La decadencia del capitalismo y tú, que la sufres todos los días

Todos los grandes modos de producción hasta el momento entraron en crisis históricas, verdaderas crisis de civilización, que reflejaban las contradicciones entre las relaciones sociales que los definían y el desarrollo de las capacidades productivas que ese mismo sistema venía aumentando.
Esas grandes crisis mostraron siempre una divergencia creciente entre crecimiento -según se definía en cada sistema- y desarrollo humano, una tendencia hacia la supeditación de la producción a la guerra y dificultades para mantener las capacidades productivas en ciertos sectores importantes. Las clases dirigentes, por lo demás, respondían estirando las viejas formas de propiedad hasta deformarlas groseramente, mientras destilaban ideologías cada vez más derrotistas y apocalípticas.
La crisis económica y bélica actual solo es un momento de una escena histórica mucho mayor, la de la decandencia y crisis histórica de la sociedad capitalista. Pero, precisamente por eso, muestra todas las señales de fondo con claridad.
Destrucción de capacidades productivas
Construcción de viviendas en EEUU, cada vez requiere más horas de trabajo.
La contradicción creciente entre crecimiento (=acumulación del capital) y desarrollo (humano) no es ninguna abstracción, se manifiesta de manera muy concreta en las vidas de todos los trabajadores cada día y prácticamente en todas las dimensiones de la vida, desde las condiciones de trabajo a la Sanidad y la disposición de medicamentos pasando por las tecnologías que nos rodean y la cada vez mayor presencia de la guerra.
- La salud de la economía parasita la de los trabajadores y la sociedad en su conjunto
- El origen del Covid
- Antibióticos y desarrollo humano
- Cien años de insulina, un siglo de escasez artificial y muerte
- Lo que necesitas saber sobre la viruela del mono y no te están contando los medios
- La salud mental y los trabajadores
- Crímenes horribles, la indignación no basta
- ¿Quién teme a la IA?
- ¿Qué fue del 5G?
- Carrera cuántica: del militarismo a la privatización de Internet
- ¿Revolución cuántica o burbuja militarista?
- La guerra de los chips y las contradicciones del capitalismo
- Plástico: un problema 100% capitalista
- La ciudad y la crisis del capitalismo
- España vaciada: 5 preguntas básicas
- La guerra espacial no es ciencia ficción
- 8.000 millones
- ¿Son posibles las fronteras abiertas?
- ¿Por qué hay cada vez menos niños?
- Lo que el Covid desvela sobre agricultura y alimentación
- ¿Llevan razón los agricultores?
- La hambruna que viene (noviembre 2021)
- Seguridad alimentaria y economía de guerra (marzo 2022)
- Carne y lácteos nuevos productos de lujo del Pacto Verde
- La degeneración del lenguaje escrito
- ¿Cómo que ya no se hace Arte?
- La guerra imperialista y la destrucción de la música y la literatura universal
El capitalismo insalubre
Un desarrollo tecnológico deformado y divorciado de las necesidades humanas
Una relación insostenible entre ciudad, campo y Naturaleza
Una demografía que expresa los frenos del desarrollo humano
Un sistema alimentario destructivo y antihumano
Una cultura decadente incapaz de crear Arte
Pero veámoslo desde otra perspectiva. La destrucción pura y simple de capacidades productivas. No hace falta recurrir a la guerra ni mirar de frente la matanza y el saqueo cotidianos que las clases dirigentes de toda la UE y el mundo anglosajón perpetran en Ucrania. Tampoco a la desindustrialización de Europa desencadenada por el juego imperialista abierto a partir de ella. Vamos a mirar al presente con un poco más de perspectiva.
Según las estadísticas oficiales de EEUU, una hora de trabajo de un obrero de la construcción en 2020 producía menos que en 1970. Y si miramos los datos de los astilleros a nivel mundial, un sector clave porque sin grandes mercantes no hay comercio global, la capacidad de construcción naval actual es alrededor de un 40% inferior a la de hace una década. No es que se usen menos y haya caído la demanda, sencillamente están aumentando los plazos de entrega.
Este tipo de fenómenos, cada vez más corrientes en sectores clave -vivienda y astilleros no son una rara excepción- molestan a los economistas que responden enfurruñados que son complejos y multicausales. Como si la realidad toda no lo fuera. Lo que les molesta realmente y lo hace incomprensible para ellos -y tabú para los medios- es que es el resultado a largo plazo de la interacción de los estados, las empresas productoras y las consumidoras del modo que se considera racional para el sistema, es decir, el que dictan las necesidades de acumulación de cada capital particular y de cada capital nacional como un todo.
