Cumbres y crisis
Esta ha sido la semana del COP25, de la cumbre del 70º aniversario de la OTAN y de la huelga general contra la reforma de pensiones en Francia. Todo se liga en realidad en un único cuadro muy coherente, con un motor único y desgraciadamente siniestro para los trabajadores.
Una acumulación gripada
Hoy mismo se publicaban los datos bajo la «gran confesión» de la industria alemana. Revelan las dificultades de su industria automotriz y muestran el empeoramiento «inesperado» de la recesión industrial. El sector manufacturero, la producción física de bienes, está en recesión global. Faltan mercados para vender la producción, la rentabilidad cae y el capital no tiene dónde invertirse. Incluso en EEUU, que va ganando la guerra comercial y presenta las mejores pespectivas para el 2020 entre los capitales nacionales «viejos», la inversión retrocede a pesar de tener los tipos de interés más bajos de la historia. El capital no tiene destinos rentables en los que colocarse y los bancos, con márgenes exiguos, toman peligrosamente más riesgo para intentar mantener -generalmente sin éxito- la masa de dividendos.
Tres salidas anti-humanas
¿Cómo encontrar destino a toda esa masa de capitales? La solución «ideal»: una profunda reestructuración industrial, simultánea entre los grandes capitales nacionalesn -para no aumentar la tensión entre ellos- y aligerada en riesgos y costes por el estado. ¿Cómo? Asegurando una demanda cautiva, obligatoria a ser posible mediante regulación y acelerando la «transición» a costa de los trabajadores, financiando el extra a base de reducir servicios sociales y aumentar impuestos indirectos. Es decir, un cambio de base industrial masivo como forma de obtener una transferencia de rentas gigantesca del trabajo hacia el capital. Dicho en plata: un aumento brutal de la explotación vestido de cambio tecnológico. ¿Pero cómo van a cerrar filas los trabajadores con la burguesía por algo así? Bueno... sería posible si se les convenciera de que la alternativa a la «unión sagrada» y el sacrificio por la rentabilidad del capital es peor. Tan peor como una «extinción global». ¿Les suena?
¿Por dónde empezar? Pues lo más lógico parecería, desde la mirada del capital, apuntalar el sistema financiero que tiene que sostenerlo todo. La forma «evidente» es apuntalar los bancos con un incremento de escala que les permita compensar los márgenes bajísimos sin aumentar el riesgo. Dicho de otra manera: ¡a por las pensiones!. En capitalismos viejos con proletariados concentrados y masivos, es peligroso hacerlo a lo Bolsonaro, de golpe y con descaro. Incluso a lo «mochila austriaca» como quiere Sánchez en España. Hay que apretar primero «racionalizando» el sistema existente, es decir acentuando la bajada de las pensiones hacia el mínimo vital... y más allá. El resultado es la «reforma Macron». Toda la máquina del estado se ha puesto a trabajar para ella. Y con más ansias que nadie los sindicatos, que de ésta, con apoyo de los medios y el estado esperan recuperar capacidad de encuadramiento... y tapar sus derrotas frente a los trabajadores que de verdad quieren sacar adelante sus luchas como los ferroviarios. Mensaje secundario: «la huelga no es ya tan importante, lo que cuenta es la mani... que todavía controlamos». ¿Se puede ser más rastrero?
La tercera opción desde la mirada de cada capital nacional es ganar mercados ya existentes a competidores que ya están en ellos. Lo que a su vez abre tres opciones: expulsar a competidores de terceros mercados, expulsarles del propio o hacerse con oportunidades inmediatas de inversión y explotación de productos que no sufran por la lo anterior (guerra comercial) por estar muy localizados en producción y ser universales en consumo, como los hidrocarburos y la minería de ciertos metales. Cada burguesía hace su cesta como puede con ellos. EEUU intenta echar de su mercado -y del de sus antiguos aliados- a las grandes tecnológicas chinas como Huawei antes de que los nuevos estándares de Inteligencia Artificial y telefonía móvil 5G le impidan competir. Y lógicamente intenta asegurar ese gran corralito para la venta de armamento que ha sido hasta ahora la OTAN. ¿Pero qué ocurre? Brasil y Europa, que quieren acceder al mercado chino para vender, adoptan Huawei; Turquía, que necesita ser una amenaza creíble frente a Grecia y el propio EEUU, Israel y Egipto, que se apropian de «sus» hidrocarburos en el Mediterráneo oriental, compra misiles S400 a Rusia. Y Francia... que anda en su propia guerra sin fin en el Sahel se encuentra en competencia con EEUU en cada vez más ámbitos y lugares, sufre sus represalias arancelarias y... quiere retomar la vieja alianza y el «diálogo» con Rusia. En la complicidad y por motivos muy similares, no encuentra a una Alemania errática que la necesita tanto políticamente como evita depender de ella militarmente. Resultado: la cumbre del 70 aniversario de la OTAN es incapaz de darle un objetivo común a la banda criminal más duradera de la historia contemporánea.
Una salida para la Humanidad
Todas las «salidas» que el capitalismo es capaz de emprender hoy pasan por crear más miseria o acercarnos aun más a la guerra. Es la lógica del capital en su fase histórica antihumana. El capital no es nada sagrado, en sí solo significa una cierta cantidad de «derechos acumulados» para explotar el trabajo. El sistema social que articula está ya en contradicción inmediata y directa con las necesidades humanas. Solo en éstas hay una solución. Pero las necesidades humanas no son ideas flotando en el vacío, no es un «espíritu humanitario». Las necesidades humanas son eso que los trabajadores defendemos y reivindicamos para nosotros y para todos en cada lucha y cada conflicto con el capital. Si imponerlas es la única salida, solo los trabajadores, actuando como clase, podemos llevar a la humanidad entera a alcanzarla.