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Cuatro cambios globales que despuntan y marcarán la década

28/11/2020 | Actualidad

1La lucha de clases crece globalmente impulsada por los ataques a las condiciones vitales de los trabajadores para reanimar la rentabilidad de las empresas en la recesión. Dos ejemplos. En Túnez, donde la escalada comenzó en primavera, las huelgas generales locales se suceden y superponen a las sectoriales en un continuo sin pausas. A eso se unen huelgas de especial significación como la de la planta de fosfatos de Gafsa, revueltas en la ciudad de Jelma y movilizaciones de la pequeña burguesía (periodistas, abogados) en la capital. El presidente Kais Saied promete poner fin a la anarquía pero es la imagen de la impotencia. En India, donde 140 millones de trabajadores han quedado en paro y los salarios caen en picado, las huelgas son masivas: bancarios, estibadores y trabajadores portuarios, petroleros, electricidad... Los sindicatos intentan mantener el liderazgo con huelgas generales nacionales, pero la verdad es que el movimiento de luchas es hoy por hoy extremadamente amplio geográfica y sectorialmente, pero también en su relación con los sindicatos y en capacidades de auto-organización.

En cualquier caso, está generándose globalmente una experiencia de lucha masiva que está chocando con los sindicados cuando no ahogándose por ellos. Ahora se trata de ver cómo esa experiencia se traduce en avances o no y esos avances, a su vez, en consciencia de los medios y las posibilidades de las propias luchas. El desarrollo de expresiones políticas y militantes por parte de los trabajadores sigue siendo fundamental.

2El pacto verde se ha puesto en marcha en Europa a una velocidad prodigiosa. El mensaje: electrificar la producción sin importar el costo. A los planes estatales mil-millonarios para impulsar la transición al coche eléctrico ha seguido la presentación de planes mastodóndicos de inversión de las empresas energéticas en los que el Hidrógeno verde juega un papel central: EDF en Francia, en España Iberdrola (75.000 millones), Repsol (18.000 millones), Endesa (7.900 millones). Todo se salpica de contratos de centenares de millones, proyectos de producción de hidrógeno en Portugal, nuevas inversiones masivas en eólica en Alemania y Gran Bretaña e infraestructuras de electrólisis para las zonas industriales. Durante las últimas dos semanas se han anunciado inversiones y subvenciones por valor de más de 200.000 millones de euros a desarrollar durante los próximos 3 años.

Esto no es un cambio tecnológico, sino una ruptura tecnológica. El motor de combustión se apaga deliberadamente.

Gunnar Herrmann, director de Ford Alemania.

La pregunta inmediata es cómo van a rentabilizar esa cantidad masiva de capitales. Las tecnologías de la automoción eléctrica, la producción de hidrógeno como combustible o la sustitución centrales de gas natural por renovables, no suponen ganancias de productividad física. No es que vaya a producirse más explotando menos trabajo y recursos. Y sin embargo la rentabilidad esperada, la productividad de las inversiones en términos de ganancia, según lo que están publicando las compañías supondría entrar en una verdadera era dorada para el capital invertido. ¿De dónde van a salir las rentas que cubran esa diferencia relativa? Tres claves.

La primera la reacción de las automotrices estadounidenses. Las declaraciones del director en Alemania de Ford denunciaban cómo las grandes compañías norteamericancas, retrasadas en su transición eléctrica, se veían arrinconadas si no expulsadas por las nuevas regulaciones medioambientales de Bruselas. El giro drástico de General Motors en EEUU, retirando su apoyo a la política trumpista y alineándose con el Green Deal de Biden corrobora el miedo de los gigantes americanos a perder aun más mercado internacional.

Todas las actividades lucrativas de EDF se privatizarían en un 35% mientras que las actividades donde la demanda de inversión es masiva se hacen públicas.

Informe Mediapart sobre la reestructuración de la eléctrica pública francesa.

La segunda, la reestructuración de EDF y la huelga que ha puesto en marcha. Para poder recibir los capitales masivos que el cambio tecnológico forzado por la regulación permite, la compañía privatiza las ramas de explotación mientras conserva un núcleo controlado por el estado que canalizará las inversiones públicas. Dicho de otro modo: el estado subvenciona doblemente los beneficios del capital invertido en la compañía renunciando a una buena parte de su dividendo. Esto sería poco importante en sí mismo: cuentas y trampas en el solitario entre grupos de capital y estado. Pero tiene una consecuencias directa para los trabajadores: la empresa se rompe en unidades más pequeñas en las que las condiciones laborales de los nuevos contratados ya no serán las mismas. Precarización verde en nombre de la causa climática supuestamentamente común.

