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Cuatro claves para vencer el miedo y superar la matanza

01/10/2020 | Moral

Ayer se comunicaron 177 muertes por covid en las anteriores 24 horas en España, 406 en Argentina, 863 en Brasil. En Perú la matanza ha encontrado tan pocos obstáculos que un tercio de la población superviviente podría tener anticuerpos. En Francia, aunque los hospitales vuelven al punto de colapso, sigue sin confinarse siquiera Marsella, el principal foco actual.

En España, los gobiernos de la izquierda y la derecha sostienen un falso debate: ¿mantener todo abierto o mantener prácticamente todo abierto?. No es que no sepan las consencuencias. Los resultados de no confinar de verdad y cerrar centros de trabajo no esenciales durante la primera ola están cerca y son bien conocidos. Las nuevas restricciones llegan tarde y se quedan pequeñas frente al desarrollo de la pandemia en lugares como Navarra o Madrid. A estas alturas ¿qué diferencia va a marcar cerrar parques infantiles o no servir en las barras de los bares?

Pero juegan con el miedo y nos intentan convencer con un falso equilibrio entre economía y vidas. Es decir, habría un número de muertos aceptable, un punto óptimo de contagios y restricciones cosméticas en el que los negocios perderían algo sin sufrir demasiado. Es otra forma del mismo principio que ha dirigido la respuesta a la pandemia desde las primeras fases: ponen salvar sus inversiones por encima de salvar nuestras vidas.

Por supuesto, este equilibrio es distinto para cada capital nacional: cuanto más precario y relativamente pequeño sea el sistema de salud, y más débil el capital nacional, más alto es el número de víctimas necesario. Alemania se podría permitir ser más rigurosa y salvar más vidas que EEUU y su sistema de salud subdesarrollado. España, Madrid no puede volver a confinar, afirman con descaro en Italia. Brasil, es el ejemplo dicen en Argentina: la industria ya está a niveles prepandémicos... aunque, o mejor dicho, porque, los enterradores siguen sin dar abasto.

Bajo la gramática del miedo al paro y la pobreza, lo que llaman economía -la ‎acumulación‎ de ‎capital‎- se descubre como una aritmética de la matanza.

Vencer el miedo y superar la matanza

La crítica. Una y otra vez nos presentan como hechos inevitables y sorpresas inesperadas lo que no lo son. ¿Ejemplos?

La primera ola no fue nada inesperado salvo quizás en China, y la segunda aun menos. Si las vacunas de nueva tecnología están mostrando cada vez más problemas no es tampoco algo impredecible:

[Los grandes consorcios farmacéuticos] confiados en que la escala de ventas a corto plazo, garantizada por los los macro-contratos con los estados, las rentabilizarían en tiempo récord, han tomado riesgos mayores de error. Desde el punto de vista de la rentabilidad de la inversión y la capacidad de atraer capitales era lo recomendable, claro. Pero no desde el punto de vista de la necesidad universal, que probablemente hubiera recomendado optar por obtener una vacuna por métodos tradicionales con mayores probabilidades de éxito.

«Pandemia, huelgas y vacuna», 14/9/2020

Lo que es más: la repentina esperanza en las viejas vacunas inactivadas es parte de la misma mirada selectiva y engañosa. Si hoy están tardando es porque han empezado casi de cero. Y han empezado casi de cero porque, en su día, se pararon los fondos para lograr la vacuna del SARS cuando estaba a punto de lograrse. Las expectativas de rentabilidad y las necesidades humanas iban, cómo no, por caminos diferentes. Haber dispuesto de una vacuna del SARS en esta pandemia hubiera acortado drásticamente los tiempos de desarrollo de la vacuna del COVID.

Y si hablamos de la caída de la producción y el paro es aun más evidente y por lo mismo aun más negado y machacado. Lo que hace que una empresa tenga que cerrar si no puede vender durante cierto tiempo, es el conjunto de reglas (relaciones sociales) que llamamos capitalismo. El conocimiento, las herramientas y las personas que realizan la producción, los trabajadores, siguen ahí tras el confinamiento. Nada que no sea la supeditación fanática a unas reglas que resultan claramente disfuncionales y nocivas para la Humanidad, impone que no pueda retomarse la producción. Que no nos hablen de racionalidad: fabricar pobreza con tal de mantener caiga quien caiga un ‎ juego de reglas ya antisocial‎, cada vez más ‎ incapaz de producir desarrollo humano‎ es lo irracional.

Si necesitamos la crítica es porque, al final, cuando el ‎ sistema‎ se opone y enfrenta a las necesidades humanas a cada paso, al punto de presentar una dicotomía entre su buen funcionamiento y la defensa de nuestras vidas, el único modo posible de vivir es ‎ vivir contra el sistema‎. Estamos frente a una trituradora de carne, ahí están los suicidios, los asesinatos y abusos domésticos o los accidentes laborales para recordárnoslo. Vivir cada día en la perspectiva de lo necesario y posible, una sociedad liberada de unas reglas que la destruyen, es el único agarre para no ser arrastrado, la única manera se enfrentar una corriente que nos convierte en cosas lanzándonos contra los demás y a los demás contra nosotros. Por eso la moral es tan importante para nosotros.

Pero afirmar una moral opuesta y alternativa, si se queda en lo individual o incluso en lo comunitario, es tan estéril como dejarse arrastrar por la desmoralización. Afirmar una moral en oposición a la matanza no es perorar en el desierto, es organizarse. Porque, si la crítica no sirve para impulsar la ‎ expresión de las necesidades humanas universales‎ como una fuerza política, se convierte en mero gesto. No vamos a superar de una vez este horror innecesario si seguimos atomizados. Nada individual tiene sentido político. ‎ Agruparnos‎ para elaborar colectivamente la crítica de modo que sea ‎consciencia de  social e históricamente útil‎ es necesario y urgente. Eso o morir ahogados en la papilla ideológica.

Pero todo lo anterior no puede ser fecundo sin lucha. Es más: todo lo anterior -crítica, moral, acción política- solo tienen sentido para hacer fecundas las luchas. La buena noticia: las luchas están ahí y aunque no salgan en los noticieros de TV crecen mes a mes.

Mejor noticia aun: todo lo que nos presentan como fuerzas sobrehumanas, imbatibles, inexorables... no lo son. Es decir, lo son tan solo dentro de lo aceptable por el sistema. Son inexorables... solo si dejamos que se desarrollen libremente. Lo hemos visto en estos días. Libia, la guerra más salvaje e interminable, a la que todas las grandes potencias decían querer poner fin mientras la alimentaban por debajo... paró de golpe tan pronto como empezaron a germinar luchas de trabajadores a ambos lados del frente. Y si eso pasa con las guerras sabemos por experiencia histórica que no pasa menos con crisis y despidos: basta que las luchas se planteen como clase en vez de como parte del interés nacional, para que lo imposible deje de serlo.