
Distribución de la renta per capita por provincias en España.
El fracaso de la revolución Gloriosa y del régimen del reusense Prim primero (1868-70) y de la I República después (1873-74), habían condenado a la burguesía a la reclusión de sus territorios de origen, en tensión por un lado con las clases latifundistas que controlaban el estado y por otro con los primeros movimientos obreros que ella misma había engendrado. Con ese panorama, su única expansión social, su única hegemonía posible podía darse en lo local, asimilando a una pequeña burguesía rural que se expresaba en los restos del carlismo y convirtiendo a éste en un regionalismo proteccionista.
Durante la Restauración (1874-1931) España no era tan diferente de la Rusia zarista: el estado estaba controlado por una aristocracia latifundista ligada a la monarquía y hegemónica en la producción de un país fundamentalmente agrario. A pesar de la apariencia democrática del «turno», el caciquismo rural y la escasa extensión del tejido industrial, mantenían alejada del poder a una burguesía que vió en el «desastre del 98» no solo el fin del acceso a los mercados ultramarinos, sino, sobre todo, la incapacidad del estado para crear una nación moderna.
No solo las protestas obreras contra las guerras coloniales tuvieron cada vez más violencia (culminando con la «Semana Trágica» de 1909), el campesinado no se sentía «nacional», huía y rechazaba las levas. El «pueblo», esa masa de campesinos, jornaleros, obreros y pequeña burguesía rural, manifestó claramente durante décadas la ajenidad que le generaban las causas guerreras patrióticas del régimen. La causa principal a los ojos de la burguesía liberal era que las clases latifundistas en el poder en el Parlamento, tradicionalmente aliadas a la Iglesia, no habían sabido imponerse a ésta creando un sistema nacional de enseñanza porque a pesar de que siempre se proyectara y se aprobaran leyes para desarrollarlo, nunca se le adjudicaba financiación y no pocas veces, especialmente cuando gobernaban los conservadores, se adjudicaba su gestión a tradicionalistas católicos.

Naval y minerometalurgia pero también la industria de consumo, ganadores con la guerra mundial en España.
La primera guerra mundial sirvió para dar el empujón final a esta regionalización de la estructura de clases española en un momento en el que el capitalismo mundial estaba entrando en su fase imperialista y modificando en consecuencia su estructura interna hacia la hegemonía del capital financiero y la concentración monopolista.

Mapa de las sedes sociales bancarias españolas que explica mejor que ningún otro la anomia de la burguesía española.
Solo las cajas de ahorro, nacidas de la Iglesia y absorbidas por el estado corporativo franquista, que hizo suyos parte de los planes regeneracionistas, ampliaron mínima e insuficientemente el mapa, ganando magras bases en Andalucía1, Zaragoza y Valencia2. Ni siquiera Galicia ha conseguido sumarse al mapa a pesar del empeño durante décadas de la Xunta y el desarrollo de una industria global textil. Supieron aprovechar la bonanza financiera local de los 80 y 90 -no ajena al dinero negro- pero no consiguieron consolidarse financieramente, como era lógico, sobre bases propias, sino en alianza con la gran banca privada ya establecida.
La mudanza de sedes sociales propiciada por las tensiones separatistas en Cataluña estos días no va a cambiar tampoco ese mapa. Tan solo lo centralizará un poco más, como un reflejo tardío, senil e inconsciente de aquella revolución que la burguesía española nunca consiguió culminar en su juventud progresista.
Notas
1. No es casualidad que sean Málaga, Zaragoza y Valencia. Málaga, que fue un foco de primera hora en la industrialización española con los Larios, Heredia y demás; se vió ahogada por el triunfo del proteccionismo catalán y vasco y la ausencia de infraestructura de transportes. Las nacientes y proteccionistas burguesías del Norte alentaron en la capital un verdadero bloqueo económico. La violencia a la que llegaron en la batalla por asfixiar el desarrollo capitalista meridional, llegó en un momento a materializarse en una expulsión de los gitanos de la provincia como forma de privar de mano de obra a las fábricas de carbón, aperos y textil malagueñas. La ausencia de transportes económicos hacia el Norte, únicos mercados solventes cercanos, y la llegada del «coke», un carbón más productivo, acabó relegando al capitalismo industrial andaluz a curiosidad histórica. [Volver]
2. Valencia y Aragón representan el éxito del modelo agro-exportador regeneracionista del final de la Restauración. Si el teórico del modelo fue el aragonés Joaquín Costa, culturalmente sus resultados fueron respresentados por Sorolla y Benlliure en las artes plásticas y por el escritor y político republicano federal Vicente Blasco Ibañez (autor de «Cañas y barro» donde relata la transformación del agro valenciano, del best seller mundial «Los cuatro jinetes del Apocalipsis» donde narra la 1GM desde el punto de vista de la burguesía liberal española y, sobre todo, «El intruso» donde salda cuentas con el nacionalismo católico y racista de la burguesía vasca inspirándose en la vida de personajes bien conocidos de la burguesía de Bilbao). El franquismo ampliaría posteriormente el modelo de burguesía local exportadora con la incorporación del turismo y el desarrollo del cooperativismo agrario y las cajas de ahorro ligadas al estado.[Volver]