Como efecto inmediato empezaron apagones y racionamientos eléctricos. También un aumento de importaciones en EEUU y Canadá a pesar de la guerra comercial.

Pero mientras tanto, las inmensas partidas de inversiones y gasto público aceleraban la demanda eléctrica y el gobierno eligió cortes y cupos eléctricos antes que violar sus propios objetivos de emisiones e «intensidad energética» en la producción. La razón: los mecanismos de «pago de derechos de emisión en la frontera» establecidos por la UE y EEUU, la nueva barrera arancelaria del Pacto Verde. El reflejo en el PIB se ha empezado a materializar ya y amenaza con afectar a toda Asia.

El cuadro, que ya de por sí expresa serias contradicciones de fondo, se completa con la subida general de precios del carbón, en parte por la demanda china, pero también por el aumento de los costes de los fletes marítimos.

Subida del coste de los fletes y colapso de los puertos

Buques esperando poder entrar en el puerto de los Angeles el pasado 26 de agosto. El colapso de los puertos asiáticos y estadounidenses es parte del origen del desabastecimiento industrial actual.

La demanda que las políticas expansivas y las inversiones en el Pacto Verde están generando tiene una estructura característica. En las empresas se compran más bienes de inversión -maquinaria, generadores renovables, etc.- y equipamientos de trabajo -ordenadores y productos electrónicos- entre las empresas. Los particulares aprovechan para renovar los bienes de consumo duradero -electrodomésticos, ordenadores y coches- incentivados entre otras cosas por el nuevo boom de la vivienda en EEUU.

Es decir, aumenta la demanda de bienes físicos producidos en Asia. El resultado es un aumento del 10% de los fletes internacionales. No parece dramático, pero con sistemas de almacenamiento insuficientes y estructuras escaladas para una demanda con crecimientos predecibles, se ha traducido en largas colas de buques fondeados en puerto esperando estiva. Unos retrasos y tiempos extra que se pagan.

Además, el transporte marítimo es uno de los sectores cuya estructura de costes se ve más rápidamente afectada por el Pacto Verde. EEUU ha hecho bandera de adelantar el paso a cero emisiones a 2050 y la UE está decidida a cobrar derechos a las emisiones a las navieras europeas... y compensarles cobrando «ajustes de CO2 en frontera» a las navieras de fuera de la Unión al llegar a puerto.

Añadamos a los primeros esfuerzos de sustitución de combustibles de las navieras, los costes acumulados durante los confinamientos, la falta de almacenes suficientes y los atascos logísticos en los puertos, desde Shanghai a Oakland: el precio del flete se ha multiplicado por 10 en el último año y medio.

La cuestión sin embargo queda en el aire: cómo es que una subida del 10% de la demanda multiplica por 10 el precio de los fletes y aun así sigue existiendo desabastecimiento industrial. ¿No funcionan los mercados y se «equilibran» solos a base de oferta y demanda?

El caos capitalista es la verdadera causa del desabastecimiento industrial

Contenedores esperando en el puerto de Hamburgo.

Cuando se pregunta a los analistas o los dirigentes industriales, la respuesta es aparentemente sencilla: el sistema logístico global, basado en el «just in time» y el ahorro de almacenajes, no ha soportado un incremento brusco de la demanda y ha generado desabastecimiento industrial porque no estaba preparado para ello.

En un mundo donde todo está previsto y planificado, y donde las cadenas logísticas operan sobre el «just in time», el menor imprevisto puede sembrar el caos como en una orquesta donde un músico toma el ritmo equivocado

Sébastien Jean, director del Centro de Estudios Prospectivos e Información Internacional, en Le Monde

Pero el «just in time» no es un producto de la Naturaleza, es una creación muy reciente que va indisociablemente unida a la división internacional del trabajo que se articuló en los años noventa... y a las políticas precarizadoras sufridas por los trabajadores.

Maximizar los resultados de este juego requería aplanar las diferencias arancelarias y fiscales para impulsar la fluidez del libre movimiento de capitales y mercancías. [...]

Pero el mundo de la producción y venta de mercancías, el corazón material del capitalismo, tenía otros tiempos. Se tarda en llevar una mercancía de un lado a otro y al hacerlo se incorporan costes logísticos. La solución maximizadora consistió en parte en reducir estos costes y tiempos, al menos en lo que debían a controles estatales. Pero sobre todo en reducir los tiempos de adaptación de los proveedores periféricos a los cambios en las necesidades de producción de las cadenas de ensamblaje final dentro o en las fronteras de sus mercados principales.

La predecibilidad y rapidez de los flujos de componentes y productos semiprocesados permitieron a las grandes empresas de automoción, electrónica e incluso las agroalimentarias instaurar un nuevo sistema de gestión de stocks, el just in time.

El just in time eliminaba los costes de almacenaje liberando capital para la especulación, cargaba los riesgos de mercado sobre los hombros de los proveedores e invisibilizaba la sobreproducción en los capitales centrales que ya no se verían abrumados por masas de stocks almacenadas sin vender.

Las nuevas formas arquetípicas de la sobreproducción en Europa y EEUU serían a partir de entonces las pausas y los ERTEs, y en China el desempleo de los trabajadores migrantes en las ciudades. La nueva división internacional del trabajo implicaba también más y nuevas formas de precarización de los trabajadores.