Y finalmente la experiencia alemana o israelí, y las últimas subastas eléctricas en España dejan claro que la energía va a ser más cara. Para los hogares en general supone una exacción directa que va a incidir directamente en el incremento de la pobreza. Una exacción además regresiva porque el gasto energético representa un porcentaje mayor de sus ingresos para los trabajadores que para el resto de clases sociales. Pero el efecto de los nuevos costes energéticos no va a quedar ahí. La subida de los precios de la energía supone un shock de oferta que multiplica sus costes en cascada por toda la cadena productiva. Solo van a quedar fuera los consumidores electrointensivos, es decir las grandes empresas industriales y de construcción. Es decir: la electrificación supone un trasvase de rentas masivo de los trabajadores hacia el capital y de los sectores de servicios, pequeña industria y agricultura hacia las grandes aplicaciones de capital e inversiones.

3La supuesta vuelta al multilateralismo no va a poner un alto a la guerra comercial ni una reducción de las tensiones bélicas. La evolución en Asia-Pacífico está resultado muy aleccionadora. Tras la firma del RCEP, que crea alrededor de China la mayor zona de libre comercio del mundo, las represalias chinas contra Australia no han cedido un palmo. Los barcos llenos de carbón australiano siguen fondeados en los puertos chinos. El vino australiano acaba de sufrir un arancel del 200% que no augura la mejor de las campañas navideñas para una de las principales exportaciones agrarias australianas. Las relaciones entre Japón y China por otro lado, que parecían impulsarse con el tratado y sobre todo, por el impacto positivo de la demanda china sobre las grandes industrias japonesas, parecen cada día más envenenadas por las disputas territoriales en el mar y por los esfuerzos militares y de armamento nipones.

Los planes de reforma de la OTAN no son menos ilustrativos: se da por hecha la confrontación de intereses y se intenta mantener la vigencia de un objetivo común a base de permitir coaliciones internas y permitir acciones conjuntas con la oposición de algunos miembros, acabando con la práctica del consenso. Obviamente temen ver en la organización militar el proceso de descomposición que vemos en la UE y que protagonizan ahora Polonia y Hungría. En Mercosur llevamos tiempo viendo una idea similar de reforma en marcha... que es la que posibilita, por otro lado, que Argentina presione para integrar a Bolivia.

El marco global es el de un aparente desarrollo del multilateralismo que es en realidad el agrupamiento mínimo necesario para hacer coherentes distintos conjuntos de acuerdos bilaterales contradictorios. En realidad el RCEP no crea un mercado homogéneo, ni siquiera las condiciones de acceso de los miembros al mercado de los otros son iguales. Es un conjunto de acuerdos bilaterales pre-existentes a los que se han limado las consecuencia de cada acuerdo entre dos para los demás socios sin reducir más que marginalmente la heterogeneidad de las relaciones y sus normas. La OTAN evoluciona a dar un marco global laxo a distintas alianzas internas y a las relaciones militares de EEUU con cada uno de los demás miembros. Mercosur va a permitir acuerdos a la carta con terceros países y acuerdos bilaterales entre los miembros más allá del marco común, cada vez más débil. La UE, atada por los tratados, se paraliza en la dicotomía entre permitir avances y nuevos tratados solo para algunos estados e incorporar mecanismos de decisión por mayoría.

4Las transformaciones culturales que la larga crisis, ahora acelerada, está imponiendo en todo el mundo son cada vez mas tangibles y expresan contradicciones globales de maneras diferentes****. Los jóvenes trabajadores están en el centro de muchas de ellas. Un ejemplo claro es la edad de emancipación. En Europa, los capitales nacionales que han conseguido amortiguar las últimas recesiones con más éxito han conseguido mantenerla cercana a la mayoría de edad. En Suecia durante la última década ha estado siempre por debajo de los 18 años y en Dinamarca ronda los 20. Pero en Alemania o Francia, aunque todavía no ha llegado a los 24 tiende a elevarse sin alcanzar todavia los niveles del Sur europeo.

Esta semana en España se publicó que el 82,7% de la población con 25 años sigue viviendo con sus padres. La edad de emancipación española -29,5 años-, como la portuguesa, la croata o la italiana merecería la consideración de patología social en la medida en que expresa el nivel que el nivel de precarización alcanzado por las generaciones jóvenes de trabajadores ha producido una bajada abismal tanto de las rentas como de las expectativas vitales. El salario más frecuente en el conjunto de los salarios es ya un 16% menor que la pensión media de un nuevo jubilado. Para frenar la erosión de los niveles de vida a la familia trabajadora media no le queda otra que unir ingresos y subvencionar a los jóvenes usando los salarios y pensiones de sus padres y abuelos. El resultado no es solo una ilusión de ingresos entre los jóvenes, es una privación: no viven una juventud alargada, sino que ven su desarrollo personal achatado por una dependencia forzada.

En los países semicoloniales la opción quedarse en casa no existe sin poner en peligro la supervivencia misma del núcleo familiar. Resultado: la migración a costa, muchas veces, de la propia vida. Pero la cuestión no es dónde es peor para un trabajador ser joven. Evidentemente será peor en los capitales más débiles que necesitan imponer condiciones cada vez más draconianas para mantener su rentabilidad. La cuestión es quién marca la tendencia y a qué velocidad se desarrolla ésta. Y en ésto, como en todo lo demás, el horizonte no hace sino resaltar la necesidad de superar este sistema ya.