De la derrota como «pueblo» a la victoria como trabajadores
La evolución de la situación en Bolivia, azuzada la burguesía cruceña por Bolsonaro y las tensiones crecientes entre Brasil, México y Argentina avisan de lo que está por venir en Sudamérica. Mientras, en Europa la crisis aviva las tensiones inter-imperialistas, poniendo en la picota a la OTAN. Y lo más importante de la semana: la lucha de los ferroviarios de Chatillon consigue un éxito histórico deshaciéndose del lastre de la policía sindical.
De Puebla a Buenos Aires pasando por la Paz en llamas
La Paz es a esta hora un campo de batalla callejero. Lo que empezó como una revuelta electoral de la pequeña burguesía, se ha convertido en una fractura en toda regla de las clases dirigentes bolivianas a partir del momento en el que la burguesía cruceña tomó en sus manos convertir la revuelta en ofensiva por el poder. El salto cualitativo no solo ha dejado fuera a Mesa, la víctima de los trapicheos en el recuento, sino que, sobre todo, involucra por primera vez abiertamente al Brasil de Bolsonaro en un cambio violento de gobierno.
Hay que entenderlo en un tablero cada vez más amplio y más tenso en el que las jugadas se suceden a cada vez mayor velocidad. Ayer mismo Bolsonaro autorizaba la compra de trigo libre de arancel fuera de Mercosur, un golpe directo a una burguesía argentina que no acaba de aceptar su debilidad relativa ante su vecino.
Alberto Fernández encabeza, de hecho, la alternativa a la política de contención de Brasil llevada por Macri. Esta semana, junto al presidente de México, anunciaba que el «grupo de Puebla» hará de contrapeso del «grupo de Lima» de Brasil y Chile, alineado con EEUU. El grupo de Puebla viene armado por Marco Enriquez Ominami, hijo del dirigente guerrillero muerto en el 74, adoptado por uno de los pesos pesados del aparato del partido socialista chileno, casado con una presentadora de éxito y eterno tercero en liza en las presidenciales chilenas. «Puebla» no es un club de estados sino de mandatarios, ex-mandatarios y aparatchiks de la burguesía iberoamericana: José Luis Rodríguez Zapatero (España), Pepe Mujica (Uruguay), Dilma Rousseff (Brasil), Ernesto Samper (Colombia), Rafael Correa (Ecuador), Fernando Lugo (Paraguay), Leonel Fernández (República Dominicana), Álvaro García Linera (Bolivia), etc.
Que la opción de AMLO y Fernández haya sido contraponer un lobby a una asociación de estados significa dos cosas: la primera que la divisoria imperialista emergente tiene reflejo en los conflictos internos de la burguesía en cada país; la segunda que ambas partes están dispuestas a dar la batalla en ese terreno. Las consecuencias son previsibles. Bolivia es solo el primer plato.
Europa apocalíptica
En Europa mientras, los discursos apocalípticos malthusianos toman ya forma de verdadera campaña ideológica, desde Francia a Italia, donde se instaura ya como ideología de estado a enseñar a lo largo de toda la educación obligatoria. No es casualidad tal intensidad en este preciso momento. La «urgencia climática» responde a la urgencia de las burguesías europeas por imponer nuevos ataques a las condiciones de vida y trabajo en un intento agónico de salvar el precipicio que se abre de nuevo a sus pies. La entrada en recesión industrial de Alemania amenaza un efecto dominó y de momento produce una catarata de revisiones a la baja de las expectativas de crecimiento que colocan en el estancamiento a todo el Sur de Europa.
En España las empresas del Ibex reducen beneficios en un 20% y se sobre-endeudan aprovechando los tipos negativos. Los bancos no dejan de cerrar sucursales porque, como todo el capital, solo pueden recuperar rentabilidad bajando gastos salariales. Aumentar ventas ni siquiera se plantea. El mercado mundial está constriñéndose por la guerra comercial, y además, ahora resulta que el consumo de las familias y en especial el de las trabajadoras, no solo se había sobre-estimado, sino que se está estancando a más velocidad de la esperada. Si hablamos de bienes de consumo duradero (electrodomésticos, coche, etc.), sencillamente decrece ante el miedo de perder el empleo. ¿Qué otra cosa podía esperarse en un país en el que el 81% de los adultos menores de 38 años no tienen capacidad de ahorro?