La nueva división internacional del trabajo y el Canal de Suez, 19/3/2021

Es decir, el riesgo de desabastecimiento industrial y la fragilidad del sistema se amortiguaban por la precarización de los trabajadores a lo largo de toda la cadena industrial internacional: desde las fábricas electrónicas chinas a las automotrices europeas. Es ese «colchón», construido a nuestra costa, el que ahora no da más. Y no lo hace, entre otras cosas porque las dos soluciones capitalistas que se están implantando no pueden sino multiplicar el caos que dicen querer resolver.

La concentración de capital y el desabastecimiento industrial

Imprimiendo chips en galletas de silicio. El desabastecimiento industrial de componentes electrónicos ha provocado un nuevo impulso hacia la concentración de producción y capitales como respuesta que solo aumentará el caos y las contradicciones.

La primera reacción estratégica al desabastecimiento industrial ha sido la puesta en marcha de capitales masivos para crear nuevas fábricas de chips en Europa, EEUU y Corea del Sur.

Es significativo porque los chips, en concreto, expresan bien las deformaciones impuestas a la propia tecnología por la necesidad de dar salida a grandes masas de capital sin colocación productiva rentable. Y sin embargo, no se aprovecha para cambiar una forma de producción que es cada vez más ineficiente y frena la innovación en toda la cadena aguas abajo, precisamente por lo mismo: la necesidad de dar salida capitales gigantescos exige más escalas por disfuncional y anti-humano que sea el resultado.

Las consecuencias de este tipo de movimientos sobre los trabajadores, por mucho que se argumenten como una estrategia contra el desabastecimiento industrial, son necesariamente anti-humanas. Lo vemos en lo que está pasando con las vacunas y pasaba ya con otras producciones farmacéuticas como la insulina: monopolios globales y refugios de capital que cercenan cualquier alternativa pero que de facto restringen el acceso a productos vitales a la mayor parte del mundo.

El resultado global no es, sin embargo, más de lo mismo, sino una transformación de la división internacional del trabajo cuyas consecuencias alimentarán aún más el caos y los «sacrificios» exigidos a los trabajadores.

La nueva división internacional del trabajo, el desabastecimiento industrial y la guerra

Macron promete en Douai ante los sindicalistas de Renault, que la cadena de producción de la automoción llegará a ser 100% hecha en Francia. La renacionalización -y la precarización del trabajo- como falsa solución al desabastecimiento industrial.

Con la doble aceleración del movimiento de capitales que supone la superposición del Pacto Verde y la reorganización de las cadenas productivas entorno a los bloques comerciales -y cada vez más militares- en formación, la competencia por atraer capitales se acelera.

La estrategia de EEUU y la UE está siendo doble, por un lado intentar organizar nuevos polos industriales altamente concentrados en torno a industrias clave. En ellos, la promesa de nuevos empleos y del fin del desabastecimiento industrial con sus recortes más o menos temporales de empleo se utiliza, sin embargo, para exigir a los trabajadores «flexibilidad» y nuevas formas de precarización.

Trump y Biden marcaron camino, y ahora Macron, Sánchez y Draghi se subieron al carro cada cual según las posibilidades de su capital nacional.

Desde junio Macron está en campaña para captar capitales y vender a los trabajadores una solución a la Trump: renacionalización de la producción como promesa de un alto en la precarización, a costa de... «flexibilidad» y «moderación». En su último discurso en cadena nacional el paquete era explícito: los dos grandes objetivos industriales para el curso político que comenzará en septiembre serán repatriar la cadena de producción de la automoción entera y una parte sustancial de la farmacéutica.

No es casualidad que en el mismo paquete vengan la FP dual -mano de obra joven gratuita a cambio de una promesa de inserción laboral- y los primeros esbozos de una nueva reforma de pensiones que busca replicar lo que está sucediendo con los salarios: subir la pensión mínima, reducir las medias y acabar pagando en conjunto menos a los trabajadores con un discurso hipócritamente social.

Desabastecimiento industrial y quinta ola: antesala de un repunte de la crisis y una exacerbación del nacionalismo económico, 25/7/2021

Por otro lado, la producción industrial estratégica pero con capitales menos concentrados se traslada a países semicoloniales de bajos salarios en zonas política y estratégicamente «más seguras» que las asiáticas. Es evidente que el peligro del desabastecimiento industrial está entre sus motivaciones, aunque no es la única.

Bruselas quiere acortar las cadenas de producción y situar los segmentos de poco valor añadido, es decir, la producción industrial con salarios bajos en regiones a tiro de transporte descarbonizado (Pacto Verde manda) de las grandes fábricas del creciente fértil que une el Norte Italiano con Bélgica y Holanda pasando por Francia y Alemania.

Los condicionantes energéticos reducen las posibles regiones a convertir en la China europea a dos: el Magreb y los Balcanes Occidentales. Es decir, el objetivo imperialista, como casi siempre, no se reduce a mercados y contratos, sino a la posibilidad de hacer inversiones subalternas a su propia producción y mercados internos en zona segura y con salarios bajos que aseguren su rentabilidad.

La batalla por los Balcanes Occidentales, el Este europeo y el futuro de la UE, 5/7/2021

La cumbre de la UE ayer en Brdo no es ni un accidente ni, por una vez, un nuevo fiasco. Es parte del proceso para «acortar» las cadenas de suminitros y reforzar el control del capital europeo sobre el conjunto de los procesos productivos de los que forma parte.

Este nuevo mapa de la división internacional del trabajo, lejos de relajar las tensiones imperialistas globales, no puede sino agravarlas. Junto con la aparición de nuevas alianzas militares como AUKUS y el «Ejército Europeo» en resucitación, supone el primer paso material hacia una economía para la guerra.