Cuatro mentiras sobre el paro
La tormenta perfecta está llegando. El 31 de agosto fue el día en que más trabajo se destruyó en la historia de España. Fue la culminación del peor mes de agosto en creación de empleo en una década: 203.000 afiliados menos a la seguridad social. El «paro», el desempleo forzoso, no es una variable cualquiera. Es tan importante de hecho que seguramente sea la variable económica que se viste con más mentiras.
«Hay paro porque a ellos les interesa». El capitalismo es esencialmente un sistema de producción y acumulación de plusvalía y la plusvalía es trabajo apropiado por el capital. La burguesía y el capitalismo de estado existen para garantizar ese proceso. Más allá de un paro marginal para evitar carestías temporales en los precios de la fuerza de trabajo, es decir, los salarios, lo último que desea el capital es dejar fuerza de trabajo por explotar: el paro es para ellos derroche, incapacidad para explotar la principal fuerza productiva a su disposición. Un sistema solo es progresivo cuando desarrolla el conjunto de capacidades productivas de la sociedad. Y el capitalismo hoy sencillamente no puede... aunque le gustaría. Esa incapacidad para explotar la principal fuerza productiva de la sociedad, ahora crónica, es una medida de la decadencia del sistema, de su carácter reaccionario.
«El paro es culpa del euro/la globalización». La causa por la que el capital no consigue explotar la fuerza de trabajo a su disposición es porque por definición solo puede vender a los trabajadores una parte de la producción -la equivalente al salario. La plusvalía, que es su objetivo principal, ha de «realizarla» entre la población que produce valor fuera de la relación capital-trabajo (artesanos, campesinos independientes, etc.). Los intentos de salir de esa trampa en el mercado interno son contraproducentes: si bajan el salario hora (es decir si aumentan la plusvalía en términos absolutos) reducen la principal base de consumo -nuestra capacidad de compra- en espera de ser más competitivos fuera; si mejoran la tecnología y con ella la productividad por hora, es decir (es decir si aumentan la plusvalía en términos relativos), la tasa de ganancia caerá inevitablemente y a falta de nuevos mercados se producirá... más desempleo. Resultado: todos los capitales nacionales se hacen partidarios del libre comercio si piensan que una combinación de las dos estrategias anteriores, es decir explotando más, van a conseguir exportar más bienes, servicios y capitales, en mercados exteriores. Todos se vuelven proteccionistas cuando el resultado global se torna negativo. La oleada de «globalización» que arrancó en los noventa y que llevó a los países europeos a adoptar el euro tuvo la misma causa que la oleada proteccionista que viene con Trump y que genera reacciones anti-euro en más de una burguesía nacional. Son estrategias opuestas que las burguesías nacionales toman para intentar huir de las contradicciones del sistema en esta fase histórica, las mismas contradicciones que producen el desempleo. Si alguna de ellas fuera una solución solvente no habría paro masivo.
«Hay paro porque se llevan el capital fuera». Al capital le cuesta encontrar dónde vender toda la producción y realizar la plusvalía. Pero lo hace para producir más plusvalía que se acumulará en la forma de nuevo capital. Pero si no hay mercado ya casi para lo que produce, ¿cómo va a haberlo para producir más? Eso es lo que lleva al capital a las burbujas de crédito: una parte de ese capital sin uso productivo evidente se coloca en créditos dudosos que temporalmente generan demanda, pero que en realidad reproducen el problema, acrecentado, en un ciclo posterior. Otra salida es la especulativa: en vez de producir se dedica a apostar por el resultado de negocios productivos, por las demandas futuras de ciertos bienes, por el resultado de las deudas de otros, etc. Aparece así una masa gigantesca de capital ficticio, separado de la producción y por tanto con pies de barro, que hoy triplica ya el capital productivo y es la causa del carácter hecatómbico de las crisis financieras. Cuando «se abre» un mercado de otra burguesía, el primer interés es colocar la mayor parte de ese capital más frágil en el nuevo mercado. Al hacerlo -como hace ahora China en África- en realidad no hace sino «tirar la pelota para adelante», endeudando al receptor de entrada y creando una nueva fuente competencia para los capitales en sus lugares de origen. El ciclo se reproduce a una nueva escala y los mecanismos que llevan a la pauperización y el desempleo se ponen en marcha a pesar de que, al capitalizarse un nuevo país, la productividad del trabajo se eleve y la situación de sus trabajadores mejore en principio (como pasó con la misma China hace veinte años). Pero ¿si el capital no hubiera invertido el desempleo «en origen» sería menor? No, al revés, el peso abrumador del capital ficticio hubiera reventado aun antes la economía de origen en forma de endeudamiento y de burbujas cuyo estallido hubiera arrasado el tejido productivo y masificado el desempleo. El problema es que el capital no encuentra usos productivos suficientes, no tiene nuevos destinos donde colocarse suficientes. Y eso se arregla impidiéndole «salir».
«Con el paro se acabaría estatalizando la producción y/o la banca». En el momento en que existen salario y capital, existe capitalismo. Será un capitalismo de estado más concentrado que el que tenemos hoy, pero no dejará de ser capitalismo y estar sometido a las mismas contradicciones y tendencias destructivas, que vienen dadas por el desarrollo global, mundial, de las fuerzas productivas y el agotamiento de los mercados, no por los problemas de una forma concreta de organizar el capital nacionalmente. En los países que sufrieron una estatalización más completa, los stalinistas, el paro solo desapareció estadísticamente: el sometimiento al capital-estatizado a través del salario y la pauperización se mantuvieron y mantienen donde el stalinismo sigue siendo la guía del capitalismo de estado, aumentando al mismo tiempo sus tendencias totalitarias.
El problema del paro no es nacional ni se resuelve con leyes ni nacionalizaciones. El paro es una expresión de que el capitalismo como un todo, mundialmente, es ya un sistema tan caduco que ni siquiera puede explotarnos a todos. La única salida para el atasco histórico que el capitalismo solo sabe «resolver» mediante la destrucción es superar cuanto antes el dominio del capital sobre la producción y la sociedad y liberar las capacidades productoras que la sociedad capitalista constriñe desmercantilizando las relaciones humanas y afirmando el metabolismo común entre nuestra especie y la Naturaleza.