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Cumbre de Berlín ¿Se ha desactivado el peligro de guerra en el Mediterráneo?

19/01/2020 | Magreb

Los seis objetivos de la cumbre quedaron en un alto el fuego y una promesa de cumplimiento «ahora si que sí» del embargo de armamentos. La reunificación de las fuerzas armadas y el «reparto justo» de los ingresos petroleros entre los contendientes han quedado como declaración de intenciones. Ese es el resumen oficial de los resultados de una cumbre en el que todas las potencias imperialistas que juegan en Libia se han mostrado de acuerdo en acabar con las injerencias extranjeras... de los demás. Merkel se ha centrado en la implementación del embargo, es decir en que la UE alineará a sus miembros y los medios ahora nos contarán que desactivó el polvorín aunque no consiguiera la paz. La realidad, sin embargo, es bastante menos tranquilizadora.

En realidad donde se ha conseguido una relativa «paz» es entre Francia, Alemania e Italia. Italia, que además de intereses petroleros depende del gobierno de Trípoli para controlar los flujos migratorios, llevaba como principal punto de su agenda que el alto el fuego, de alcanzarse, diera ocasión a enviar una fuerza de interposición, única forma de resguardar al gobierno de Trípoli de una nueva «ofensiva sorpresa» de Haftar. Francia, teme sobre todo a los refuerzos sirios enviados por Turquía para apoyar a Trípoli... vaya a ser que se unan a sus enemigos en el Sahel. Y Alemania que Turquía controle la otra gran ruta migrante y Rusia nuevos suministros energéticos. Muy al estilo UE, las rivalidades comunes han servido para un acuerdo interno común de mínimos: renovar un embargo que será, sin embargo, difícilmente verificable.

Pero la tensión extrema de esta última semana no llegó por una de las continuas vulneraciones del embargo. La situación se radicalizó tras el envío por Turquía de tropas del «Ejército Libre Sirio» en apoyo del gobierno de Tripoli, cercado por la ofensiva de Haftar. Como veníamos apuntando desde el año pasado y ahora reconoce sin ambages la prensa internacional, Turquía estaba defendiendo en realidad en Libia sus fronteras marítimas... con Grecia y Chipre. El acuerdo firmado con el gobierno de Trípoli era fundamental para sus exploraciones gasísticas en el Mediterráneo oriental después de que Grecia, Chipre y sus aliados -Israel y Egipto- le excluyeran de lo que, en teoría, eran zonas de explotación compartida. En una escalada permanente de provocaciones militares por ambos bandos, Turquía ya anunció que licitará la explotación de plataformas en esas aguas, a lo que el gobierno griego respondió con una amenaza militar inmediata.

La conexión entre el gas del Mediterráneo oriental y las negociaciones de Berlín es tan obvia que Grecia había pedido participar en la cumbre de Berlín... sin éxito. Su participación fue rechazada por Alemania, según Bild por presión directa de Erdogan sobre Merkel. La celebración de la cumbre y sus resultados no han aportado nada a calmar las aguas. Al revés. Ha exacerbado la violencia verbal entre los gobernantes de Turquía y Grecia después de que Mitzotakis invitara a Haftar con honores a Atenas. Tras un ciberataque «anónimo» a los sitios oficiales del gobierno turco, por si hubiera dudas que la orientación hacia el conflicto no es una locura de los gobiernos sino una determinación asentada en la clase dirigente de ambos países, Syriza publicó una declaración oficial de patriotismo preparando la «unión sagrada» para la guerra y asegurando que «la opción nacional común de todas las fuerzas griegas es defender, en su totalidad, nuestros derechos soberanos».

Aunque Argelia tenía como objetivo declarado abortar cualquier senda hacia la partición de Libia, en realidad su objetivo es necesariamente contradictorio: evitar una expansión de la influencia egipcia y emiratí a través de Haftar... y sacarse de encima el foco islamista que representa el gobierno de los Hermanos Musulmanes en Trípoli. Coincidía en ésto último tanto con Francia como con Egipto y es lo que ha aprovechado para hacerse presente como única potencia magrebí con voz sobre el futuro de su vecino. Otra cosa es que argelinos y egipcios lo vean como algo más que como un preámbulo de sus propias cuitas.

¿Y qué queda en Libia? Un proletariado que malvive en una sociedad militarizada y racionada hasta el extremo. La «amenaza» de 700.000 migrantes y refugiados, muchos de ellos esclavizados, torturados y vejados por las mismas fuerzas armadas por los gobiernos de la UE bajo el hipócrita marchamo de «luchar contra las mafias». Y el petróleo, aunque esté parada la extracción hoy por Haftar, que conquistó además cinco puertos. El petróleo y sus rentas que son al final el centro de toda negociación entre Haftar y Trípoli. La clave de hoy ha sido declarar que solo hay una petrolera donde las potencias van a comprar y hacer votos oficiales para que el dinero que genere la explotación a punta de pistola de los trabajadores libios tenga un «reparto justo» entre ambas bandas criminales.