Añadamos a eso el fenómeno global emergente: la fractura intencionada del mercado mundial en un intento de defender o conquistar mercados por los principales capitales nacionales (=imperialismo). Por mucho que lo vistan de globalización high cost, como el mismo término dice, se trata de un despilfarro desde la perspectiva global del capital, dedicar recursos gigantescos extra para producir globalmente lo mismo... o menos. ¿Cómo lo ven los capitales que ansían colocación -porque no encuentran destinos rentables? Como una oportunidad a apuntalar. Resultado: se aplican a lo que en realidad no es sino un despilfarro, una destrucción de capacidades productivas, como hemos visto en la industria de los chips... pero el capital crece. Habría que ser muy miope para no ver aquí una contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la relación social característica del sistema (el capital).
Recordemos ahora que la principal fuerza productiva es la clase de los trabajadores asalariados y que en un sistema incapaz de generar de forma sostenida mercados suficientes para sus capacidades productivas, el capital se convierte en una maquinaria constante de devaluación del trabajo. Así que esas paradojas del crecimiento del capital, sólo pueden traducirse en contradicción entre el capital y el desarrollo humano, cuando no entre el capital y la vida humana misma.
«¿Cómo hemos vuelto a la necesidad de comida gratis en un país rico en el siglo XXI? », se preguntaba este verano un lector de The Guardian. Visto en perspectiva, aquellos días ahora parecen buenos tiempos. ¿Cómo pudo crecer la mortalidad infantil un 7% en la mismísima Francia continental, planteaba Marianne. No, no tiene gran misterio a no ser que miremos tanto al detalle que perdamos toda perspectiva sobre el conjunto: un sistema en decadencia extrema.
Formas de propiedad deformes y barrocas
Ilustración creada con IA al pedido «robots en el campo español»
Un fenómeno típico de todo sistema en decadencia es la exacerbación hasta lo grotesco de las formas de propiedad que lo caracterizaron. La llamada propiedad intelectual es la forma que toma esa extensión al límite de la propiedad burguesa. Y como ya vimos en la pandemia y vemos cada día en la industria farmacéutica, no sólo está en contradicción abierta con el desarrollo humano más básico, sino que pega incluso tiros en el pie al capital.
Se lo recuerdan los propios científicos cuando protestan por sus efectos sobre el desarrollo de vacunas ARNm, pero es evidente también cuando en pleno hype de la IA quedan todos congelados como conejillos deslumbrados en la noche al caer en que los infinitos dueños de los datos que se usan para programar la IA podrían pedir una parte del pastel de sus resultados.
En el debate IA estas contradicciones tienen especial interés porque la IA es la vanguardia de las tendencias -históricamente necesarias- hacia la socialización de la producción y choca dolorosamente una y otra vez con la supeditación a las necesidades de la acumulación. Que choque también contra la forma más caricaturesca y abstracta de la propiedad burguesa muestra el carácter brutalmente decadente de las relaciones sociales imperantes.
Menos dramático pero seguramente con mayores repercusiones cotidianas, o al menos más visibles, para los trabajadores es la famosa transición al coche eléctrico. Como resulta que es una mejor tecnología, más sencilla, barata de mantener y mucho más duradera... daña las expectativas de rentabilidad del capital.
¿Respuesta de las grandes empresas de automoción? Plantearse si seguir vendiendo los coches o mantenerlos en un falso alquiler que, sobre funcionalidades capadas, mantenga la ilusión de una actualización regular para dar la impresión al usuario de que gana en algo. Es, de nuevo, una forma de socialización de la propiedad... por los monopolios. Andan en ello ya también Dodge y Merceces.
Supeditación del desarrollo tecnológico y científico a la acumulación y la guerra (militarismo)
Impresora 3D de ultima generación
La cosa no acaba con las dificultades y contradicciones del sistema a la hora de dar una utilidad compatibles con la acumulación a las tecnologías que él mismo ha creado. Del mismo Internet a la carrera espacial pasando por la cuántica, vemos cómo su desarrollo, evolución e incluso la investigación científica que implica, se supedita a la necesidad de colocar inmensas masas de capital sin destino y, cada vez más, a las exigencias de una guerra futura (=militarismo).