No es solo España. En Gran Bretaña -el estado mejor parado en las expectativas económicas- el tema protagonista de la campaña está siendo... ¡¡el hambre!! y la proliferación de bancos de alimentos. La campaña electoral está mostrando una burguesía en delirio que se pretende creadora de la riqueza social apenas amonestada por su facción izquierda -el corbynismo- que avisa que el discurso cínico y altivo de los noventa (fin de la clase obrera, inexistencia de lucha de clases, etc) tiene pies de barro y les sería conveniente moderar el lenguaje. No es, ni mucho menos, el único lugar de Europa en el que el aparato político del estado no acaba de realinearse para el nuevo golpe de la crisis. En Alemania la CDU de Merkel empieza a resquebrajarse ante la pérdida una parte de sus bases en la pequeña burguesía y su reencuadramiento en la AfD.
Pero seguramente el resultado más peligroso de la inminencia de la crisis sea el aumento de las tensiones imperialistas dentro de la misma Europa. El viaje de Macron a China esta semana ha marcado un nuevo hito en la ruptura entre Francia y Alemania. La cercanía franco-china y las propuestas de Macron que apuntan hacia una alianza de más calado político global han molestado en Alemania. No podía haber confesión más cruel de la miopía y chatez de la burguesía alemana que recriminarle a Macron su «brillatez». No satisfecho con ello, Macron declaró muerta a la OTAN en una entrevista en «The Economist». El presidente francés llamó a Europa a alinearse en torno suyo con una estrategia geopolítica diferenciada de EEUU que arrancara con el diálogo con Rusia... lo que abrió aun más la herida. La respuesta de Merkel fue contundentemente pacata, revelando la sensación de impotencia que cunde en un Berlín que ha gastado su última polvora política apretando las tuercas a Francia y España en el diseño del sistema de rescate financiero europeo que es en sí mismo una nueva confesión de debilidad e interdependencia.
Una luz al final del tunel... ferroviario
En un panorama marcado por el doble eje de los ataques cada vez más fuertes a las condiciones de vida y de trabajo y la danza siniestra de amenazas y perspectivas bélicas, la huelga salvaje de los ferroviarios en Francia representa una verdadera luz.
Después de los hechos que compartimos en el blog, la dirección de la empresa finalmente se echó atrás el jueves por la tarde ante la determinación de los huelguistas y la incapacidad de los sindicatos para devolverlos al redil y «representarlos» una vez los trabajadores estaban organizados en asambleas abiertas y soberanas que votaban a mano alzada no había marcha atrás posible: las divisiones artificiales, los «pactos» con la empresa, el «sentido común» que imponía la necesidad del dividendo sobre las necesidades humanas genéricas de los trabajadores, cayeron como naipes. Es la primera victoria de los ferroviarios franceses en décadas. Y lo que queda no es solo una una plantilla que, liberada por primera vez en mucho tiempo de la policía sindical, disfruta de los lazos creados en la lucha, sino un ejemplo del camino a seguir por todos los trabajadores.
La experiencia de esta semana marca el contraste de la alternativa histórica tal y como se presenta en este momento a los trabajadores. Por un lado intentar defendernos y defender nuestras necesidades en el seno de luchas «populares», sometidas a la dirección de una pequeña burguesía sin proyecto histórico. Siria en su día, Líbano, Irak y Bolivia hoy, muestran que ese camino solo puede pudrir la situación y acabar integrando la lucha, como vimos en Bolivia, en el conflicto inter-imperialista, es decir, encarrilarla hacia un horizonte de guerra.
La otra opción, la única conducente, es luchar como trabajadores superando, en primer lugar, el cerco sindical, que es lo que hemos visto en los ferroviarios franceses. Sin eso, como vimos en Chubut, es estéril esperar nada ni siquiera de las extensiones que nos propongan los sindicatos, extensiones que serán siempre en falso.