¿Custodia compartida de España en el divorcio franco-alemán?
Las elecciones eslovenas fortalecen al bloque de países con gobiernos identitaristas, el llamado «grupo de Visegrado», que ya se había reforzado con Austria... e Italia. A este ritmo, el «legado» de Merkel bien puede acabar siendo el colapso del poder incontestado alemán en Europa. No es de extrañar que una parte de la burguesía alemana empiece ya a pensar cómo prescindir de ella y la ponga en cuestión. Comienzan a brotar escándalos y gestos identitaristas en la rama bávara de su propio partido que nunca auguran nada bueno para un dirigente conservador.
Pero lo más significativo viene en el terreno internacional. Alemania parece empeñada en mostrar sus debilidades y su incompetencia como potencia imperialista. La clave, una vez más, el euro y la guerra comercial, en la que abiertamente deja de lado a sus aliados y juega a corto para zafar la última andadana de EEUU. La prensa italiana sugiere que Macron ya la da por imposible y busca construir sus propias alianzas, con Italia a la cabeza. La brutal agresividad de la prensa más cercana a Merkel contra Italia parece corroborar esta perspectiva de una manera inquietante.
Lo que es cierto es que Francia reafirma en solitario su presencia internacional. Lo hemos visto en Africa en la crisis congolesa y en la «conferencia de paz en Libia». Lo vemos en Oriente Medio. Y ahora en la otra gran «zona caliente», el Mar de la China Meridional que la armada francesa comenzará a patrullar esta semana.
La gran incógnita ahora es España. Alemania venía tiempo presionando a Rajoy a buscar una solución «negociada» con los independentistas catalanes. La CDU de Merkel parece haber avalado el giro del PNV que ha hecho posible la llegada a la Moncloa de Pedro Sánchez, retratada como «una nueva oportunidad» por los medios alemanes. Y por si a alguien no le quedaba claro a qué estaba jugando Alemania, Timmermans, el vicepresidente de la Comisión Europea pidió inmediatamente al nuevo gobierno «más diálogo». Pero evidentemente Francia tiene tanto interés en poder volver a contar con España en su propio juego como inquietud ante un refuerzo de las tendencias centrífugas, que ella misma sufre, en su frontera Sur. Por eso la actitud de Macron ha sido mucho más beligerante contra «el egoismo de los independentistas». El juego de influencias, despachos y contratos, está servido. Y, probablemente, la inestabilidad también.