El último ejemplo es la impresión 3D. Originalmente, y con razón, muchos vieron en esta tecnología una promesa inmediatamente realizable de producción distribuida, versatil y no contaminante. Ciertamente, como no podía ser menos, desde el principio chocó con la propiedad intelectual. Pero las presiones de la industria llevaron a la propia tecnología a evolucionar hacia el trabajo de materiales cada vez más duros -lo cual en principio era positivo- a costa de mayores escalas. Y el aumento de escala permitió el salto al enfoque que necesitaban los capitales: crear plantas enormes para producir piezas ultra-especializadas. Problema resuelto: el 3D ya tiene la única utilidad que interesaba a los fondos, servir a la colocación rentable de grandes capitales.
Hoy la impresión 3D es una tecnología prácticamente monopolizada por la industria aeroespacial y por tanto enfocada de un modo u otro hacia la guerra. Los desarrollos para la producción limpia a pequeña escala están prácticamente parados y de lo que en su día fue una florenciente comunidad de desarrollo y conocimiento libre, quedan unos pocos makers y hackers y... una pequeña multitud de tarados de las armas.
Una cultura apocalíptica, oscurantista y supersticiosa
Fantasía transhumanista. Acaba, cómo no, con la burguesía haciéndose eterna y digital
Ver a la UE financiando investigaciones pseudocientíficas malthusianas resulta cada vez menos chocante. No sólo porque a estas alturas la clase dirigente se haya dado cuenta de la utilidad del decrecimiento para sus intereses. Sino sobre todo porque cada día se está volviendo más oscurantista y supersticiosa.
De fondo, una burguesía que, a la cabeza de un capitalismo decadente y antihumano que sobrevive deformando sus propias bases hasta la monstruosidad, se ha hecho consciente de su propia naturaleza parasitaria, a la que, como no podía ser menos, confunde con la naturaleza de la especie. El ejemplo emergente: el rewilding. Entender la Naturaleza como deshumanización y por tanto abrazar la despoblación y la alienación total del medio.
Muy coherentemente, la burguesía imagina trascender el cuerpo digitalizándose o vencer la muerte eternizándose. No es ya sólo la comidilla del mundo científico. Los sociólogos de cabecera advierten a la clase dominante de los peligros de su gusto por religiones pseudocientíficas como el Transhumanismo. Pero no hay caso. La clase dirigente está en deriva y presta gustosa la industria de la opinión hasta a las teorías neo-animistas más delirantes que quieren encontrar alma hasta en la materia inerte y pretenden reinterpretar la Física desde sus supersticiones.
Y al mismo tiempo, las revistas científicas y las secciones literarias de los periódicos de prestigio se están llenando de libros de académicos que pretenden poner en valor la guerra, presentándola como fundamento de las sociedades humanas y su progreso.
Todo muy coherente.
Conclusiones
- La decadencia del capitalismo no es una abstracción o una manía de los marxistas. Es lo determinante a la hora de entender la realidad que nos rodea y condiciona y deforma la vida cotidiana de cada uno en todas sus dimensiones.
- Bajo esta verdadera crisis civilizatoria está la incompatibilidad, el antagonismo creciente, entre lo que el capital exige según sus propias reglas para re-valuarse y el desarrollo humano.
- La causa de fondo es que la única forma de re-valuar el capital en un mundo de mercados perennemente escasos, pasa por devaluar el trabajo y por tanto la vida de los trabajadores. Lo vimos con la pandemia, lo vemos en la guerra, en el desmontaje universal de sistemas de salud y pensiones, etc. etc.
- Pero también lo vemos en la evolución que impulsa el sistema de todo lo que nos rodea: desde la salud mental al camino y usos que toman las tecnologías que el propio sistema ha hecho posibles... y que sin embargo deforma, despilfarra y descarrila hacia usos militares por no poder usarlas ni beneficiarse facilmente del aumento de la socialización que comportarían, para aumentar ganancias.
- El resultado es una sociedad que destruye directamente sus capacidades productivas, las existentes y las potenciales, empezando por la más importante de ellas: la clase trabajadora.
- No hay gestión política que cambie ésto. Las grandes contradicciones de los sistemas productivos en su decadencia no pueden reconducirse, ni siquiera dulcificarse. Sólo un cambio de dirección de la sociedad entera, llevado adelante por la única clase sin intereses particulares en el sostenimiento del sistema, puede superar un sistema cada vez más vuelto contra la especie.
- Eso no va a pasar mágicamente. Para que en algún momento sea posible, tenemos que organizarnos como trabajadores, en nuestro terreno pero también en todas las formas y lugares posibles. Contamos contigo.